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Digiblindados

Suena a criatura del digimundo, pero los tanques con blindaje digital estarán pronto en su campo de batalla más cercano. Desde que los más antiguos guerreros descubrieron que una piel o un palo podían protegerte de una porra o una lanza, la tecnología militar ha sido una carrera entre los constructores de armas y los constructores de blindajes. Cuando la espada mejora inmediatamente aparece una nueva armadura, que a su vez es derrotada por el arco largo, la pica o el mosquete. El cañón de avancarga y ánima lisa era derrotado por las planchas de hierro de los primeros acorazados, que rebotaban sus balas como canicas. La artillería de retrocarga y ánima estriada con obuses explosivos y el blindaje de acero endurecido de gran grosor acabaron empatando, en los acorazados de la Segunda Guerra Mundial, hasta que otra arma (el avión) volvió a romper el equilibrio a favor de la ofensiva.

Desde esa misma época y sus batallas, como la de Kursk, el tanque ha sido el rey del campo de batalla terrestre gracias a su equilibrio entre ofensa y defensa. En las últimas versiones (M1 Abrams, T90, Challenger 2, Leopard 2, Leclerc) el blindaje compuesto de los tanques modernos se ha demostrado casi invulnerable a las armas de la infantería, y bastante resistente a la artillería y la aviación enemiga. Sólo un tanque mata a otro tanque, dice el adagio, con su poderoso cañón, su sofisticada munición antiblindaje y su gran velocidad y maniobrabilidad. Como en los tiempos medievales, el combate en tierra se ha visto reducido en la práctica a un enfrentamiento entre blindados.

Si estamos hablando de una guerra convencional, claro está. Porque lo que los poderosos M1 Abrams estadounidenses, o Merkavas israelíes, se están encontrando hoy es combatiendo contra guerrillas. Que sustituyen los blindados por el camuflaje, el valor y la astucia (algunos dirían la traición). Su fusión con la población civil inactiva las ventajas del tanque, y en algunos casos (pocos) el valor y la astucia de los irregulares consigue incluso destruir a los todopoderosos blindados pesados. Que para evitarlo necesitan dotarse de nuevos escudos que les protejan. El último de los nuevos escudos es el blindaje digital.

Un tanque moderno lleva en su interior más potencia de cálculo que muchas oficinas. Entre sofisticados sistemas de comunicaciones encriptadas y de navegación y los elementos de cálculo artillero hay un montón de electrónica dentro de esas duras cáscaras. Y donde hay electrónica hay una manera de ‘hackearla’. Este tipo de guerra electrónica, capaz de confundir o incluso inutilizar a los vehículos enemigos, se había desarrollado en teoría. Pero no fue hasta que los carros israelíes la encontraron en el campo de batalla en su última invasión del Líbano que la nueva forma de ofensiva pasó a ser una prioridad. Al parecer Hizbollá consiguió, dice el rumor, ‘colarse’ en las redes de comunicaciones de los blindados israelíes, e incluso atraer a éstos a trampas. Ahora los tanques necesitan ‘digiblindajes’ que protejan sus sistemas de información, como antes precisaban de blindajes físicos, y por la misma razón: un tanque vulnerable es un tanque inútil, no importa si la bala que lo detiene es física o impalpable. El acero ahora necesita que lo protejan bites a su alrededor, lo que quiere decir que el acero es vulnerable a la información. Son tiempos crueles, pero interesantes.

Imágenes tomadas de Wikimedia Commons; T90 de Flickr user Cell105.

Presente de la guerra futura

Supone el futuro del conflicto bélico, una vez demostrado en Irak que al ejército estadounidense no hay quien le plante cara… en el campo de batalla, por lo que lo sensato es dispersarse en guerrilla y no ofrecer blanco. La respuesta del Pentágono la estamos viendo en Somalia estos días, y se ajusta a lo que podríamos llamar el ‘modelo afgano‘: bloqueo naval, invasión terrestre de fuerzas locales alquiladas (en este caso los etíopes), ataques quirúrgicos por parte de aviación especializada desde bases en países amigos y portaaviones con apoyo de pequeños equipos terrestres de fuerzas especiales infiltradas operando por independiente en mitad del caos (nadie envía AC-130 de día sin estar seguro de que no hay misiles antiaéreos en tierra). Con toda probabilidad en el teatro habrá también aviones sin piloto manteniendo vigilancia estratégica y táctica, e incluso lanzando ocasionales misiles. Y si las cosas no pintaran bien, siempre están los B-52 dispuestos a lanzar bombas desde varios kilómetros de altura. A ver quién es el guapetón que mete tropas en semejante vecindario (Sudán, Yemen) por mucho que las vitales rutas oceánicas del Mar Rojo estén en juego. Y mucho menos después de Black Hawk Down.

Éste es el tipo de incursión sin apenas soldadesca que podemos esperar en decenios futuros: ataques momentáneos y puntuales sobre blancos de oportunidad en áreas donde nadie en su sano juicio se atrevería a entrar para desconcertar, desorganizar y matar a un enemigo disperso. Asaltos más allá de la valla para hacer la vida difícil a los malos o para vengar afrentas, complementados con un férreo control de entrada en la zona propia. El Mundo Gaza en la plenitud de su extensión.

Todo esto, por supuesto, sería imposible sin el reciente desarrollo de sistemas electrónicos de localización y comunicación de gran fiabilidad y potencia. Son el GPS y sus derivados (sobre todo la bomba JDAM y los aviones sin piloto) y los sistemas de comunicación avanzados los que permiten a pequeños grupos de hombres bien entrenados infiltrarse en sitios como Somalia para localizar los blancos buscados y encargarse de que las bombas lleguen (en principio) a donde deben. Es la tecnología la que hace posible esta nueva cara de la guerra: el presente es ya la guerra del futuro.

Imagen de Somalia y alrededores tomada de Google Earth. La capital, Mogadiscio, está aquí [kmz].