Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Archivo de marzo, 2008

Desliz freudiano

Cuando uno realiza una acción o dice una palabra que sin querer revela lo que se piensa de modo inconsciente, se habla de ‘Desliz freudiano o parapraxis. Justo esto es lo que le ha pasado a la industria fonográfica estadounidense, que con una simple propuesta ha traicionado lo que en el fondo le gustaría que ocurriese en el futuro. Que es simple: quieren que todos les paguemos un impuesto, a través de los proveedores de acceso a Internet. Según este esquema, su telefónica le cobraría a usted unos euros al mes que luego le entregaría a las fonográficas, y a cambio tendría derecho a toda la música que quisiera escuchar. O que no quisiera, porque todo el mundo pagaría la tasa en cuestión. Si a alguien le suena esta idea, es por algo: es una traslación estadounidense del canon digital español, pero a favor de las empresas fonográficas y no de los artistas. Así que habría que ir apilando nuevos impuestos para satisfacer a todos los escalones de implicados en una industria agonizante. Si la idea se concreta, luego habría que ir preparando un canon para compensar a los fabricantes de agua embotellada por el agua corriente en las casas. Y después para los bares de oxígeno, y que todo ese aire gratis no les arruine el negocio. La industria fonográfica lo que quiere es un impuesto privado, como todos. Bueno, como todo el que tiene mucho morro.

¿Qué es una noticia?

Estos días se celebra en Huesca el noveno Congreso de Periodismo Digital y cientos de profesionales discutimos sobre medios, sobre el viejo oficio de la prensa, sobre la eterna crisis de la profesión y su inminente desaparición a manos del monstruo de Internet. Entre un suave y perpetuo susurro de teclas (más de 100 ordenadores conectados al mismo tiempo) directores, redactores, becarios y analistas intentan inventar el periodismo de mañana y para ello mastican ideas como la organización de las redacciones, la publicidad en la Red, la adecuada formación del periodista digital, la rentabilidad (o la falta de ella) de los nuevos medios… Como en cualquier reunión gremial, los cotilleos y las novedades de empleos y proyectos ocupan los tiempos de pasillo. Y ahora la negra nube de una sensación de crisis inminente ayuda a centrar el discurso y el debate. Los periodistas más implicados en el mundo digital están (estamos) preocupados por el futuro de la profesión. Vehementemente preocupados.

Lo que está ocurriendo en el mundo de la publicidad, una de las principales fuentes de ingresos de las empresas periodísticas, es una revolución. Las empresas necesitan conectar con su público potencial para ofrecerle productos y servicios, y los medios tradicionales (prensa, radio, televisión) se muestran cada vez menos capaces de cumplir ese papel vital. La parte más interesante de ese público, la gente más joven y con mayor poder adquisitivo, ha desaparecido de las audiencias. Los anunciantes recurren cada vez más Internet como canal, pero sus inversiones van a buscadores como Google o a otros sistemas de publicidad contextual, más económicos y rentables, y no a las páginas web de los medios. Los blogs, las redes sociales y otros sistemas de autopublicación del estilo de YouTube abren la puerta a que millones de personas se expresen, democratizando la difusión de información. La Red crece vertiginosamente y el público de los medios digitales también, pero más despacio; la vanguardia del avance de Internet no está ocupada por la prensa profesional. El hueco entre los medios profesionales y el futuro parece aumentar, y no reducirse. Los periodistas temen por sus empresas, por sus productos, por su profesión, y buscan soluciones. Está en duda saber qué es un medio, cuál es el trabajo del periodista, de qué forma se financia la información, cómo se relaciona el periodismo y los nuevos fenómenos de la Red. Y no hay muchos avances. El problema, tal vez, es que no somos lo bastante radicales. Porque cuando los problemas son tan graves como los que tiene esta profesión, hay que resolver las crisis desde la raíz.

Y la raíz del periodismo, lo que nos funda y define, es la noticia: el elemento básico que constituye los medios, la unidad mínima e irreductible de información cuya construcción es la esencia de la profesión periodística. Solo que ni siquiera tenemos demasiado claro lo que es o no es una noticia en el nuevo entorno digital.

Hay muchas formas de definir lo que es una noticia. Una de las clásicas, proveniente del periodismo de investigación, define noticia como algo que alguien quiere ocultar; otra sería considerar noticia cualquier sucedido lo bastante interesante, aunque eso nos pone ante otro problema, que es el de la selección; ¿qué significa ‘lo bastante interesante’?. El cómico estadounidense Seinfeld se maravillaba en una de sus bromas de que en el mundo ocurra cada día el número exacto de noticias para llenar The New York Times: la cuestión, claro está, es la selección. Pero los criterios de selección están basados, al menos en parte, en el espacio disponible en un periódico o informativo de radio y televisión, un problema que Internet (en principio ilimitada) no tiene. La voz de los blogs (¿son noticias los ‘posts’?) y de sistemas de clasificación como Menéame o Barrapunto nos indican que nuestros criterios profesionales no siempre encajan con lo que los lectores quieren. La estructura misma de la noticia se basa en la llamada ‘pirámide invertida’, un concepto con raíces en la época de las linotipias y la impresión con plomo. El modo de contar las noticias ha dependido siempre de los límites de sus diversos soportes: el papel no podía usar vídeo o audio, la radio no podía usar fotos ni aguanta textos largos, como le ocurre a la televisión. La limitación de la competencia, derivada del enorme coste de la impresión y distribución de los periódicos impresos (o de las redes de repetidores electrónicos de radio y televisión) forzó la aparición de un cómodo oligopolio en el que diferentes empresas en competencia no innovaban en exceso para evitar complicar las cosas al sector entero. La esencia de lo que es o no es noticia y cómo se construye ha dependido hasta ahora de la estructura física de los medios. Y hoy ese sustrato ha cambiado, con la Red.

En Internet, por primera vez, tenemos capacidad infinita y la posibilidad de utilizar todos los medios (audio, vídeo, foto, texto) para contar una historia. Es posible ampliar hasta el infinito la información relacionada mediante enlaces; podemos utilizar bases de datos y hacerlas cantar, y podemos reutilizar y volver a poner en valor información del pasado. Tenemos la posibilidad de construir noticias en las que estén integrados todos los formatos según las necesidades de la historia a contar; en la que el contexto esté integrado mediante enlaces; en la que la información complementaria esté buscada y valorada por el periodista, para ahorrar al lector el trabajo de buscarla; en la que sea el usuario el que decida hasta qué profundidad desea navegar, y sea el trabajo del periodista el que ofrezca todas esas posibilidades. Hablamos de periodismo de enlaces, de pirámides infinitas, de noticias vivas que no son productos finales, sino que van evolucionando con el tiempo y con la aparición de nueva información. Hablamos de información sin noticias, de bases de datos noticiosas, de infografías y animaciones diseñadas para facilitar la comprensión de información. Hablamos de una noticia diseñada no sólo para comunicar lo nuevo, sino para ofrecer toda la ayuda posible a la comprensión.

La infinita competencia de blogs, páginas web empresariales, proyectos de conocimiento libres como Wikipedia, chats, foros y redes sociales ofrece un variadísimo ecosistema rico en posibilidades de enriquecimiento de la información. Nunca en la historia ha habido un potencial tan grande para la innovación y la mejora de los productos informativos. los límites que nos ataban han desaparecido. Los periodistas, los medios, podemos contar lo que queramos y como queramos. Y sin embargo seguimos contando todos lo mismo de la misma forma. Atados a un concepto de noticia que tiene sus orígenes en limitaciones tecnológicas del siglo XIX, la profesión entera parece incapaz de superar los estrechos muros que empequeñecen nuestros productos, y en última instancia nuestras empresas y nuestra profesión. Si no somos capaces de reinventar la noticia misma, si no sabemos adaptar a la nueva realidad la unidad básica de nuestra profesión, nos habremos merecido lo que nos ocurra. Que será primero la quiebra, y más tarde la irrelevancia.

Los bien expulsados

Los creacionistas estadounidenses se quejan de que sus opiniones ‘científicas’ no son respetadas por las universidades de aquel país. Lo cual viene a ser como quejarse de que el Vaticano no te cede sus púlpitos para extender la Teoría de la Evolución por Selección Natural, o exigir a grandes voces igualdad de trato en las cátedras de Matemáticas para la idea de que Pí es igual a tres. El hecho de que su versión descafeinada del creacionismo bíblico conocida como ‘Diseño Inteligente’ no sea una teoría científica en absoluto no les detiene, sino que traiciona su intencionalidad política: el verdadero objetivo es introducir ideas de origen religioso en las clases de ciencias. En cualquier caso, y para denunciar que el ‘aparato’ cientifista les discrimina, un grupo de defensores del ‘Diseño Inteligente’ han rodado una película titulada ‘Expelled!‘ (expulsado), en el que detallan la presunta discriminación contra sus ideas. Y para reforzar sus denuncias de que ‘la ciencia’ no les permite hablar, lo estrenan impidiendo la entrada al estreno a un conocido ‘blogger’ por el pecado… de oponerse a sus ideas.

Es decir, que en el estreno de un documental que trata contra la discriminación por razón de opinión, se discrimina por razón de opinión. La ironía es más que evidente; y no es divertida. Porque hablamos de un rasgo esencial de este movimiento, algo que está en su misma raíz: para obtener sus objetivos políticos, que consideran paradigma de bondad, vale cualquier cosa. Retorcer citas, negar la evidencia, argumentar torticeramente, acusar en falso, practicar lo contrario de lo que se predica. Todo vale, porque son creyentes en guerra por su religión, no científicos en búsqueda de la verdad. Lo cual demuestra que los productores de ‘Expelled!’ no tienen razón: su exclusión es más que merecida, y no se debe a la impopularidad de sus opiniones, sino a que lo suyo no es ni pretende ser ciencia. Su lugar está en las parroquias, dando catequesis, y no en las clases de biología. No se trata de censura, sino de mala clasificación: la religión no pertenece a los cursos de ciencias. Así de simple.

Corregidas algunas erratas el 26/3/2008; gracias, Heli.

A través de la Gran Muralla

En tiempos era fácil llevar una dictadura. Bastaba con definir unas frontera, guardarlas con celo y violencia, y asegurarte de que nada ni nadie pudiera cruzarlas sin control; personas, bienes o ideas. Lo que después hicieras dentro de esas fronteras quedaba en casa; podías amenazar, ejercer violencia, aplastar el pensamiento disidente o incluso asesinar a millares, o a millones con total impunidad. Total, ¿quién se iba a enterar? Los de dentro, seguro, pero ésos estaban a tu merced… Los gobiernos totalitarios valoran tanto su intimidad que hacen grandes inversiones para mantenerla. Por ejemplo el Telón de Acero que antaño dividía Europa costó un dineral, como en su momento la Gran Muralla China. Hoy el gobierno chino intenta cuadrar un círculo con Internet: permitir y fomentar su uso para desarrollar la economía, pero sin que se instaure el libertinaje electrónico. En Tíbet les está saliendo fatal: gracias a la Red y los teléfonos móviles los incidentes en esta región se están dando a conocer en todo el mundo, a pesar del carísimo sistema de censura conocido como la ‘Gran Muralla electrónica’. Y es que Internet interpreta la censura como daño; la información siempre encuentra el modo de cruzar cualquier Gran Muralla. Gracias a eso, todos somos más libres.

La muerte y el ‘Mayor X’

Antoine de Saint Exupéry fue un gran literato, un notable aventurero, un enamorado del aire, y un piloto regular. Vástago de una familia francesa de rancio abolengo venida a menos. El autor de ‘El Principito’, ‘Vuelo Nocturno’, ‘Tierra de Hombres‘ y otros muchos relatos maravillosos tenía en su haber 6.500 horas como piloto en circunstancias y lugares muy variados y con gran diversidad de aparatos. Había abierto nuevas rutas en el Mediterráneo, África y Sudamérica; había sido piloto de combate y postal, había llevado pasajeros y carga y había volado por vicio y por aventura. También se había estrellado en numerosas ocasiones, en alguna de las cuales estuvo a punto de perder el pellejo, y tenía fama de distraído y alocado en la cabina. Saint Exupéry, ‘Saint Ex’ para sus amigos, era un romántico de la aviación temprana que deploraba el elitismo y la excesiva vocación técnica que se iban ya convirtiendo en el estándar de la aviación comercial que hoy conocemos. Amaba volar y el cielo y era un famoso escritor, pero como aviador era un desastre.

Cuando en mayo de 1942 se incorporó al Groupe de Reconnaissance GR II/33 de la Francia Libre en el norte de África, era además un piloto en decadencia. El escritor conocía el pesado aparato de reconocimiento francés Bloch 174, derivado de un bombardero ligero, que equipaba a su escuadrón; con él había combatido en 1940, durante la invasión alemana. Pero las secuelas físicas y los intensos dolores que le habían dejado de recuerdo sus numerosos accidentes se complicaban con su edad (44 años; los pilotos estadounidenses dejaban de combatir a los 33), y una intensa vida social con gran consumo de alcohol. Esto contribuyó a una serie de accidentes que le sacaron varias veces de la línea de vuelo y le amargaron la vida. Poco después de incorporarse a su unidad en Argelia destrozó un Bloch 174 al olvidarse de bajar el tren de aterrizaje. Debido a éste accidente y a su edad y fama al principio ni siquiera fue considerado para la transferencia al nuevo F-5, versión de reconocimiento del P-38 Lightning que reemplazó al Bloch 174, ya que el avión estadounidense era bastante más rápido y complicado de pilotar. Los estadounidenses no iban a molestarse en entrenar a un vejestorio que tendía a estrellar aviones. ‘Saint Ex’ pasó a la reserva.

Lo que nuestro creador no tenía como piloto lo tenía como famoso: amigos e influencia. Empeñado en volver al combate, su estancia en los EE UU le había hecho popular allí, y el peso de algunas de sus amistades de esa nacionalidad resultó vital para que finalmente le permitieran realizar la capacitación y reincorporarse a su unidad. Sin embargo el ‘Mayor X’ (como le llamaban los estadounidenses, incapaces de pronunciar su apellido) tuvo problemas con la adaptación al avión. La angostura de la cabina y sus achaques le hacían insoportables los largos vuelos de reconocimiento. Por un error suyo tuvo que abortar una de sus primeras misiones, volviendo con un motor parado por falta de combustible. A veces confundió los destinos y fotografió áreas diferentes a sus objetivos marcados. El 1 de agosto de 1943 a la vuelta de una misión frenó demasiado tarde durante el aterrizaje y se salió de la pista, dejando inservible el avión. Nuevamente el autor francés fue separado del servicio, sin que sus malas relaciones con De Gaulle contribuyeran a mejorar su situación. Parecía que esta vez iba a ser con carácter definitivo, y a pesar de sus grandilocuentes declaraciones (‘quiero morir por Francia’, repitió en su multitudinaria cena de despedida), el ‘Mayor X’ se quedó en tierra. Su depresión se agravó, y empezó a beber en exceso.

Su intensa vida social y sus amistades bien situadas, en este caso literarias, tardaron en hacer efecto, pero al final el escritor regresó al servicio en mayo de 1944. Se dice que su comandante y amigo René Gavoille temía que se suicidara; así es como el ‘Mayor X’ ocupó la cabina del F-5 apodado ‘Peggy Back’ a las 0900 del 31 de julio de 1944, para repetir una misión de reconocimiento en la zona de Annecy-Grenoble. La última ironía es que los alemanes apenas tenían cazas en aquel área y momento. Los aliados habían barrido del cielo a los alemanes, concentrados en el baldío intento de contener la bolsa de Normandía. La poca actividad germana en el área eran aviones de reconocimiento que intentaban descubrir los preparativos del inminente desembarco en el Sur de Francia. El avión apareció el año 2000 cerca de Marsella, incomprensiblemente lejos de su objetivo. Tampoco tiene sentido la reciente reivindicación del derribo por parte de un piloto de caza alemán, ya que su descripción del incidente, con un F-5 francés volando a baja altura, no se corresponde con la misión. La secuencia de acontecimientos sugiere que ‘Saint Ex’, harto de la guerra y quizá de sí mismo, demasiado viejo y romántico para el avión que pilotaba, se desvió para acercarse a su región natal, tal vez para morir a la vista de Francia. Quien sabe si lo hizo a propósito o si resultó víctima de la anoxia, un conocido riesgo de las misiones de reconocimiento; lo que sí parece claro es que al »Mayor X’, romántico incurable, piloto mediocre y escritor extraordinario, le rondaba la muerte antes incluso de que el piloto alemán acabase con su miseria a la vista de las costas de su niñez.

La Cienciología contraataca

Cuando te autodenominas Anonymous se supone que consideras tu privacidad como un valor importante. Así que los últimos contraataques de la Iglesia de la Cienciología contra el grupo que les ha enfilado tienen sentido. Elementos relacionados, según ellos, con la Cienciología han usado YouTube para distribuir vídeos en los que sacaban a la luz los nombres y apellidos de algunos de los miembros de Anonymous, mientras en los EE UU la propia Iglesia procuraba paralizar por orden judicial la siguiente ronda de protestas frente a sus sedes, usando de paso los papeles legales para identificar a sus rivales (equivocadamente, en algún caso). La controvertida Iglesia de la Cienciología lleva sufriendo el ataque de un disperso grupo de activistas basados en la Red autodenominado Anonymous desde hace meses. El grupo ha lanzado ominosos vídeos de denuncia y ha convocado protestas ante las sedes de la iglesia fundada por L. Ron Hubbard en todo el mundo, con cierto éxito. El enfrentamiento se está convirtiendo en un test de la viabilidad de Internet como vehículo político global, algo así como la Primera Guerra de Internet. Y parece que va para largo.

Añadidos un par de enlaces el 18/3/2008.

Cuando la religión ataca

El creacionismo, y su reciente variante el diseño inteligente, no son teorías científicas, ni tan siquiera dogmas religiosos: son ideologías políticas. Se trata de utilizar la Teoría de la Evolución por Selección Natural, una parte mal comprendida y fácilmente caricaturizable de la biología, como espolón y vanguardia de un avance de la teocracia. Pues no otra cosa que teocracia es imponer por ley la enseñanza de doctrinas religiosas en las clases de ciencias, es decir, prevalerse de los mecanismos educativos del estado para imponer creencias religiosas en el ámbito público. El objetivo final es que sean las religiones las que decidan qué es lo que se enseña y (sobre todo) qué es lo que no se enseña en la escuela pública. Pura teocracia: el gobierno de los religiosos.

Un ejemplo: hace hoy 83 años el congreso del estado de Tennessee aprobó la Ley Butler, que prohibía en las escuelas financiadas con fondos públicos la enseñanza de «cualquier teoría que niegue la historia de la Creación Divina del Hombre como se enseña en la Biblia, y enseñar en su lugar que el hombre desciende de animales inferiores’. Un profesor que fuese hallado enseñando evolución humana (el resto de los seres vivos sí que podían, al parecer, evolucionar) sería multado con entre 100 y 500 dólares por cada ocasión, un dinero en la época. Ésta es la ley por cuya violación fue juzgado en 1926 el entrenador y profesor interino John Scopes en el que pasaría a la historia como el ‘Proceso Scopes‘ (o el Juicio del Mono), dramatizado en obras teatrales y películas como una lucha entre el oscurantismo y la racionalidad que acababa ganando el lado de la ciencia, con la inestimable ayuda del abogado interpretado por Spencer Tracy en la famosa versión fílmica. En la realidad Scopes fue declarado culpable de violar la Ley Butler, aunque posteriormente el Tribunal Supremo de Tennessee anuló la sentencia por un tecnicismo, lo que se interpretó como una victoria de los partidarios de la evolución. Sin embargo la ley fue explícitamente declarada constitucional, y estuvo en vigor en el estado hasta 1967.

Contrariamente a lo que dicen, la actual ofensiva de los partidarios del llamado diseño inteligente no basa su vehemencia en nuevos descubrimientos, sino en una nueva urgencia proselitista. Quienes rechazan la evolución no es que estén convencidos de que la teoría científica es más o menos insostenible; lo que desean es abrir una puerta a la teología en las escuelas estatales, introducir una cuña que sirva para que la religión vuelva a dominar los currículos escolares, decidiendo así qué materias deben formar parte de la educación del ciudadano medio. El visceral rechazo a las tesis neodarwinianas enmascara una intencionalidad política, una clara ofensiva teocrática, y así está muy lejos de querer conocer mejor el universo o sus mecanismos. Como los legisladores de Tennessee en 1925, los creacionistas (de toda religión, con frecuencia aliadas) no quieren saber más, sino mandar más: dar un paso hacia el régimen político teocrático que en el fondo algunas personas religiosas piensan es la única forma legítima de estado. La defensa de la evolución es así una obligación no sólo científica, sino cívica: una forma de rebelión contra el avance de la teocracia. Porque si permitimos que los libros sagrados decidan cómo es nuestra realidad, acabarán decidiendo cómo debemos vivir nuestras vidas. Y la historia demuestra que cuando las religiones mandan, los pueblos sufren y mueren.

Tiempo de fans

Las grandes obras de la literatura y el cine no pertenecen tan sólo a sus autores: también son de sus fans. El gran poder cultural y económico de La Guerra de las Galaxias, Harry Potter, El Señor de los Anillos o Perdidos se deriva de que millones de personas se identifican con estas historias, las hacen suyas e incluso las viven con pasión. Una de estas sagas bendecidas por el amor de multitudes es la clásica Star Trek, que gracias a este persistente cariño ha sobrevivido decenios y dado lugar a múltiples películas y series de televisión descendientes de la primigenia; este año se estrenará una nueva película. Resulta que un capítulo de una serie descendiente de Star Trek ha sido nominada para un Nebula, los Oscar de la ciencia ficción: un capítulo de Star Trek: Phase II, notable porque es obra de aficionados. Los fans, así, no se han limitado a seguir el universo de Star Trek, sino que lo han hecho suyo y ampliado más allá de los deseos de sus creadores y propietarios. Porque sienten como propio ese universo, y quieren participar. Y porque se ha terminado la idea del consumidor pasivo de información: ahora todos los fans quieren también ser creativos.

No manipularás ADN

La Iglesia Católica se moderniza; tradicionalmente despacio, pero se moderniza. Dentro de esta carrera hacia el presente la jerarquía vaticana ha hablado de remozar el clásico listado de los pecados más importantes, añadiendo unas cuantas infracciones nuevas a la voluntad de dios castigadas, en principio, con el Infierno eterno. Algunos de los nuevos pecados no dejan de ser curiosos, como la injusticia económica y política, que de haber entrado en vigor antes hubiese condenado a millones de católicos que deben hollar hoy el Paraíso gracias a este retraso. Otros parecen obvios, como que la agresión a la creación de la divinidad en forma de deterioro ambiental deba castigarse con la máxima pena. Y por fin otros tienen que ser producto de la ignorancia o el error, como es considerar pecaminosa en sí misma la manipulación del ADN. Condenando así al fuego eterno a miles de científicos que manipulan ADN todos los días en su investigación. Los pecadores.

La ingeniería genética consiste en una serie de técnicas para introducir genes en el genoma de seres vivos, y para activarlos o desactivarlos a voluntad. Una aplicación posible de estas técnicas es introducir con rapidez y precisión genes ajenos con el fin de proporcionara un ser vivo cualidades nuevas, reemplazando al tradicional método de la crianza selectiva, mucho más lento e impreciso. La creación por estos procedimientos de seres vivos trangénicos es considerada una abominación por muchos (desde ecologistas a luditas, pasando por algunas confesiones religiosas), ya sea por el peligro de contaminacion de los genomas naturales, por el temor a efectos secundarios imprevistos o por una generalizada repugnancia ante la idea de modificar seres vivos. En muchos casos esta repugnancia tiene bases religiosas; siempre es profundamente conservadora, en el sentido de opuesta al cambio, y en ocasiones bordea el rechazo de la tecnología misma o del modo de vida de occidente. Pero éste no es el único uso de la ingeniería genética. Mucho más habitual es emplear estas técnicas para analizar la función de genes concretos en los seres vivos. El dónde, cuándo y en qué orden se activan los genes determina todo el funcionamiento de los seres vivos, desde su nacimiento, durante todo su crecimiento y hasta su muerte. La manipulación de ADN es así una herramienta más de investigación científica, una forma de aumentar el conocimiento que tenemos los humanos sobre el Universo de lo vivo. ¿Permitirá la Iglesia Católica investigar a los científicos que usan esta técnica como herramienta, o les condenará como contrarios a la ley divina? Y si es así, ¿aceptará la práctica, dentro de 360 años?

El día que todo pudo cambiar

Hace 2.249 años cambió la historia para siempre; como, por otra parte, ocurre todos los días. Pero el 10 de marzo del 241 antes de Cristo lo hizo de una forma espectacular. Porque en aquel día se enfrentaron cerca de las Islas Égadas, en la punta occidental de Sicilia, las fuerzas navales de la República de Roma con la flota cartaginesa. Y los cartagineses resultaron espectacularmente derrotados; tanto, que pidieron la paz a Roma y aceptaron sus draconianas condiciones. Así acabó la Primera Guerra Púnica, y la dominación cartaginesa del Mediterráneo; así empezó a existir el Mare Nostrum, y se sembraron las semillas de la Segunda Guerra Púnica, que habría de acabar con Cartago. Y así cambió para siempre el rumbo de lo que hoy llamamos Occidente. Porque si las guerras entre Roma y Cartago hubiesen tenido otro final, nuestro pasado habría sido muy distinto, y por tanto nuestro presente sería fundamentalmente otro. Aquella batalla marcó todo el futuro, incluyendo nuestro presente.

Cartago era una sociedad muy diferente a Roma, y de haber prevalecido nosotros seríamos muy diferentes a como somos hoy. El imperio cartaginés era sobre todo comercial, y su amplia influencia la ejercitaba a partir de la economía. Su estructura política era mucho más oriental y mucho menos democrática que la romana, por entonces una bulliciosa república, al menos en la civitas. Y sin embargo la ‘democrática’ Roma tenía un fuerte impulso expansivo e imperial, acompañado de una determinación rayana en la obsesión: la armada que derrotó a la flota cartaginesa en las Islas Égadas era la tercera construida por Roma después de que una primera fuera capturada en Lipara y una segunda destruida por el combate y una tormenta en Drépano. Los romanos, que hasta entonces no habían tenido necesidad de una marina de guerra, copiaron los barcos cartagineses y griegos y aprendieron a utilizarlos a base de perder naves en tormentas, hasta que a la tercera flota, tras perder cientos de naves y miles de hombres, vencieron. Incluso se permitieron el lujo de dar lecciones a los arrogantes cartagineses, confiados en su dominio de las fuerzas navales, al innovar más y mejor que ellos inventando el corvus, una nueva estructura y modo de combate marítimo que desequilibró la balanza a favor de Roma en batallas como la de Milas (la primera victoria naval romana) y el Cabo Ecnomo. Para cuando las flotas se enfrentaron en las Islas Égadas los romanos habían ya descartado el corvus, demostrando su flexibilidad táctica, y también aprendido a navegar en el Mediterráneo con seguridad, lo que luego sería la espina dorsal del Imperio. Asimismo habían demostrado otra de las características que les acompañaría en toda su historia, y que heredaríamos nosotros, los occidentales: la férrea voluntad de someter al enemigo, al ofrecer a Cartago condiciones tan duras tras aplastar a su ejército de tierra en Adis que los norteafricanos prefirieron seguir combatiendo. Lo cual no les sirvió de mucho, ni en la Primera ni en la Segunda Guerra Púnicas; tras sucesivas derrotas Cartago fue literalmente arrasada hasta los cimientos por los romanos, para los cuales sólo había dos alternativas: la sumisión, o la muerte. De estos mimbres estamos hechos sus descendientes.