Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

La buena guerra biológica soviética

Mucho se ha escrito sobre la isla de Vozrozhdeniye, en el Mar de Aral, y sobre las pruebas de armas biológicas llevadas allí a cabo por la Unión Soviética en los años de la Guerra Fría. Pero no sólo armas de destrucción masiva cultivaron los científicos del Bloque Oriental. Por tradición, anterior incluso al descubrimiento de la penicilina, los médicos soviéticos desarrollaron terapias alternativas contra las infecciones basadas en virus bacteriófagos, mortales infecciones que aniquilan a las bacterias que nos matan. Y que ahora pueden ser nuestra salvación.

Hoy resulta difícil recordar lo que eran los tiempos de antes de la penicilina, cuando una heridita podía matar, cuando las bacterias acechaban nuestra salud y acababan con nosotros al mínimo descuido. Hoy la progresión de la resistencia a los antibióticos, una forma de acelerada selección natural, está creando superbacterias inmunes a cualquier antibiótico cuya extensión amenaza con hacernos volver a las Eras Oscuras. Las terapias basadas en bacteriófagos desarrolladas por la ciencia soviética ofrecen una alternativa a los antibióticos, aunque tienen defectos médicos y políticos: son difíciles de patentar y necesariamente individuales, poco adecuadas para la producción en masa. Aun así, nos dan esperanza: cuando la última superbacteria se salte el último superantibiótico, aún tendremos con qué confrontarla.

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