Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Archivo de agosto, 2007

Umbral, el blogger del desencanto

Francisco Umbral, articulista y escritor recién fallecido, fue un blogger antes de que existieran los blog. Día tras día comentaba, azuzaba, interpretaba y analizaba la porción de realidad que consideraba más significativa del día anterior. Y lo hacía con mucha más brillantez que profundidad; con un lenguaje florido y un certero ojo para lo superficial que su análisis intentaba transformar en significativo y profundo, sin conseguirlo siempre. Con su carácter atrabiliario y pendenciero, su brillante y acerada pluma y su indudable capacidad de análisis, Umbral hubiese sido el príncipe de la blogosfera de haber nacido medio siglo más tarde. Tal como fue su vida, como escritor al estilo tradicional, generó intensas y tal vez desproporcionadas pasiones. Pero entre los panegíricos y las críticas hay un factor que se escapa: su valor de símbolo. Francisco Umbral fue ante todo un hombre de letras de su tiempo, y su vida y su literatura son representativas de un periodo de la historia de España.

Como persona y escritor Umbral pertenece a una generación, la de la Transición, que ha sido clave en la historia española pero cuya utilidad histórica está ya en plena amortización. Esa generación ingenua recibió la mayor maldición de todas: sus plegarias fueron escuchadas, la dictadura cayó y tuvieron en sus manos el poder para construir sus utopías. O tal vez no. Fueron los jovenzuelos que aprovecharon el fin de la Dictadura para relevar en masa a sus mayores y hacerse con el país. Llegaron al poder jóvenes y llenos de ideales que hoy sabemos periclitados, y tuvieron una temprana y desagradable inmersión en los peligros morales de la Realpolitik que los dejó desencantados mucho más allá de lo que sus triunfos y fracasos reales justificaban. Algunos traicionaron sus ideales, otros renunciaron al poder, todos resultaron contaminados y tal vez jamás acabaron de perdonarse a sí mismos, porque casi todos exhiben desde entonces un gélido y letal desencanto que contamina por igual a apocalípticos e integrados. Francisco Umbral fue el cronista certero de ese desencanto precoz, de ese largo vivir sin ideales, de ese rechazo a los sueños propio de toda una generación. Como tal, sus columnas informarán a quienes nacieron más tarde de lo ocurrido en un momento de la historia de España en el que una revolución pareció posible, pero no fue. Y acabó donde empezara: en el ruido y la furia del enfrentamiento ritual entre banderías que suplantó al verdadero, y nonato, cambio sociopolítico.

Umbral, como otros antaño ‘progre’ y luego desilusionado, acabó en política convertido en algo cercano a un ‘neocon’ clásico: reivindicando los valores y las ideas del liberalismo, pero en la práctica defendiendo un conservadurismo típico con la pasión del converso y su brillante retórica. Lo peor de las técnicas de lucha intestina de la izquierda al servicio de las peores ideas de la derecha, todo ello camuflado bajo el disfraz de la libertad. Su mordacidad, su ojo para el detalle chocante y el contrapunto deslumbrante, terminaron al servicio de odios originados en rencillas industriales, y de razonamientos basados en la falta de fe en la Humanidad. El desencanto hizo a Umbral viejo antes de hora, como a muchos otros de su tiempo, y es por eso que su figura concita virulencias que quizá su obra sola no fuera capaz de agitar. Se recordarán sus crónicas más que sus libros, siquiera como rutilantes espejos de un momento y unas gentes claves, como literario reflejo de un desencanto largo y atroz. Ese desencanto que ya es hora de ir dejando atrás.

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Agosto

Durante los próximos días Retiario, como casi todos los gladiadores, se toma un descanso, y lo mismo hacen los comentarios en el blog. Las personas interesadas en el periodismo digital, sin embargo, harán bien en consultar este espacio de cuando en cuando… en breve habrá alguna sorpresa.