Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Archivo de febrero, 2008

El cumpleaños de Supermán

Al contrario que en la época Romántica, con su rechazo a la modernidad y a la máquina, a principios del siglo XX se vivió un verdadero fervor pro tecnología. Se pensaba que las máquinas iban a aliviar todos los males de la Humanidad; hasta los poetas futuristas loaban el triunfo de lo artificial. No es extraño que en esos años, tal día como hoy, llegara a la Tierra Supermán: el superhumano, el hombre capaz de vencer a la máquina. Más rápido que una bala, capaz de adelantar a un tren o de volar por sí solo, Supermán es una sublimación que corrige todos los defectos del humano normal, evidentes en un mundo de automóviles, aviones, ametralladoras y máquinas de vapor. Una sublimación con un peculiar sentido estético a la hora de ponerse la ropa interior.

Supermán es un humano que supera en todo a las máquinas, y al mismo tiempo es algo máquina él mismo: no por nada es conocido como ‘El Hombre de Acero’ (sin relación alguna con el otro portador de similar apodo). La necesidad de mantener una doble identidad, lo que implica mentir a todos los que están a su alrededor, no sólo complica enormemente su vida amorosa, sino que le dota de una cualidad paradójica, porque los buenos no mienten. Tal vez para evitar esa paradoja tanto Clark Kent, su alter ego humano, como el propio Supermán resultan poco expresivos y nada dados a la instrospección. Casi como robots llevan a cabo su trabajo, ya sea practicar el periodismo, ya sea evitar que se estrelle un tren, reflotar un barco o impedir el atraco a un banco. Sin emoción, sin los conflictos morales que llevarían a la desesperación y la angustia de superhéroes posteriores, sin dudas sobre la esencial bondad de sus acciones; Supermán es más supermáquina que superhombre, una especie de versión corregida del desdichado monstruo de Frankenstein. Y como tal, sólo podía nacer en una época donde la tecnología se veía como parte de la solución, y no como casi el principal problema. Qué tiempos aquellos…

Matar el mar, matar el planeta

El nombre de nuestro planeta está mal, dice una vieja picardía; no debería ser ‘Tierra’, sino ‘Océano’. Al fin y al cabo siete décimas partes del globo están cubiertas de agua, en muchas zonas de más de dos kilómetros de profundidad (y en algunas, hasta 11 kilómetros). Durante milenios esta ingente masa acuática nos ha desafiado, nos ha matado y nos ha hecho sentirnos diminutos, como cualquier marino que haya estado en una tormenta o cualquier buzo que haya atisbado en directo grandes animales marinos puede atestiguar. El mar y sus criaturas nos ponen en nuestro justo lugar en la escala universal; y ese lugar no es muy elevado. Sin embargo, gracias a nuestra creciente capacidad física de destrucción debida a la mejor tecnología, y a nuestra infinita rapacidad y cortedad de miras, estamos consiguiendo lo que parecía imposible: arrasar el mar. Matar los océanos, y con ellos, nuestro mismo hogar. Somos unos listos.

Un nuevo mapa de los océanos, publicado en la revista científica Science, indica en su escala de color el impacto de la humanidad sobre distintas áreas del mar. Y descubre que tan sólo el 4% de su superficie está relativamente libre de nuestra huella, que el 41% está tocado, y que en algunas zonas (alrededor de las Islas Británicas y de Japón) el impacto sólo puede calificarse de catastrófico. Pero no sólo las áreas densamente pobladas se duelen de nuestros hechos; incluso remotas áreas del Atlántico Sur o del Pacífico, raras veces visitadas, resultan afectadas por nuestras actividades. Es una ‘Tragedia de los Comunes‘ a escala planetaria: como el mar no es de nadie y es de todos, nadie lo cuida ni se preocupa por su supervivencia a largo plazo. Y así vemos salvajadas como esas áreas hiperexplotadas por arrastreros de la fotografía desde satélite [der.], donde los pesqueros dejan el fondo oceánico convertido en un erial. Y todo porque nuestra capacidad de destrucción va muy por delante de nuestra capacidad de comprensión. Éso es quizá lo peor de todo: que estamos arrasando algo que ni siquiera comprendemos, porque una buena parte de los mares que estamos matando ni siquiera la conocemos aún. A este paso el calentamiento global no llegará a tiempo; nos habremos cargado el planeta antes.

El romanticismo contra la máquina

Hoy hace 196 años que el aristócrata inglés George Gordon Byron, sexto Barón Byron, que ha pasado a la historia como Lord Byron, poeta, hizo su primer discurso en la Cámara de los Lores. En este discurso Byron atacó una nueva ley entonces en trámite, que condenaba a muerte a los culpables de sabotaje industrial o destrucción de maquinaria. La nueva ley se justificaba en los ataques a instalaciones industriales en el corazón de Inglaterra que estaban aterrorizando a la naciente clase financiero-industrial. Su objetivo era acabar, a sangre y fuego si era necesario, con el movimiento ‘Ludita‘. Y a fe que lo consiguieron: sólo en 1813 fueron ejecutados 17 seguidores del mítico ‘Rey Ludd’, y se dice que en un momento determinado de la crisis había más tropas británicas combatiendo a los Luditas en casa que luchando contra Napoleón en España: hasta tal punto llegaron a aterrarse los poderes del gobierno y el dinero en Gran Bretaña con aquellos irritados artesanos. La indignación de los artesanos contra las máquinas, telares y otra maquinaria de fabricación en masa, que sentían estaban arruinando sus vidas, les llevó a tomarse la justicia por su mano, y a arrasar talleres (y, a veces, a sus propietarios) en el nombre de mantener las cosas como estaban. Nombrados por un mítico ‘Ned Ludd’ que habría destrozado un telar años antes, los Luditas no consiguieron detener la Revolución Industrial, pero dejaron su apellido para la posteridad como sinónimo de rechazo a la máquina; de oposición, incluso violenta, al avance tecnológico. Un tema que enlazaba perfectamente con el romanticismo de Byron.

Desde siempre el ser humano ha adorado y temido a la vez a su creación, la máquina. Fruto del ingenio humano pero con potencia multiplicada, la máquina carece de sentimientos a los que apelar. Una vez activada matará sin compasión, sin dudas, sin remordimientos, sin odio. Las razones por las que actúa, los sentimientos que le achacamos, son diferentes a los nuestros. Nos obedece y nos sirve, pero su falta de lealtad es absoluta: nuestra propia horca, arado, espada o locomotora nos matará si nos ponemos del lado equivocado tan certeramente como si no tuviese ninguna relación con nosotros. La idea de la falta de control, de la creación que se rebela, no está lejos del Ludismo, ni de Byron; fue la mujer de su amigo Shelley, Mary Wollstonecraft, quien daría inmortalidad literaria a esta idea con su Frankenstein. Sumemos a este reverencial y atávico temor la muy real circunstancia de que en las primeras fases de la Revolución Industrial los artesanos sólo percibían los aspectos más negativos (como la reducción de jornales), y no los positivos (aparición de nuevos empleos, abaratamiento de mercancías), y todos los elementos para un estallido violento estaban a mano. Bastaron unas gotas de arrogancia por parte de los propietarios de industrias y del gobierno, cercano a ellos, para incendiar esta explosiva mezcla.

Hoy todavía quedan Luditas; abogados del atraso y defensores de que cualquier tiempo pasado fue mejor, quizá porque ellos eran más jóvenes, tal vez porque comprendían lo que pasaba y no se sentían algo desbordados. Pero ni siquiera los métodos violentos del Ludismo original consiguieron detener el tiempo. El avance no suele tener marcha atrás, por muy romántico que pudiera parecernos aquel tiempo en el que todo era mejor. Sobre todo si eras el hijo de un Barón con asiento en la Cámara de los Lores… el romántico suele imaginarse viviendo en el pasado, pero en la clase alta; al final aquellas industrias que atacaban los Luditas a quien más han beneficiado ha sido a las clases bajas. Ironías de la historia…

Internet como amenaza

Para los políticos españoles Internet no es una oportunidad, no es el futuro: es una amenaza, un territorio misterioso. En una campaña electoral tan reñida como la actual, con diferencias tan cortas en las previsiones de voto, los líderes han necesitado arriesgar, y así han aceptado los dos debates televisados cara a cara donde parece se van a jugar las elecciones. Pero no han optado por Internet. El debate propuesto en la Red por una amplia representación de medios digitales ha quedado arrumbado en favor de la televisión; lo malo conocido ha desplazado a lo bueno por conocer. Es cierto que desde que un pionero debate Kennedy-Nixon marcara las elecciones presidenciales estadounidenses de 1960, la televisión ha sido clave en la política. Pero Kennedy y Nixon arriesgaron, haciendo algo que antes no se había hecho nunca; no así nuestros actuales candidatos. El miedo a no controlar los tiempos y ritmos de Internet ha vencido a la necesidad de impactar a un electorado (el internauta) cada vez más amplio, y que sobradamente demuestra ser el más activo e interesado por la participación política. ¿A lo peor es eso lo que temen los partidos?

Elefantes blancos voladores

¿Cuánto son 810 millones de euros? En dólares, casi 1.200 millones; en pesetas, casi 135.000 millones. En rentas personales, la fortuna calculada de J. K. Rowling despuésd e vender millones de ejemplares de sus novelas de Harry Potter; en actividad económica, las ventas anuales de toda la industria textil andaluza o las ayudas europeas que se esperan en el periodo 2007-2013 para Extremadura. En material militar, una fragata como las F100 españolas (con un 20% de propina rumbosa). Y en términos de chatarra, un único B-2 ‘Spirit’ desparramado en una base aérea de Guam, EE UU. Porque ése es el precio estimado (con el Pentágono nunca es seguro) del bombardero furtivo que se estrelló el otro día al despegar. Uno de los 21 B-2 que existían. Uno de los más espectaculares casos de elefante blanco volador de la historia.

Los B-2 fueron diseñados hacia los años 80 con una misión muy clara y peligrosa en mente: penetrar la densa pantalla radar de la Unión Soviética y sus formidables defensas antiaéreas a gran velocidad y bajísima altura, con el fin de lanzar armas nucleares. Diseñar un avión capaz de volar muy deprisa y muy bajo, y difícil de detectar por un radar, era muy complejo. Pero también era la única manera de mantener en activo los bombarderos nucleares, una de las tres patas de la llamada ‘tríada estratégica’ (bombarderos, misiles con base en tierra y submarinos de misiles) que aseguraba la capacidad de destrucción mutua, la doctrina que evitó el holocausto nuclear en la Guerra Fría. Tras un largo proceso de diseño y construcción, el primer vuelo público del B2 se produjo en 1989: justo el año que cayó el Telón de Acero y comenzó el colapso de la Unión Soviética, dejando sin misión al formidable aparato. Por eso sólo se construyeron 21, y por eso el precio por unidad se disparó hasta los 810 millones de euros por unidad. Que hoy yacen desparramados por una pìsta en Guam. Sus 20 compañeros seguirán actuando como carísimos ‘camiones de bombas’ para misiones en Afganistán o Irak, donde sus sofisticados sistemas antirradar son perfectamente inútiles. Es lo que tienen los elefantes blancos.

Microsoft: ¿tocar, o sólo mirar?

En castellano, idioma riquísimo, hay palabras que califican a las personas que incitan y coquetean, pero que luego a la hora de la verdad no permiten culminar; aunque son términos que se evitan en compañía civilizada. Microsoft, con su reciente anuncio de que permitirá a los programadores externos mirar el código fuente de algunos de sus principales productos. puede acabar haciéndose acreedora a estos calificativos. Porque según todas las apariencias, Microsoft permitirá mirar, pero no tocar. Algo que está muy alejado del concepto de código abierto.

Que programadores de terceras empresas puedan acceder al código fuente hará mucho más simple diseñar programas que interactúen con los productos de Microsoft, es cierto. Lo cual es vital, cuando uno de sus principales productos es el sistema operativo más extendido en el mundo del ordenador personal. Hasta ahora desarrollar software para el PC era un ejercicio ingrato, porque esos programas tienen que cooperar con el sistema operativo, que estaba oculto; era imposible mejorar el trabajo conjunto, porque Microsoft tan sólo ofrecía una serie de ‘puertas’ para que programa y sistema operativo pudieran comunicarse. Durante años ha cundido la sospecha de que los propios programas de Microsoft no utilizaban esas ‘puertas’ públicas, sino que encajaban con el sistema operativo de modo más eficiente a través de conexiones secretas que ofrecían ventajas de potencia y velocidad imposibles de alcanzar para la competencia. Así, Microsoft no sólo habría abusado de su poder en el mercado, sino que estaría impidiendo competir en igualdad de condiciones a los fabricantes por ejemplo, de procesadores de textos: Word siempre tendría ventaja. Una ventaja injusta.

De ahí los sucesivos enfrentamientos de Redmond con la Unión Europea, que le exigía mayor transparencia para evitar esas sospechas. Y de ahí el anuncio de Microsoft, que algunos interpretan como un completo cambio de mentalidad por parte de la empresa, e incluso como su conversión al mundo del código abierto. Pero para ser abierto de verdad no basta con dejar mirar: también hay que permitir tocar. Hay que dar permiso para que otros modifiquen, adapten y utilicen tu código para sus propios fines. Hay que atreverse a ir más allá. De momento, Microsoft no ha ido tan allá. Aunque lo que ya ha anunciado sea un interesante primer paso en la buena dirección, todavía se quedan cortos.

El anuncio de la multimillonaria multa de la Comisión Europea a Microsoft por encarecer en exceso el acceso de empresas a la información de compatibilidad arroja una luz nueva sobre las intenciones de Redmond. Trataban tan sólo de bloquear esta multa récord con un anuncio preventivo, que no les ha salido bien. Veremos en qué quedan las supuestas intenciones de apertura de Microsoft ahora. Actualizado el 27/2/2008.

Atracar 400 bancos sin salir de casa

El Grupo Salvaje original no pudo ni soñar con ello, pero la tecnología lo ha hecho posible: hasta 400 bancos podrían estar siendo aligerados de su dinero por medio de un gusano informático, un método mucho más elegante para robar un banco que plantarte en una sucursal con una escopeta de cañones recortados. Y también mucho más efectivo. El arma del delito es un ‘gusano informático‘, un programa capaz de recorrer por sí mismo las redes de telecomunicaciones hasta llegar a un ordenador vulnerable, momento en el que ejecuta sus instrucciones. En este caso, el gusano se llama SilentBanker, y actúa interceptando las comunicaciones entre el banco y el usuario, de tal modo que redirige los movimientos de dinero hacia cuentas de terceros sin que ninguna de las dos partes se de cuenta. Como su propio nombre indica, su principal característica es el camuflaje. Lo cual quizá explique el que sea considerado oficialmente como de bajo riesgo, mientras que otras estimaciones indican que muchos bancos han resultado afectados. E incluso que la plaga se extiende.

A nadie le conviene extender estas noticias. Los bancos quedan, obviamente, mal si les roban dinero. Los clientes no quieren quedarse sin ahorros, y las compañías informáticas y de telecomunicaciones no quieren admitir que su control sobre sus propios productos es limitado, en el mejor de los casos. Al final, lo único que sirve es la higiene: tenga usted mucho cuidado de mantener siempre su ordenador lo más parecido posible a una patena, por ejemplo con las herramientas gratuitas del Centro de Alerta Antivirus. Porque si ni de los bancos te puedes fiar a la hora de guardar el dinero…

Corregida una expresión más que confusa para evitar decir lo contrario de lo que pretendía, el 21/2/2008. Gracias por el soplo, antípodo.

Los peligros de la nube

La ‘computación en nube’ es lo último: en vez de usar un PC potente, se instala un ordenador barato que almacena programas y datos en un servidor remoto, como hacen Hotmail o gMail. Cada vez hay más y de más tipos, ya que confiar en la ‘nube’ es más barato y ahorra problemas de actualización y seguridad; se acabaron los ataques de ‘crackers’, los virus, etc. Un terminal ‘tonto’ y una buena conexión a Internet, y tenemos la potencia de un gran ordenador sin pagarlo; el diseño original de Internet. Pero la ‘ nube’ tiene sus problemas. Y no sólo los de seguridad y privacidad. También está la fiabilidad de las conexiones a la Red, e incluso de esas empresas. Como se ha visto la pasada semana, cuando Amazon Web Services estuvo dos horas fuera de la Red, afectando a algunos de sus clientes empresariales como Twitter. La ‘computación en nube’ es tan importante para el futuro que en buena parte explica la oferta de Microsoft por Yahoo!: juntos pueden plantar cara a Google en este campo. De momento, le falta fiabilidad; mejor conservar nuestros PCs.

Alcanzar el cielo (empatar a China)

Cualquier día a partir del próximo miércoles, fecha prevista para la vuelta a la Tierra de la lanzadera espacial Atlantis, un crucero AEGIS estadounidense clase Ticonderoga disparará un misil Standard Missile-3 (SM-3) modificado desde alguna parte del mundo (quizá el atlántico). El misil ascenderá hasta unos 250 kilómetros de altura soltando varias etapas vacías por el camino, y dejando allí una cabeza de combate relativamente pequeña equipada con telescopios de infrarrojos y varias toberas, que buscará contra el frío del espacio una marca cálida. Una vez localizado, la cabeza maniobrará para colocarse en curso de colisión [pdf] con un satélite espía, también estadounidense, conocido como USA-193, contra el que chocará a una velocidad de miles de kilómetros por hora, destruyéndolo por completo. A esas velocidades no hacen falta explosivos. Aún no está claro dónde sucederá, y mucho menos por qué, aunque la explicación más plausible es simple: para demostrar quién manda aquí. En especial, a los chinos.

USA-193 es posible que tenga un aspecto similar a la reconstrucción de GlobalSecurity (arriba), aunque no es seguro, porque se trata de uno de lo secretos mejor guardados de los EE UU. Se trata de un satélite espía equipado con radar, vital para observar desde el más elevado de los puntos de vista los movimientos de tropas, aviones y buques de guerra de los enemigos de los EE UU en todo el mundo. Lanzado hace dos años, NROL-21 (nombre oficioso de USA-193) falló tras su lanzamiento y ha sido un perfectamente inútil amasijo de alta tecnología en órbita desde entonces. De hecho se está viniendo abajo por sí solo, y su reentrada en la atmósfera (e incineración) son inminentes. De ahí la sorpresa de propios y extraños ante la anunciada intención de echarlo abajo (poco) antes de tiempo. ¿A qué ese empeño en matar a quien se muere a chorros?

Se han barajado muchas razones. Que si el satélite lleva combustible de maniobra, llamado hidracina, y piezas de berilio que podrían contaminar la zona donde caigan los restos (pero arderán en la reentrada); que si es una ocasión de perlas para probar gratis el cacareado sistema antimisiles balísticos que tan caro ha salido (y tan dudosa efectividad [pdf] ha mostrado en pruebas más formales); que si el satélite podría estar equipado con una fuente de energía radiactiva (insinúan los rusos); que si mejor evitar que ningún pedazo de esta chatarra de altísima tecnología caiga en manos ajenas (aunque poco quedará tras la reentrada). También hay serias razones en contra. El porqué más lógico parece ser el deseo de emular a la futura archirrival militar de los EE UU, China, que hace pocos meses hizo lo propio derribando uno de sus propios satélites meteorológicos obsoletos, sólo para demostrar que podía. El enérgico desmentido del gobierno estadounidense así parece confirmarlo. Y es que al final demasiadas veces los países se enzarzan en competencias a ver quién la tiene más grande. El arma antisatélites, claro está.

Nuevos datos indican que el lanzamiento del misil se hará desde el Pacífico, cerca de Hawaii, y la interceptación se producirá en mitad del océano; la nube de restos pasará por encima del norte de Canadá. Añadido un enlace sobre las pruebas del sistema antimisiles balísticos el 20/2/2008. Añadida una simulación realista del derribo y sus consecuencias el 21/2/2008.

El canon y las razones equivocadas

A veces en política no es tan importante lo que se dice, sino las razones que se dan para justificar lo que se dice. Según este patrón, las posturas de los principales partidos españoles respecto al canon digital son ambas igual de abominables, rechazables y demagógicas. Si éstas son las dos opciones que tenemos para escoger, estamos apañados. Por una parte tenemos al presidente Zapatero y su optimismo antropológico, pidiéndonos el apoyo al canon en nombre del patriotismo y el apoyo a la cultura. Triste es la cultura nacional que ha de ser subvencionada por otra industria; triste, y condenada a morir a corto plazo. Si la única solución al cine, la literatura y la música de este país es un impuesto sobre las ventas de aparatos electrónicos, podemos dar por muerta a la cultura española. Si el patriotismo se invoca para sostener leyes absurdas y contraproducentes no se llama patriotismo, sino chauvinismo, y en el actual mundo globalizado es peor que malo: es inútil. La llamada al patriotismo cultural de Zapatero es patética, y sus motivos, sospechosos.

No mucho mejor es el ataque al canon que protagoniza ahora el principal partido de la oposición, el PP. Su candidato a la presidencia, Mariano Rajoy, se llena la boca de promesas de acabar con el canon, lo cual sería en sí mismo bueno. Pero sus razones para atacar este nefasto mecanismo de compensación no pueden ser peores. El 50% es torticera demagogia, cuando afirma que no se puede tratar a todo el mundo como si fuesen piratas, implicando algo falso (el canon no compensa la piratería, sino la copia privada). Y el otro 50% es peor, porque Rajoy y su partido plantean el rechazo al canon casi como un castigo colectivo contra los artistas españoles, que consideran políticamente enemigos. Malo es que un candidato a presidente justifique una medida con razones equivocadas; peor es que considere medidas políticas como castigo colectivo a quien no le apoya.

Ninguna de las ofertas tienen por dónde agarrarlas. Ni el PSOE explica por qué una industria de futuro debe subvencionar a una del pasado, o cuál es el coste para el país de hacerlo, ni el PP explicita qué hará con el problema de la propiedad intelectual, aparte de la populista medida de quitar el canon. Lo que está en juego es el futuro de la industria de la cultura, de la propia cultura y de la Sociedad de la Información, que es la del futuro; no es asunto para demagogias. Lo que hace falta no son llamadas al sacrificio ni parches interesados, sino una reforma en profundidad de lo que es, cómo se defiende, para qué sirve y cómo se compensa la propiedad intelectual e industrial, desde los derechos de autor a las patentes y marcas comerciales. Ninguno de los actuales programas de los partidos españoles se atreve a plantear una ley así, que marcará el futuro del país. En el panorama político, donde quiera que uno mire, sólo hay demagogia. Y entre los electores y ciudadanos, vergüenza. Ajena y propia.