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Contra el pánico, transparencia

Cuando la Reserva Federal estadounidense (la ‘Fed’; lo más parecido a un banco central allí) recortó sustancialmente los tipos de interés, su intención era revitalizar las cotizaciones bursátiles y animar la economía. Lo de la economía ya se verá, porque los recortes de tipos tardan en hacer efecto, pero desde luego el apuntalamiento de las bolsas no lo ha conseguido. De hecho la contundencia de la actuación de la ‘Fed’ puede haber tenido el efecto contrario: deprimir aún más las bolsas mundiales. Y ello por un retorcido, pero lógico, razonamiento: el recorte puede haber provocado un cierto pánico financiero precisamente por su intensidad (0,75 puntos, el triple de los habituales). ¿De qué manera algo que anima, y mucho, la economía provoca pánico, y cómo se puede evitar?

La causa del pánico es la opacidad, y la única cura es la transparencia. Los mercados asumen que la ‘Fed’ tiene más y mejor información que ellos mismos, porque el control de la información ha sido desde siempre un elemento vital del poder, también (especialmente) del financiero. Y si la ‘Fed’ que tiene mejor información, recorta brusca e intensamente los tipos, sigue el razonamiento, será porque saben que algo malo viene; luego lo más racional será vender. Un economista podría revestir la idea de sofisticados cálculos y precisas ecuaciones, pero la clave es ésa: los mercados interpretan la fuerte reacción de la ‘Fed’ en función de su privilegiada información, y reaccionan ante lo que no saben. La tradicional ocultación de datos sirve en este caso como disparador del miedo, porque lo que no se conoce, se teme. La única forma de evitar este tipo de reacciones (enteramente racionales, por cierto, en vista de la historia) sería la transparencia. Si todos disponemos de la misma información, nadie tiene miedo de ser el último en enterarse, y todos pueden calcular sus riesgos. La información evita el miedo, y ya se sabe: el miedo mata la mente… y las economías.