Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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Por fin, la civilización

Desde el día de hoy podemos afirmar sin temor a la exageración que somos un planeta civilizado. Porque según las estimaciones de demógrafos de las universidades Estatal de Carolina del Norte y de Georgia, hoy es el día en el que por primera vez en la historia hay más gente viviendo en ciudades que en el campo. La población urbana ha superado en número a la rural por 3.303.992.253 a 3.303.866.404; todo ello calculado mediante extrapolaciones de ritmos de crecimiento promedio provenientes de estadísticas. O sea, que el día real habrá sido hace dos meses o será dentro de dos meses, dadas las incertidumbres, pero como fecha icono nos sirve. La especie humana ha alcanzado la civilización. Y el fenómeno no es baladí.

Para empezar, no tiene precedentes históricos: hasta ahora la mayoría de la población vivía en el campo, dispersa en densidades de población relativamente bajas. La concentración en ciudades permite liberar población del laboreo de la tierra, lo cual favorece la aparición de oficios y técnicas especializadas, desde el joyero al administrativo, el restaurador o el bombero; favorece también el intercambio de ideas y todo lo que ello conlleva. Por eso ‘civilización’ viene de ‘civitas’, ciudad en latín; porque las artes y las ciencias son mucho más difíciles en dispersión. Pero esa concentración no sale gratis: al reunir en un pequeño área a miles o millones de personas la presión sobre los recursos y sobre el medio ambiente se multiplica.

Todo lo necesario para la vida, como alimentos o manufacturas, hay que transportarlo hacia la ciudad, lo cual tiene sus propios costes económicos y ecológicos que los países más pobres (donde se está concentrando el crecimiento poblacional urbano) no están en condiciones de soportar. Surgen así áreas sin ley dentro de las megalópolis, donde entidades no estatales plantan cara a los gobiernos legítimos incapaces de cumplir con sus obligaciones. Incluso en términos bélicos el cambio es significativo: en Irak estamos viviendo una de las primeras ‘guerras ciudadanas’ totales, en las que los combates se producen sobre todo en las calles y no en campo abierto. Desde hoy, con sus ventajas e inconvenientes, éste es nuestro futuro: un planeta civilizado. Que nos sea leve.

Imagen de Shanghai, China, tomada de Wikipedia.

Un poco de cultura digital

Según cifras recientes el 40% de los hogares españoles tiene ya conexión a Internet; y eso quiere decir que poco a poco nos incorporamos al presente. El público en general está descubriendo las verdaderas ventajas que tiene la Red, rechazando los tópicos y adquiriendo una cierta cultura digital. Pero el creciente grado de penetración social no es suficiente: hay que mejorar la cultura digital. Y no sólo en España. En un reciente y surrealista experimento más de 400 personas entraron en un anuncio de Google que proclamaba: ‘¿Está su PC libre de virus? Inféctese PINCHANDO AQUÏ‘. Y si el experimento es un tanto bobo, lo cierto es que miles de personas siguen cada día abriendo archivos adjuntos sospechosos o visitando páginas web que les llegan en un ‘spam’ (correo basura), recibiendo así molestas infecciones de virus informáticos en sus ordenadores. Un mínimo de atención y prevención evitaría un sinnúmero de problemas. Si vamos a vivir en el futuro digital, tendremos que aprender sus normas.

El futuro oscuro

El ejército británico analiza el futuro para anticipar las amenazas contra las que deberá enfrentarse. Y descubre que el mañana será complicado y peligroso, repleto de riesgos aterradores. Armas de pulso electromagnético capaces de borrar de un plumazo toda información digital en un entorno, como una ciudad, para 2035. Armas de neutrones con las que eliminar toda vida humana dejando edificios e infraestructuras intactas, especialmente útiles para la limpieza étnica ‘extrema’. La aparición de robots en los campos de batalla. El uso de armas biológicas, químicas o nucleares en ataques terroristas. ‘Chips’ implantables en el cerebro capaces de conectar a la persona con redes de comunicación que permitirán la convocatoria de ‘flashmobs’, multitudes instantáneas, con fines nefandos… Ninguna tecnología que la ciencia ficción más despabilada no haya previsto, con creces, hace décadas ya. Aunque serán nuevos y hoy impensables desarrollos los que más desestabilicen.

Los militares tienen fama de prepararse para la guerra anterior, y las predicciones sobre el futuro desempeño de sistemas de armas han sido habitualmente risibles (en vísperas de la Segunda Guerra Mundial los tanques parecían cosa de risa y los acorazados eran invulnerables a los aviones). Otros apartados de la bola de cristal del ejército británico, en cambio, dan más miedo. Cosas como el creciente poderío del islamismo radical, con la posibilidad real de termine por hacerse con Arabia Saudí, la reserva mundial de petróleo; la posible radicalización de las clases medias y la aparición de conflictos entre comunidades en las megaciudades; el ascenso militar de China e Irán, templados por presiones democráticas internas; los cambios demográficos que aumentarán el poderío de Oriente Medio y reducirán el europeo… El terrorismo seguirá siendo una táctica común, con la posibilidad de que se desarrolle una internacional terrorista con objetivos diferentes pero métodos similares y apoyo mutuo. El cambio climático y la presión demográfica sobre los recursos provocarán nuevas tensiones. En términos simples pequeños grupos de personas tienen hoy poderes que eran hasta hace poco privativos de grandes multinacionales o gobiernos estatales. Y eso tiene consecuencias buenas, y también malas. Los militares británicos parecen dispuestos a prepararse para las malas. El resto también debiéramos hacerlo, porque el futuro oscuro es también el nuestro.