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Una europea vergüenza

Gracias a la atenta vigilancia de Cory Doctorow desde BoingBoing descubrimos que el muerto que más veces ha sido matado en la historia de la legislación europea amenaza con regresar. Una vez más, y son incontables ya, se está intentando colar en la legislación europea las patentes de software, de matute y por la puerta falsa. Sí, las mismas patentes de software que han causado incontables problemas en donde existen; las mismas patentes de software que han sido torticeramente utilizadas para silenciar e intimidar a rivales comerciales; las mismas patentes de software que sólo favorecen a las grandes empresas multinacionales enzarzadas en estrategias de disuasión de tierra quemada. Pero, sobre todo, las mismas patentes de software que han sido rechazadas varias veces ya en distintos niveles del Parlamento y la burocracia europeas, en lo que supone un verdadero insulto al proceso democrático y a la inteligencia de la ciudadanía. ¿Es que los abogados de esta degenerada forma de propiedad industrial no tienen pudor ninguno? ¿Es que los políticos europeos carecen de sentido de la autopreservación?

Pero, sobre todo, ¿es que son completamente estúpidos? El intento de resucitar de estrangis las patentes de software en Europa resulta particularmente estúpido y patético ahora, cuando los innumerables problemas prácticos y legales que han provocado en la industria estadounidense han acabado por movilizar a las empresas y no sólo a los activistas, hasta el punto de que la mera idea de patentar ‘software’ o modelos de negocio está en serio proceso de revisión y es probable que resulten anuladas pronto. No se trata sólo de que decisiones individuales sean revocadas, o que haya problemas (que los hay) con la legalidad de miles de patentes estadounidenses por un descuido de procedimiento. No: la Corte de Apelaciones del Circuito Federal de Washington está examinando In re: Bilski, un caso concreto que generará jurisprudencia y que podría anular, o sustancialmente remodelar, la decisión judicial de 1998 que permitió que se patenten tanto modelos de negocio como programas. En otras palabras: ahora que los Estados Unidos están recuperando el juicio e intentan anular un error que les ha salido carísimo, Europa quiere repetirlo, burlándose además de la voluntad de sus ciudadanos y de las nefastas consecuencias que puede tener para su propia economía. Si éste es el nivel de inteligencia de la Unión, si de esta manera trata la voluntad de sus ciudadanos, no es de extrañar el auge del euroescepticismo. ¿No se le caerá a nadie la cara de vergüenza?

Imagen de Vampiro de David de la Luz, tomada de Wikimedia Commons.

Patentes y guerra nuclear

Con las patentes de software se repite el viejo proverbio: cuando los elefantes luchan quien muere es la hierba. La patente, un monopolio temporal del uso de un invento a cambio de su publicación, garantizado por el estado, no es mala, con las invenciones tangibles. Sólo se oponen a ellas quienes rechazan la idea misma de propiedad, o están en contra del estado. Pero en los EE UU un juez extendió las patentes al software y los modelos de negocio, y ahora se patentan cosas que no se pueden tocar. Hay oposición, y con buenas razones: las patentes de software se están concediendo mal, y las grandes empresas han creado arsenales de patentes disuasorias. Ahora ya no basta con tener una buena idea para montar un negocio: hacen falta abogados feroces y mucho dinero para defenderla. Los elefantes están empezando a hacerse la guerra entre ellos, y es nuclear: hasta a Microsoft le duele pagar una indemnización de 1.500 millones de dólares, como acaba de ordenarle un tribunal. Las patentes de software están empezando a costar demasiado dinero a la empresa estadounidense. Ya hay un fuerte movimiento de reforma de esta absurda idea de patentar lo intangible. Sentencias como ésta lo reforzarán; esperemos que además impidan que en Europa copiemos esta locura.