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Anonymous y la nueva política

El pasado domingo varios centenares de personas estrafalariamente ataviadas se concentraron en festiva protesta frente a la sede de la Iglesia de la Cienciología en Londres y en otras ciudades. Habían sido convocadas por Anonymous, un misterioso colectivo de ‘ciberactivistas’ que se comunica mediante ominosos vídeos en YouTube, y que ha decidido que la Cienciología está en guerra con la Red. Así, Anonymous ha animado una serie de acciones que han incluido desde las manifestaciones del domingo a ataques de saturación que han bloqueado temporalmente algunas páginas web cienciológicas. Con independencia del éxito que pueda cosechar Anonymous en este caso concreto (la Iglesia de la Cienciología es un oponente tenaz), su emergencia representa una nueva forma de acción en la esfera pública; una nueva política. Los participantes en los ‘ataques’ de Anonymous se agrupan en torno a un tema concreto de modo espontáneo usando Internet, para llevar a cabo acciones específicas, sin estructura ninguna. Cada vez más, la Red va a facilitar el surgimiento de ‘partidos instantáneos’ de este tipo, que por su carácter multinacional y mediático acabarán teniendo poder real. Anonymous es sólo el principio.

Contra el pánico, transparencia

Cuando la Reserva Federal estadounidense (la ‘Fed’; lo más parecido a un banco central allí) recortó sustancialmente los tipos de interés, su intención era revitalizar las cotizaciones bursátiles y animar la economía. Lo de la economía ya se verá, porque los recortes de tipos tardan en hacer efecto, pero desde luego el apuntalamiento de las bolsas no lo ha conseguido. De hecho la contundencia de la actuación de la ‘Fed’ puede haber tenido el efecto contrario: deprimir aún más las bolsas mundiales. Y ello por un retorcido, pero lógico, razonamiento: el recorte puede haber provocado un cierto pánico financiero precisamente por su intensidad (0,75 puntos, el triple de los habituales). ¿De qué manera algo que anima, y mucho, la economía provoca pánico, y cómo se puede evitar?

La causa del pánico es la opacidad, y la única cura es la transparencia. Los mercados asumen que la ‘Fed’ tiene más y mejor información que ellos mismos, porque el control de la información ha sido desde siempre un elemento vital del poder, también (especialmente) del financiero. Y si la ‘Fed’ que tiene mejor información, recorta brusca e intensamente los tipos, sigue el razonamiento, será porque saben que algo malo viene; luego lo más racional será vender. Un economista podría revestir la idea de sofisticados cálculos y precisas ecuaciones, pero la clave es ésa: los mercados interpretan la fuerte reacción de la ‘Fed’ en función de su privilegiada información, y reaccionan ante lo que no saben. La tradicional ocultación de datos sirve en este caso como disparador del miedo, porque lo que no se conoce, se teme. La única forma de evitar este tipo de reacciones (enteramente racionales, por cierto, en vista de la historia) sería la transparencia. Si todos disponemos de la misma información, nadie tiene miedo de ser el último en enterarse, y todos pueden calcular sus riesgos. La información evita el miedo, y ya se sabe: el miedo mata la mente… y las economías.

Palabras y obras

Mariano Rajoy dice que quiere cargarse el canon digital. Sus palabras son contundentes, pero no sintonizan con sus obras. Y no sólo porque omite aclarar de qué forma piensa hacerlo, sino por las compañías de las que se rodea. El portavoz de la SGAE Pedro Farré, padre de ocurrencias como el carné de conducir internauta y reiterado lanzador de ideas torticeras sobre el ‘copyleft’, ha presidido la mesa de Propiedad Intelectual y Contenidos en la Sociedad de la Información del cacareado Diálogo Digital Popular. El diálogo ha sido organizado por Javier Cremades, abogado especializado en la defensa del derecho de autor y presidente del FIPI (Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual) y que también profesa opiniones curiosas sobre el ‘Software Libre’. La presencia de estos adalides profesionales de la Propiedad Intelectual draconiana no augura nada nuevo, y muy poco bueno, sobre las desconocidas ofertas del PP para proteger a los autores eliminando a la vez el canon. Quizá las palabras de Rajoy sobre el ‘desarrollo tecnológico’ resolviendo el problema tengan que ver con candados digitales y marcas de agua, mecanismos queridos por la SGAE y las fonográficas. De ser así, podemos acabar echando de menos el canon, por atender a las palabras, y no a las obras.

Democracia interactiva

La democracia originaria consistía en dar a la gente común voz en los asuntos públicos, de modo directo: permitiendo a cada ciudadano ateniense hablar a la asamblea. Incluso entonces las tareas diarias del gobierno exigían demasiado trabajo como para someter a voto cada decisión, y así se escogían por votación unos delegados que se encargaban del día a día: los 10 estrategas, los primeros políticos democráticos. En todas las democracias posteriores ha habido diputados; dada la imposibilidad práctica de reunir en asamblea a los millones de ciudadanos de un estado moderno, las decisiones de gobierno se delegan en unos profesionales que se eligen por votación. Los presidentes del gobierno no son más que los delegados de mayor rango; superintermediarios. Pero al fin y al cabo delegados.

Su poder, sin embargo, es grande, y por eso muchos quieren el puesto. Y así las elecciones se convierten en reñidos combates por obtener la confianza de los ciudadanos. En los estados modernos este combate se traba en los medios de comunicación, que son a su vez una clase de intermediarios nacidos de la dificultad de diseminar noticias a grandes distancias y a millones de personas. Los políticos nos hablan a través de los medios; así hemos acabado viendo cómo unos aspirantes a intermediarios hablan con otros intermediarios para obtener el favor del electorado; pero los votantes jamás tenemos contacto directo. Al final el proceso es como acariciar un rostro llevando guantes de esquí: todo queda en el gesto, porque no se siente nada.

Pero no tiene que ser así, porque hoy tenemos la Red, y la Red es especialmente buena eliminando intermediarios. Así como el periodismo ciudadano conecta a los testigos de los sucesos con los lectores, así como las tiendas online envían los productos desde el fabricante al comprador, está llegando la hora de una ‘ciberpolítica’ caracterizada por la pérdida de poder de los intermediarios. Nuestros políticos y periodistas van a estar mucho más controlados, ya que los electores tenemos de nuevo voz, como en los tiempos de las asambleas del ágora. Ya no nos basta con elegir a los representantes políticos; ahora podemos y queremos seguir y criticar su trabajo. Y exigimos que se nos escuche. Contra lo que los partidos piensan Internet no es simplemente un nuevo canal por donde emitir publicidad de modo unidireccional, un nuevo campo donde jugar el viejo juego. Las reglas cambian.

La Red es interactiva, y por eso la política en Red incluye participación. Ya no basta con que los políticos les digan a los periodistas lo que quieren que los electores escuchen; ahora éstos exigen formar parte del proceso y ser escuchados. Es importante que quien desee gobernar demuestre que responde a los ciudadanos y dialoga con ellos, cuando existen los medios; los internautas no van a aceptar proclamas grandilocuentes sobre el futuro de la sociedad del conocimiento de quien demuestre ser incapaz de vivir en ella. Que el propuesto debate en Internet se celebre, y que lo haga dando voz a quien quiera intervenir es vital para el desarrollo de Internet y de la democracia en España. Es hora de que los electores empecemos a educar a nuestros intermediarios en la democracia interactiva que se avecina. Y de cambiarlos, si no hay forma de hacerles escuchar.

Los datos de todos

En España el dominio público es un concepto jurídico importante; tanto, que tiene un artículo de la Constitución (el 132) dedicado en su totalidad. Asimismo, el Código Civil detalla en su artículo 339 algunos ejemplos de bienes adscritos al dominio público: los que son de uso público (caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes construidos por el Estado, riberas, playas, radas, etc.), y los que pertenecen al Estado y se utilizan para el servicio público (murallas, fortalezas y obras de defensa, y las minas antes de su concesión). La base teórica incluye el uso común, que se define como la utilización que cualquiera puede llevar a cabo sin pedir permiso, de modo anónimo y sin necesidad de cualificación. Como usar una carretera, o una playa; son los bienes que pueden ser utilizados por todos de modo indiscriminado y según precise cada uno para cubrir una necesidad sentida por los miembros de la comunidad.

En el siglo XXI, a las carreteras, riberas y playas se ha unido todo un nuevo universo de bienes susceptibles de cumplir con estas condiciones y de ser considerados, por tanto, del dominio público: los datos. Los datos que el Estado genera en el cumplimiento de sus tareas, e incluso los datos que determinados organismos estatales están diseñados para crear, recopilar y analizar. Es obligación moral de un estado ilustrado liberar esos datos y ponerlos a disposición de los ciudadanos, sus legítimos propietarios; es deber de una política con vistas al futuro el ampliar el dominio público al mundo de la información. Porque los datos deben ser de todos, mientras no se demuestre lo contrario: es lo justo, es lo moral. Y hoy en día, es posible. ¿Por qué, entonces, no se hace?

Una cuestión de principios

¿Qué es más importante, un perjuicio económico o una libertad fundamental? En un robo las cosas están claras: para encarcelar a un acusado de robar hace falta un juez. Porque ciertas libertades son fundamentales, así que un funcionario (un policía) no puede coartarlas hasta que un juez decida. Obvio, ¿no? Pues determinados defensores de una propiedad intelectual draconiana quieren acabar con este principio básico de la democracia y reemplazarlo por otro: una libertad como la de expresión puede ser eliminada por un funcionario, si es para proteger los derechos de autor. Ahora trate de imaginar lo que podría pasar si una agencia sin control judicial y con poder de censura previa cayera en manos de la opción política que más aborrece usted. Exacto: podría convertirse en una amenaza a la libertad, y bloquear cualquier opinión contraria al gobierno de turno. Por eso el poder judicial es el encargado de controlar las libertades fundamentales: para evitar estos riesgos. Y por eso la propuesta de ‘agilizar’ el bloqueo eliminando a los jueces es una aberración que ningún partido democrático debería siquiera considerar. Por principios.

Corregidos dos ‘es por eso que‘; gracias, crol. 2/10/2007.

La política en el cerebro

Es obvio que las personas con diferentes ideologías políticas ven el mundo de modo distinto. El vaso que para unos está medio lleno es para los otros un recipiente semivacío, dependiendo de quién está en el gobierno; el futuro es un erial de pesimismo y derrota o una utopía de abundancia y alegría según quién gane las elecciones. El universo es un lugar frío y desolado donde cada uno debe cuidar sus propios intereses, o un entramado de personas que colaborando juntas tienen la capacidad de cambiarlo, a mejor. Lo que no sabíamos es que esas dos formas de mirar tienen su origen en dos formas de pensar, literalmente: al parecer los cerebros de conservadores y progresistas no funcionan igual.

No se trata tan solo de que determinadas características de la personalidad se puedan correlacionar con una u otra orientación ideológica; algo que ya se conocía. Según recientes experimentos los cerebros con diferente política reaccionan de modo diferente a los mismos estímulos. El análisis pretendía medir de qué manera reacciona la mente ante cambios en una rutina establecida, y de modo nada sorprendente reveló que las personas que se autodefinen como conservadores tienden a ser más pertinaces y siguen adelante aunque las circunstancias varíen, mientras que quienes se consideran a sí mismos progresistas (liberales, en la terminología estadounidense) son más flexibles y cambian con mayor facilidad.

Los científicos responsables del análisis han tratado de eliminar las connotaciones morales, positivas o negativas, de este hallazgo, que además se ha producido analizando un número muy reducido de casos (43). Pero es cierto que algo nos dice sobre nuestra naturaleza, y sobre la naturaleza de nuestras sociedades, el que haya dos perspectivas distintas dentro de nuestras cabezas, dos maneras de comprender lo que ocurre, dos formas de ver. Ninguna tiene por qué ser superior a la otra, y con toda probabilidad ambas se complementan. El enfrentamiento enconado no tiene mucho sentido si las diferencias están en nuestro cerebro. Negar al de enfrente sería como prohibir votar a quienes pesan demasiado o no llegan a una estatura mínima. Somos así: nuestra política está dentro de nuestra cabeza.

Imagen tomada de Wikipedia Commons; autor Christian R. Linder.

Ciudadanía = transparencia + comprensión

Un ciudadano no es sólo un paisano; alguien nacido dentro de unas fronteras. Un ciudadano es un paisano informado, y por tanto capaz de tomar decisiones, de actuar en el ámbito político con criterio y rigor. En el pasado, el papel de los medios de comunicación era informar a la sociedad para que la ciudadanía pudiese tener los elementos fundamentales de criterio con los que participar en la vida política. En el inmediato futuro, esto cambiará.

La sobreabundancia de información que ha desatado la Red está cambiando el panorama por completo. Ahora la información nos sobrepasa, con lo que el problema se reformula: ya no se trata de tener los datos precisos, sino de distinguir aquellos que son importantes de los irrelevantes; de encontrar lo que de verdad vale en medio de la inmensa inundación de información que no vale. Por eso la nueva ciudadanía, la ciudadanía de la Era 2.0, vendrá definida no sólo por la transparencia, sino por la comprensión. Tener la información no basta. Hay que entender qué significa.

Por supuesto que el estado deberá liberar toda la información a su disposición; por supuesto que la transparencia habrá de ser la máxima posible tanto en los asuntos de la política como en los de la economía. La tendencia de los que tienen poder a controlar, es decir limitar, el flujo de información es ubicua y eterna, porque quien controla la información gana poder. Por eso, para evitar las acumulaciones injustas, la información estatal (pagada por todos; propiedad de todos) ha de ser libre y abierta; ha de fluir sin freno.

Pero eso no basta para una ciudadanía real en el siglo XXI, porque un libre flujo de información sin una nueva manera de comprenderla tan sólo sumará bites a los bites que nos ahogan; tan sólo complicará nuestros problemas de ‘infoxicación‘. Hay que desarrollar nuevas formas de entender, de distinguir, de criticar, de comprender y contextualizar, para que los datos nos iluminen en lugar de atosigarnos; para que la información vital no se oculte entre la masa de datos inanes.

Éste es el vital papel que los medios de comunicación profesionales deberán jugar en la sociedad del futuro inmediato: ayudar a la comprensión de lo que pasa, y no sólo contar lo que pasa; darle al ciudadano herramientas para entender, y no sólo inundar a la sociedad de datos cada vez más nuevos, cada vez más rápido. Ideas como las exclusivas conceptuales, la programación periodística, el abandono de la noticia como único modelo de información y los productos informativos alternativos tienen que formar parte del arsenal de ideas de los medios futuros como parte de su misión. Porque con llevar información donde no la hay ya no basta; ahora hay que ayudar a comprender. Porque la ciudadanía del próximo milenio necesita transparencia, y también necesita comprensión.

Inspirado en mi participación en las II Jornadas de Alfabetización Digital que se celebran estos días en Madrid.

Peces más grandes

El jurista EE UU Lawrence Lessig, padre de las licencias Creative Commons, defensor insaciable del copyleft y luchador incansable contra los abusos de la propiedad intelectual, se retira de primera línea. Lessig acaba de anunciar su intención de dedicarse a otros asuntos, aunque no abandonará la presidencia de la ONG que gestiona las licencias CC. Deja la batalla de la propiedad intelectual para dedicarse a pescar peces más grandes: nada menos que a analizar la corrupción del sistema político desde el punto de vista académico, y a luchar contra ella desde el punto de vista ciudadano. No sólo ‘corrupción’ en el sentido de sobornos, o políticos vendidos, sino corrupción en el sentido filosófico. Lessig considera que lo ocurrido con la propiedad intelectual es un ejemplo de un problema mayor: que la influencia del dinero en el gobierno (en todos los gobiernos, democráticos incluidos) es tal que las cuestiones vitales no se legislan con la más mínima lógica. Así ocurre que aspectos clave del futuro, como el problema del calentamiento global, se deciden en función de intereses espúreos, y no del interés común de la sociedad. En resumen: el origen último de muchos de nuestros problemas es que la política está corrupta.

Y tiene razón. El hecho de que parlamentos y gobiernos tomen decisiones contrarias a la razón y perjudiciales para la mayoría con tal de favorecer a intereses particulares ya no nos extraña ni incomoda; nos parece normal, tan común es. Pero no deja de ser irracional. Es cierto que muchos de los problemas que estamos creando se deben en origen a la maldad, es decir egoísmo, de unos pocos. Pero sobre todo se deben a la estupidez de nuestros políticos, capaces de tomar decisiones que perjudican a todos y que favorecen a sólo unos cuantos, de tal modo que el balance es negativo: la sociedad en su conjunto pierde. Es una causa más que digna para dedicar las enormes energías y el gran intelecto de Lawrence Lessig. Claro que si enfrentarse con los ‘pescaítos’ de la industria discográfica no ha sido tarea fácil en su nuevo combate le esperan otro tipo de peces, bastante más grande y más peligrosos. Suerte al maestro; la va a necesitar. Y nosotros también.

Los protectores

Aparentemente el principal problema de orden público en Europa, lo más urgente y necesitado de inmediata solución, no es la inmigración, las redes criminales, el terrorismo autóctono o la amenaza islamista: son los videojuegos violentos. Porque los ministros de Justicia europeos han dedicado su valioso tiempo a analizar con detalle de qué manera limitarlos y controlarlos para reducir su temible amenaza a la sociedad. Qué obsesión. Y qué peligro de protectores; gente que sinceramente cree que jugar a un videojuego es un paso en la degradación moral que lleva al asesinato, como deben creer también que ver películas ultraviolentas te hace sociópata y beber vino te coloca, de modo inevitable, en la ruta de la adicción a la heroína. Gente que piensa que los videojuegos son una adicción en sí mismos; jugar como comportamiento patológico. ¿Qué preocupante clase de personas nos protege? ¿Qué clase de retorcidas ideas ocupan sus mentes?

Qué diferente es la realidad a las onnubilaciones de nuestros protectores. En lugar de preocuparse por peligros imaginarios bien harían en escuchar a los que saben de esto; a quienes por conocerlos y amarlos tienen verdadera capacidad de criticar los videojuegos y analizar su impacto social. Porque el impacto de los videojuegos es inmenso, y lo será mayor, y debe ser estudiado, entendido y conocido. Pero desde el respeto y el conocimiento, no desde la caricatura, el velado rechazo y la ignorancia. Conocido el largo y sangriento historial que tiene en Europa la defensa de la población contra ideas consideradas perniciosas, convendría que Los Protectores supieran de qué están hablando. Antes de que lo estropeen todo.

Hoy sábado 16 de junio Javier Candeira presenta su trabajo ‘El Rei de la Casa‘ en el Dorkbot Madrid; la entrada es libre. Se trata de una reflexión desde el arte sobre los videojuegos, su impacto social y la propia sociedad. Hecha por alguien que de esto sabe. Además de ser un amigo.