Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Entradas etiquetadas como ‘geologia’

Algo en el agua

Más de 200 personas vestidas de colores predeterminados, entre profesores y alumnos de Stanford; un campo despejado, una tarde entera de sábado sacrificada y, sin duda, muchísimas horas de trabajo previo. Todo ello para rodar un vídeo de 10 minutos de duración (disponible en otoño) que resumirá 500 millones de años de la historia de nuestro planeta, incluyendo la formación y sucesiva destrucción de supercontinentes, impactos meteoríticos, el movimiento de las masas continentales y hasta las mayores erupciones volcánicas. Representado por gente vestida de los correspondientes colores alusivos; camisas blancas bajo chaquetas negras, por ejemplo, para el grupo antártico, con el fin de permitirles cambiar de color con las glaciaciones. Eso es vocación de divulgación científica, y lo demás tonterías. El empeño está inspirado en una legendaria pantomima de 1971 sobre síntesis de proteínas que se produjo en el mismo campus universitario; como bien deduce el blog de ciencia ficción Io9, algo raro debe haber en el agua del norte de California… ¿será posible comprarlo?

Profundidad del tiempo

Es difícil para nosotros, humanos, darse cuenta de lo que significa el tiempo profundo, pero hay algunos lugares del planeta donde la eternidad puede contemplarse en directo. Uno de esos lugares es la Orilla Sur del Gran Cañón del Colorado. Tras atravesar kilómetros de elevada meseta cubierta de pinos, cuando nos acercamos al borde, la inmensidad de lo que se contempla abruma los sentidos; el aire ligero de los 2.000 metros de altitud y la falta de referencias se combinan para que el paisaje parezca plano, como un inmenso telón de teatro donde un pintor loco ha imaginado una feroz herida en la superficie de la Tierra; un desgarrón ciclópeo e imaginario. La primera mirada produce estupor, más que maravilla; la mente simplemente es incapaz de abarcar los tamaños, las distancias, las caídas que dibujan las rocas rojas sobre un cielo inmenso. Es un panorama abrumador al que ninguna imagen puede hacer justicia, para el que ningún relato te puede preparar. Entonces a un lado y otro uno contempla los acantilados verticales, quizá ve caer un guijarro rodando hacia el abismo, y contempla su caída. La mirada se dirige abajo, abajo, cada vez más abajo hasta que a un kilómetro de profundidad se divisan las perezosas aguas de un río color barro: el Colorado. Y se siente vértigo.

Sabemos que ese mecanismo, el desprendimiento de guijarros y su arrastre por el hoy perezoso Colorado, es lo que ha tallado el ingente conjunto de zanjas de un kilómetro de profundidad que es el Gran Cañón. Pero el volumen de material faltante desafía el entendimiento. ¿Cómo es posible que el lento desplomarse de piedras y las antaño anuales inundaciones del río sean capaces de completar tamaña excavación? La respuesta está en ese otro abismo, el tiempo. Nuevas dataciones publicadas en Science revelan que el Gran Cañón es más antiguo de lo inicialmente pensado: empezó a formarse hace 17 millones de años. Eso son 17 millones de temporadas de inundaciones primaverales, épocas de tormentas de verano, estaciones de heladas de invierno. Eso son 850.000 generaciones de un animal que viva 20 años por generación, como los humanos. Eso es tiempo profundo: suficiente como para que la acumulación de inundaciones y desplomes excave una inmensa herida e la corteza terrestre, y también para que los cambios de frecuencias de alelos entre distintas poblaciones transformen un mono arborícola primero en un mono bípedo y caminante, y más tarde en un mono que se cree sabio. El tiempo profundo es lo que transforma lo pequeño, baladí e inconsecuente en lo grande, importante y decisivo; lo que permite que las montañas crezcan, los mares se abran y las especies evolucionen. Un grano de arena aquí, una nueva variante genética allá, son poca cosa en el breve transcurso de nuestras vidas; incluso en el escaso alcance de nuestra historia. Pero en el tiempo profundo esos mínimos cambios tienen el poder de mover continentes y crear nuevas ramas de la vida. El abismo al que se asoma uno en el Gran Cañón, con ser un rasgo geológico joven, no solo produce vértigo por su altura: lo que estamos viendo es una representación que podemos entender de la profundidad del tiempo.

El hombre que comprendió el planeta

James Hutton no era precisamente guapo, a juzgar por su retrato [der.]. Escocés, nacido en pleno siglo XVIII, esta semana se conmemora su muerte en 1797 después de haber dado un paso de gigante en la comprensión humana de nuestro entorno. Hutton fue el primer hombre que miró a sus pies y empezó a comprender de qué manera funciona nuestro planeta: cómo las rocas nacen, se desarrollan y mueren. Incluso más importante fue que estableció un principio básico de la investigación geológica: que el presente es la llave del pasado. Es decir, que los mismos procesos que vemos hoy estuvieron activos hace años, y que entendiendo lo que pasa podemos comprender lo que ocurrió. Estrechamente vinculados a esta idea Hutton lanzó los principios del Uniformismo (los procesos geológicos son producto de causas activas hoy), del Gradualismo (los grandes resultados se producen por la adición de pequeñlas causas) y del Tiempo Profundo (la edad de la Tierra es enorme; mucho mayor de los pocos miles de años que se pensaba en su época). Sus ideas fueron también centrales para la teoría Plutonista de la historia de la Tierra: el planeta es cálido en el centro, y este calor es el motor de la actividad geológica.

Estas teorías le convirtieron en el Padre de la Geología, e influyeron de forma clave en otras disciplinas, como la historia de la vida. De hecho Hutton lanzó una versión temprana de la evolución por selección natural, aunque la complejidad de sus escritos hizo que tuviera poca influencia. Su radical gradualismo, sin embargo, se incorporó a la geología y la teoría evolutiva hasta el punto de rechazar durante mucho tiempo la existencia en el pasado de todo tipo de catástrofes. Sus aportaciones, rescatadas después de su muerte por investigadores como Charles Lyell, son especialmente interesantes porque las llevó a cabo como ‘amateur’, mientras se dedicaba como hacendado al cultivo de sus tierras. Sus observaciones de fenómenos como la famosa Discordancia de Hutton [imagen], en Siccar Point, o los granitos de Glen Tilt en las tierras altas escocesas y sus reflexiones sobre su significado eran su afición, no su profesión. Eran otros tiempos.

Gracias, Stranger Fruit (ScienceBlogs). Imágenes Wikipedia Commons