Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Del gusto y la adicción

La esencia del puritanismo es identificar placer y pecado. La versión moderna confunde el gusto con la adicción, y llega al mismo sitio. Mientras ver tres horas y 36 minutos diarios de televisión es lo normal, «pasar horas al día frente a la computadora navegando por Internet, enviando correos electrónicos, negociando acciones, chateando o jugando» es síntoma inequívoco de adicción, con sus terribles consecuencias y connotaciones, y exige la inmediata provisión de ayuda. Pronto navegar por Internet en demasía secará el cerebro, como ya lo hicieran otras aficiones; tal vez no esté lejos el día en el que el Ministerio de Sanidad tome cartas en el asunto y nos quite de navegar, por nuestro bien.

La adicción es una enfermedad demasiado seria como para utilizar su nombre en vano. Hay personas que tienen problemas con la Red, como las hay que los tienen con los móviles, la comida, la bebida, el juego o el sexo. Los comportamientos que causan placer tienen el potencial de transformarse en adicciones en gente susceptible. Y así, es fácil condenar esas conductas en el nombre de los pocos que tienen problemas. A casi todos nos gusta la buena mesa, tomar una copa de vino o practicar sexo, y cuanto más mejor, pero no siempre lo que gusta es una adicción. Para colmo resulta sospechoso cuando los profesionales de la salud mental medicalizan conductas, ya que redunda en su propio beneficio.

Algunas cosas las hacemos repetidamente porque nos gustan, no porque no podamos evitarlo. Confundir esas categorías en nada ayuda a los enfermos, pero sí perjudica a mucha gente que tan sólo busca un placer sencillo. Porque los términos ‘adicción‘ y ‘prohibición‘ (o, al menos, ‘control‘) nunca están demasiado lejos. Como antaño no lo estuvieron ‘pecado’ y ‘penitencia’.

17 comentarios

  1. Dice ser Ciber-Algo

    Yo considero que pasar esas horas csi de rigor delante de la caja tonta, más que una especie de adicción, parece un curioso ritual moderno. La gente se queja mucho de lo malo de la programación, pero bien que la echan de menos cuando se la quitan dos días. Ahora que, bien pensado, ¿no recuerda un poco al desprecio del adicto por su veneno favorito? Pero no, ni la tele ni Internet matan a nadie, por lo general.La diferencia entre TV e Internet, digo yo, es que el contenido de la segunda es interactivo; la primera sólo permite observar, sin posibilidad de tomar parte en ello de algún modo. En caso de elegir, esa característica hace de Internet un medio más completo, aunque más expuesto.De acuerdo con lo dicho por usted acerca del asunto en general, dando por hecho aquello de que casi nada en esta vida es nocivo, sino que únicamente lo es el exceso en su consumo. Y en efecto, pasa esto con el alcohol, Internet o la tele.¿Qué repercusiones tienen estas consideraciones de los «expertos» que nos atosigan? Peligrosas. Estoy asistiendo hoy, como todos, al desarrollo de un fascismo descremallerado por parte de la ministra de Sanidad, quien hoy se enquijota contra el tabaco y el alcohol, mañana tal vez sea el responsable de Cultura quien arremeta contra Internet. Casi no puedo creer que esta gente se llame a sí misma socialista, la verdad. Parecen émulos de Torquemada: todo o nada, como si eso fuera tan sencillo.Hoy por hoy existen adictos a Internet o a la tele, que no son mayoría; también al alcohol, las pipas con sal, las muñecas Barbie y los juegos de rol online. Yo por ejemplo, me cuento entre los que piensan que nuestros jóvenes están demasiado enganchados a Internet y las consolas; soy muy, muy crítico con el estado actual de Internet. Sin embargo, no creo que la solución al problema pase por establecer censuras, sino controles moderados y ante todo, un método educativo paciente y consensuado.Resulta dificil no obstante que un padre, cuyas nociones de informática y de la Red son sólo eso mismo, nociones, eduque a un hijo quinceañero, experto en toda suerte de manejos virtuales, como enzipados/emuleados/downloadeados o lo que sea, en los correctos usos de la WWW. Y es que entre muchos padres cuarentones del presente y los ciber-quinceañeros, se diría que falta una generación de «transición» hacia el mundo de las nuevas tecnologías y sus correctas dosificaciones.Me extendí un poco, lo siento. No pretendo divagar. Resumo mi nuevo culebrón:Ningún mal, en caso de serlo, se ataja de un balazo. Es mejor hallar una cura y si posible, prevención.C&ACoetáneo de Matías

    04 enero 2006 | 5:30

  2. Dice ser Rob

    Hola Jose, pero tío, que esperas de un país super católico y conservador (por más modernillo que parezca en la superficie). Siempre habrá ministros(as), curas, o lo que sea que busquen el pecado y lo castiguen. Como suelo pensar, en España son católicos hasta los ateos. Claro, todo esto mezclado con el puritanismo «made in USA» que tanto rige nuestras vidas hoy por hoy (¿será políticamente correcto lo que estoy diciendo?). Pues nada, a dar el pego de que «somos buenos» (léase: que estamos bien domesticados).Un abrazo desde Bruselas,Rob

    04 enero 2006 | 7:35

  3. Dice ser ddaa

    El problema está en que en el concepto de adicción está mucho más relacionado con la ideología que con la medicina. Por eso no hay nadie hablando de adicción a la TV, al fútbol, al chocolate o a la religión católica y sí de la adicción a Internet, a los videojuegos, al cannabis o a las «sectas».Cuando en Irán prohibieron hace poco la música occcidental por el bien de la población (porque esto siempre se hace «por nuestro bien», aunque nadie nos consulte), todo el mundo se echó las manos a la cabeza, pero no son menos descabelladas y absurdas otras prohibiciones vigentes en los países occidentales por mucho que gocen de un mayor consenso.Los estados están renunciando a intervenir en áreas como la sanidad, la vivienda, la educación e incluso en otras como la seguridad ciudadana, las prisiones y el ejército, ayer de sus exclusiva competencia y hoy cada vez más abiertas a la iniciativa privada (al caso de EE UU me remito), pero a lo que no parecen dispuestos a renunciar es a entrometerse en asuntos de costumbres. Creo que todos salimos perdiendo con el cambio y, lo que es peor, estamos aguantando esta situación sin rechistar e incluso aceptándola de buen grado.En fin, gracias por el artículo. Ya era hora de que alguien llamara la atención sobre la adicción al control de nuestros gobernantes y medios de comunicación, mucho más difícil de abandonar, al parecer, que la adicción al crack o a la heroína.

    04 enero 2006 | 10:56

  4. Dice ser nombre

    estaba leyendo el articulo y de re ojo no hacia mas que mirar lo de los fondos de escritorio, me atrae de forma insconsciente, no puedo evitarlo, es la interactividad que me llama, yo nunca he conosido o considerado algo que mereciera de mi el calificarlo como «mala» adiccion, para mi todas las adicciones son buenas, hasta la adiccion a la vida, y eso que la vida siempre termina matandonos, si te gusta algo llega hasta el fondo, y si en ese fondo encuentras el final de tu historia, alegrate y disfrutalo.no cuenta la adiccion sino el numero de adicciones, la grandeza esta en la cantidad, la abaricia es en si mismo una adiccion, la unica cura es el astio y la inapetencia.: )cuando no quieras mas lo guardas para otro momento.

    04 enero 2006 | 14:46

  5. Dice ser dr. Boiffard

    «estamos aguantando esta situación sin rechistar e incluso aceptándola de buen grado.»¿que opciones tenemos para controlar a los políticos? Yo cada vez más me pregunto de qué coño vale meter un papel en un sobre e introducirlo en la urna. No solo que se pasen por el forro de los cojones los programas, (que supuestamente es lo que se vota), que legislen imponiendo morales absurdas segun les den prontos, sino que todos llevan demostrando una incapacidad descomunal para ocupar los cargos que tienen.Los ciudadanos estamos desprotegidos ante los políticos. Estos intentan siempre ejercer un control, desmesuradamente absurdo, sobre casi todos los ámbitos de la vida cotidiana menos sobre los que tendrían que hacerlo, como bien apunta DDAA.¿Medidas para la seguridad ciudadana? Retención de datos en lugar de prevención, educación y integración de las clases desfavorecidas.¿Medidas para la salud pública? Control y represión de los consumidores, desinformación y satanización en lugar de una educación adecuada. ¿se dará algún día clase de drogas en la escuela , como ahora se da educación sexual, algo impensable hace años? Con ineptos como los que tenemos por dirigentes lo dudo.¿Medidas para promover la cultura? Campañas desde el ministerio que podría haber hecho El COrte Inglés o FNAC para satanizar el compartir, subvenciones a bodrios como Torrente 3, programas de televisión públicos donde se podría hacer esquí con la cantidad de caspa que rezuman, etc, etc.Yo lo veo negro. ¿Se extenderá algún día la popularización del poder, como está pasando ahora con los medios de información? Ojalá, pero me parece que nos tienen agarrados por las pelotas.

    04 enero 2006 | 14:54

  6. Dice ser dr. Boiffard

    Quizá el problema está en que la masa necesita de prohibiciones, el mercado político produce prohibiciones como soluciones a los problemas: son fáciles, baratas y se venden bien.Aunque realmente no valen para nada.

    04 enero 2006 | 14:55

  7. Dice ser potato

    Pues claro, tanto coñazo con la iglesia y no nos damos cuenta de que el confesionario ha sido sustituido por la consulta del psicologo o del psiquiatra.¿Por que se llama enfermas a las chicas con anorexia o bulimia y sin embargo se alaba ,aplaude y admira a las modelos a las que ellas quieren imitar?¿Por que no hay ningun psiquiatra o psicologo que tenga las narices de llamar tambien enfermas a todas esas modelos, o los diseñadores que han marcado esa tendencia, o a los medios de comunicacion que las encumbran?Supongo que porque es mas facil machacar a una joven anonima y decirle enferma.La psiquiatria y psicologia es la nueva santa inquisicion. Lo de los psicologos es mucho mas grave porque es que ni siquiera son medicos.Saludos

    04 enero 2006 | 15:25

  8. Dice ser heshushu

    Tienes toda la razón potato, es más, yo digo que la psicología no es ninguna ciencia, sino una nueva religión, todo sus postulados son autos de fe y no otra cosa.

    04 enero 2006 | 17:03

  9. Dice ser Retiario

    Estimado Luis:Gracias, a tí y a todos los que me han votado.Un saludo.PP Cervera

    04 enero 2006 | 19:11

  10. Dice ser Uxio

    Bueno, primero de todo decir que estoy completamente de acuerdo con el post.Lo que me molesta es un par de los comentarios.Por partes, es obvio que hay bobos en todas las profesiones y en la psicología también los hay, pero aunque en los años 80 las causas del SIDA se le atribuyeron a múltiples cosas (auténticas barbaridades como hay médicos que llegaron a afirmar que el SIDA lo causaba la ingestión de tomates regados en el valle de Aranjuez) no se tomó por boba a todos los médicos.Y cualquiera que sepa minimamente lo que es la psicología no tendría la necedad de decir que es una religión con dogmas de fe ni cosas por el estilo.En psicología, como en el resto de ciencias, se utiliza el método hipotético-deductivo por lo tanto se tienen teorías, se contrastan y con eso se crean leyes.No digáis tonterias y atreverse a hablar de las bulímicas y anoréxicas de esa manera me parece una animalada. Deberíais informaros un poco más.En cuanto a que los psicólogos no son médicos, varias cosas, el hecho de que no sea una profesión médica es porque en estos momentos forma parte de las ciencias sociales y como requisito para ser una profesión médica en la LOPS es necesario que académicamente esté adscrita a ciencias de la salud.Y se estudia biologia durante 5 años de carrera (psicología fisiológica, psicofisiologia, neuropsicologia…) y al menos 3 de técnicas de rocesamiento de datos, estadística y matemáticas aplicadas.PS: Em el fondo sólo habrá que esperar unos pocos años para que mudéis de opinión al ver el trabajo que haran los neuropsicólogos en el tratemiento de traumatismos craneales y en la recuperación de esos casos…

    05 enero 2006 | 5:44

  11. Dice ser museo8bits

    Los suecos ya se han hartado y han acabado por montar el «Partido Pirata» :https://www.piratpartiet.se/default.aspx?SplashRendered=truecomo cuentan en El Mundo :http://www.elmundo.es/navegante/2006/01/04/cultura/1136370678.htmlEsto me recuerda cuando el Michael Moore presentó a las elecciones locales de USA un FICUS…. y ganó. Es más los «candidatos-ficus» se multiplicaron como hongos por USA.Yo estoy tan hartito de los que se reparten el poder, que como encuentre 50 más, intento montar la «versión española» de la idea. Aunque si ni sacando escaño Ruiz Mateos reaccionaron estos cretinos, como no consiguiéramos mayoría abosluta…En cuanto a la adicción, demonios, recordémosle ese tema a top quisque que se dedique a vomitar verborrea desde un medio de comunicación. Internet es para muchos un medio de trabajo. Sólo faltaba que a los autobuseros de la EMT los tildaran de adictos a la conducción.

    05 enero 2006 | 8:50

  12. Dice ser otro observador

    Tanto en relación con este artículo sobre el gel con nicotína que publica el autor como sobre otro en relación a un medicamento milagroso que contenía magnetita y que también publicó en su blog(tanto palabro ingles, me cachis, con lo rico que es el español), he leido dos artículos en internet que creo que aunque no son exactamente coincidentes, si están relacionados en cierto modo, y desde luego me han parecido suficientemente importantes para que todos los leais. Creedme merecen la pena, leedlos. Os los copio aqui.»La investigación científica da pie a la fabricación y venta de muchos medicamentos que son útiles, e incluso esenciales, para la salud de todos. Las vacunas, por ejemplo, son prácticamente indispensables para mantener la esperanza de vida actual. Pero hay algunos casos en que los productos que se venden no están apoyados por el rigor de la ciencia, sino más bien por la información engañosa y la voracidad capitalista.Desde hace tiempo se sabe que algunos de los medicamentos que nos recetan los discípulos de Hipócrates no hacen el efecto deseado o, al menos, con la eficacia que proclaman los poseedores de las patentes. Esta poco saludable noticia puede extraerse, por ejemplo, de un trabajo publicado en 2003 en el British Medical Journal (BMJ) por un equipo de investigación de la Universidad de Toronto.La principal conclusión de este trabajo es que si un estudio científico para el desarrollo de un fármaco está financiado por una compañía farmacéutica, el resultado tiende a favorecer al producto fabricado por esa misma compañía (con una probabilidad de 4 a 1). Este desequilibrio no existe en los estudios financiados por otras fuentes. O sea, existe una presión económica, una mano fantasma, que puede dirigir experimentos en principio puramente científicos, y por lo tanto objetivos, y convertirlos en ciencia mal hecha para favorecer los intereses de unos pocos.Un proceso bajo sospechaLa manipulación es sutil y supera alegremente los severos filtros que tiene la ciencia para la investigación y publicación de resultados. Según los autores del estudio publicado en el BMJ, el sesgo puede producirse en la raíz misma del proceso de desarrollo del fármaco, en el que existen dos etapas importantes: por un lado está la investigación en el laboratorio y por otro el proceso de validación de los resultados.Los experimentos de laboratorio financiados por empresas farmacéuticas son de igual o mejor calidad que el resto, pero puede ocurrir que el diseño experimental sea erróneo, lo cual lleva a una interpretación errónea de los resultados (en este caso erróneo quiere decir favorable a los intereses de la compañía).Todos los científicos sabemos, o deberíamos saber, que tan importante como un experimento en sí es el diseño teórico de éste. A la hora de comprobar si un nuevo fármaco es potente y eficaz, lo correcto es cotejar sus efectos con las mejores drogas ya existentes en el mercado. Sin embargo, lo que se hace en muchos casos es comparar al candidato simplemente con un placebo, o utilizar dosis no apropiadas del producto en investigación.A pesar de que la realización física de los experimentos puede ser inmaculada, la interpretación de los resultados no lo es. El paso siguiente, una vez que se tienen los resultados experimentales, es la validación de éstos por la comunidad científica. Un descubrimiento o avance científico no se considera tal hasta que no se publica en una revista que posea un proceso de selección por revisión por pares (la aceptación o rechazo de los trabajos se hace sobre la base de informes realizados por evaluadores externos, imparciales y anónimos).Ningún científico serio puede fiarse de resultados no publicados de esta forma. Sin embargo, muchos de los resultados de los experimentos financiados por compañías farmaceuticas no se publican nunca en este tipo de revistas, sino que lo hacen en congresos o simposios. A pesar de esto, los medicamentos son finalmente aceptados por las agencias oficiales correspondientes y puestos a la venta.Soluciones difícilesEn este juego los médicos pueden hacer poco o nada. A pesar de que, con su mejor voluntad, receten los fármacos que crean realmente ser los mejores, pueden estar confundidos. Pero no confundidos por los visitadores médicos, sino por la letra pequeña de los informes científicos.Según lo anterior, la única manera que tendría un médico para estar seguro de que una medicina es más efectiva que otra, o por lo menos para tener una opinión crítica independiente, sería acercarse a la biblioteca de una universidad próxima y revisar todas las publicaciones científicas relacionadas con el descubrimiento y desarrollo de una determinada sustancia, algo que es muy difícil de llevar a la práctica.Pero es que, además, otro estudio publicado en el mismo número del BMJ analiza la fiabilidad de la bibliografía cuando se trata de trabajos financiados por la industria farmacéutica, e indica que es virtualmente imposible elegir un fármaco adecuado sumergiéndose en la biblioteca, ya que incluso las publicaciones en revistas con evaluadores externos están sesgadas por factores diversos.Por ejemplo, existe una tendencia de las compañías privadas para publicar sólo los resultados que les resultan favorables, escondiendo otros resultados que pueden ser científicamente correctos, y muy interesantes, pero que no les conviene airear. Esto no ocurre, sin embargo, con la investigación financiada por otras fuentes.El ejemplo de la publicidad de antidepresivosLa tergiversación o el ocultamiento de información alcanza de manera escandalosa a muchos ciudadanos a través de las campañas de publicidad de algo tan delicado como los fármacos para tratar la depresión. Esta dolencia afecta a millones de personas en todo el mundo y su tratamiento habitual es el farmacológico, principalmente con sustancias que actúan sobre los niveles de serotonina, una molécula muy común en el sistema nervioso.Aunque funcionan, no está demostrado científicamente que la serotonina tenga algo que ver con la/s causa/s de la enfermedad. Este hecho, ignorado por muchos médicos, es hábilmente tapado por las todopoderosas industrias farmacéuticas, que venden millones de esos medicamentos cada año.En la página web española de Lilly, fabricante del Prozac, puedo leer esto sobre la depresión: se ha comprobado que existen alteraciones de unas sustancias químicas presentes en el cerebro. (…) En los pacientes depresivos, los niveles de estas sustancias están disminuidos. Los medicamentos antidepresivos se encargan de regularlas y de que vuelvan a sus niveles normales . Según parece son todas afirmaciones incorrectas (ver más abajo). Frases similares pueden encontrarse en la publicidad de otras compañías.En un artículo recién publicado en PLoS Medicine, se revela el uso despiadado que hacen las empresas farmacéuticas de los preparados antidepresivos de tipo ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina). A este grupo pertenecen medicamentos como la fluoxetina (Prozac), sertralina (Vestiran, Aremis), paroxetina (Seroxat, Motivan) y otros.Esos medicamentos alivian la depresión pero, curiosamente, no se sabe cómo. El éxito que tienen en todo el mundo se debe en gran medida a la publicidad engañosa de las compañías que los venden, con la complicidad de las agencias estatales de turno y también del desconocimiento y/o frivolidad de algunos médicos.Serotonina y depresiónEl funcionamiento de los ISRS es, en principio, sencillo. La mayoría de las neuronas (células principales del sistema nervioso) se comunican entre sí mediante una sustancia química o neurotransmisor: en los lugares llamados sinapsis estas sustancias son liberadas por una neurona –la que envía información– y captadas por la superficie de otra –la que recibe la información–.La liberación del neurotransmisor está siempre acompañada de la casi inmediata eliminación del mismo, de tal manera que tiene muy poco tiempo para actuar sobre la célula receptora. Si esta eliminación falla o se bloquea, el neurotransmisor tiene más tiempo para actuar, por lo que aumentan sus efectos.La serotonina es una de estas sustancias transmisoras de información. Actúa en muchísimas sinapsis del sistema nervisoso y está siendo eliminada continuamente por un proceso de re-captación: es absorbida, captada de nuevo por la neurona que la liberó. Los fármacos ISRS impiden esta recaptación, de tal manera que la serotonina permanece más tiempo de lo normal en las sinapsis, aumentando su efecto sobre las células receptoras.La teoría inexistentePor razones todavía desconocidas, esta estrategia de aumentar los niveles de serotonina en las sinapsis ayuda a mejorar los síntomas en la mayoría de las depresiones. Este hecho dio lugar hace años a la teoría de que la depresión es un desequilibrio químico en el cerebro consistente en una disminución en los niveles de algunos neurotransmisores.En la actualidad, instituciones, médicos y el gran público tienen asimilado que esa relación (menos serotonina = depresión) es una teoría científicamete válida, pero no es así: no hay absolutamente ninguna evidencia científica seria que demuestre la existencia de una deficiencia de serotonina en la depresión, ni en ningún otro desorden psiquiátrico.Esta es al menos la tajante conclusión de Jeffrey R. Lacasse y Jonathan Leo, los dos autores del artículo de PLoS Medicine (del Florida State University College of Social Work y el Lake Erie College of Osteopathic Medicine repectivamente). El hecho de que los fármacos ISRS funcionen relativamente bien –el Prozac es el antidepresivo más recetado de la historia– dio lugar a la citada teoría, pero esto de buscar la causa de una enfermedad sobre la base de la respuesta a un tratamiento es un mal argumento; es algo así como decir que, ya que el Frenadol o la Couldina alivian los síntomas del catarro, éste se debe a la existencia de niveles bajos de esos compuestos en el cuerpo.La confusión está en todos los niveles: en el portal tecnociencia, gestionado por el Ministerio de Educación y Ciencia español, y con el apoyo técnico del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), puede leerse algo similar a lo que aparece en la publicidad de las campañas farmacéuticas se ha demostrado que la bioquímica del cerebro juega un papel significativo en los trastornos depresivos. Se sabe que las personas con depresión grave tienen desequilibrios de ciertas sustancias químicas en el cerebro, conocidas como neurotransmisores . Pues no, no hay nada demostrado en la literatura científica.Hay instituciones –como la británica National Institute for Clinical Excellence– que, tomando los datos científicos con rigor, aconsejan tratar la depresión moderada con métodos no farmacológicos (por ejemplo la psicoterapia).¿De dónde viene la confusión? Los autores del artículo comentado creen que de la publicidad de las empresas farmacéuticas, que no dudan en utilizar frases científicamente inexactas para distribuir sus productos por el mundo. Esto –aseguran Lacasse y Leo– lleva a una sociedad hiper-medicalizada, con pacientes que acuden a las consultas influídos por lo que escuchan en los medios de comunicación y que pueden ser escépticos con los médicos que les dicen que es mejor una terapia alternativa a la farmacológica.Además de la intoxicación mediática, también entra en juego muchas veces el interés por la no-información, ya que estas compañías no sacan a la luz los datos de los estudios que no le son favorables –hay por ejemplo estudios que demuestran que sustancias placebo u otras como el extracto de hipérico (Hipericum perforatum) son tan eficaces en el tratamiento de la depresión como los ISRS–.Todos, o casi todos, perdemosCon esta prostitución del proceso de creación científica todos perdemos, empezando por los pacientes. Estas medias verdades son financiadas por las grandes compañías, distribuídas por los visitadores médicos y dispensadas por los médicos a todos nosotros. Unos pierden credibilidad y otros la salud.Muchos laboratorios universitarios no tienen más remedio que aceptar suculentas ofertas de las grandes compañías para seguir investigando, ya que los gobiernos son extremadamente inútiles para comprender que la investigación científica es algo que beneficia a toda la sociedad. La mejor solución sería convencer a los políticos de la necesidad de invertir en el desarrollo científico y tecnológico. El problema es que las ciencias funcionan a largo plazo, pero los políticos no».—————————-El siguiente es un artículo que figuraba como link o enlace a este anterior y que también os traslado.»La ciencia, pervertidaLa idea de humanidad está amenazada por la perversión de la ciencia, que investiga al ritmo de los grandes negocios. El modo de producción científica ya no se desarrolla por la tradicional «validación académica», sino por las necesidades industriales o consumistas. Es la tesis del último libro de Jean-Claude Guillebaud (Seuil).Hace una quincena de años, un representante del Congreso americano, no sin humor, desvelaba la verdadera naturaleza del problema. Lo más peligroso, escribía a propósito de la revolución biológica, no es que hayamos descubierto el árbol del conocimiento, sino que lo hayamos vendido a Wall Street.Ironía premonitoria, en efecto. Hoy, mientras debatimos cuestiones éticas y nos proponemos legislar con prudencia, una potente industria biotecnológica se desarrolla a través del mundo completamente gobernada por la búsqueda del beneficio.Esta industria se beneficia, día a día, de la debilidad política. Se vale de la desregulación-privatización generalizada para adquirir una fuerza y una autonomía sin equivalente en la historia.Cuando se trata de genética, esta captación de potencia es angustiosa. Porque la biología genética se ha convertido ya en un gran negocio, objeto de una competencia internacional descarnada. Regularmente, la prensa norteamericana compara este boom industrial con la carrera por el oro del siglo XIX.Para evocar esta fortuna por venir, se habla a veces de «genodólares», en referencia a las masas de petrodólares producidos por los choques petrolíferos de 1974 y 1979. Ampliamente dominado por Estados Unidos, este vasto mercado cuenta con nuevos actores, impacientes, en la mayor parte de los países desarrollados: Gran Bretaña, Francia, pero también Brasil o India.Estados Unidos albergaba, en noviembre pasado, miles de empresas especializadas, 300 de ellas en el Estado de Maryland, en la costa este. Gran Bretaña (la primera de Europa) cuenta ya con 560, es decir, más de la mitad de todas las empresas similares del continente.Francia, por su parte, a levantado un polo de investigación biotecnológica en Evry, cerca de París, presentado ya como una especie de «genetic valley» a la francesa. En la India, el gobierno alienta la investigación biotecnológica desde 1986 con la creación de un ministerio especializado y favoreciendo la formación universitaria de investigadores en este campo.Frente a una carrera de estra amplitud, los argumentos humanitarios no pueden pesar demasiado y no solamente por una relación de fuerzas desfavorable a la regulación democrática. Entre la inquietud moral suscitada por la inmensa transgresión genética y el laisser-faire neoliberal existe un antagonismo teórico.De un lado, la necesidad de reglas, de medidas, de enmarcación, de reflexión. De otro lado, una precipitación industrial y comercial determinada por el principio de libre competencia. En estas condiciones, cuando el legislador se ve obligado con frecuencia a rodear un estado de hecho ya renunciar, sin decirlo, a dictar normas o prohibiciones duraderas.Esta nueva debilidad de la ley, esta fragilidad de los límites, son considerados lamentables por algunos juristas. Para ellos, la ley está enfrentada hoy a un proceso anónimo de desarrollo científico, industrial y técnico que avanza con una fuerza y casi automatismo desconcertante.Parece lejana la época (1987) en la que el Comité Consultivo de Ética de Francia denunciaba con solemnidad la irrupción del dinero en el terreno de la biología.Dolly y la bolsaPero eso no es todo. En el terreno de las biotecnologías, el progreso de la investigación, como el anuncio de los descubrimientos, están determinados por las reacciones, en tiempo real, del mercado. Se sabía que la clonación de la oveja Dolly, el 23 de febrero de 1997, iba a provocar una subida del 56,7% de la bolsa de Londres y las acciones de la sociedad PPL Therapeutics.Hoy, la evidencia de esta relación directa entre la bolsa y los descubrimientos cientíticos (o pseudo descubrimientos) se ha convertido en una rutina mediática. El 14 de marzo de 2000, la PPL anunciaba haber clonado cinco lechones. A continuación sus acciones subieron un 50%.En Francia, en el primer semestre del año 2000, las acciones de la sociedad Transgène triplicaron su valor y las de Genset se duplicaron. En Frankfurt, la subida más importante de este período fue también la de una empresa biotecnológica, MorphoSys, cuyas acciones se multiplicaron por once.A la inversa, bastó que en el otoño pasado Tony Blair y Bill Clinton se declararan opuestos a patentar el genoma humano para que la sociedad Celera Genomics perdiera el 25% de su valor en el mercado.Cabe preguntarse lo que queda de la deontología científica, si es que subsiste su razón de ser, cuando la investigación obedece a lógicas mediáticas y bursátiles tan extravagantes. Según un gentetista belga, «los anuncios orquestados por las empresas de biotecnología sobre la secuencia del genoma se han concebido para dopar el valor de las acciones en la bolsa.»Podría añadirse que esta famosa secuencia del genoma humano, presentada en los medios como una empresa más importante que la conquista espacial, es objeto de una competencia despiadada, al límite de la estafa ética, entre el programa público Hugo y la ofensiva, privada, del laboratorio americano Celera, que pertenece al bioquimista y empresario californiano Craig Venter, que se considera como el Bill Gates del gen.Venter ha conseguido meter las manos en el genoma y podrá, mañana, comercializar sus licencias. Los métodos de Craig Venter, fundados en la carrera de velocidad del efecto de anuncio, suscitan intensas polémicas en Estados Unidos. De hecho, lo único que hacen es llevar hasta el fin una lógica mercantil que se ha convertido en regla.El anuncio espectacular y mediáticamente planificado de la terminación del decriptaje del genoma humano en febrero pasado constituye el perfecto ejemplo de este vértigo del espectáculo y del dinero en que se engulle la verdadera ciencia.En medio de este clima tan desenfrenado, exacerbado por una orquestación periodística estruendosa con títulos como «nuestros genes valen oro», ¿cómo pueden prevalecer la prudencia, la ética y el sentido común?En realidad, sin que nos demos cuenta, es el modo de producción científica el que se transforma: ya no se desarrolla en función de la tradicional «validación académica» (por definición gratuita y desinteresada), sino en estrecha conexión con las necesidades industriales o consumistas.La contaminación de la revolución genética por la revolución neoliberal de la economía es mucho más profunda de lo que nos imaginamos. La esencia de la organización de la investigación científica, el estatuto del conocimiento, se destruyen poco a poco por efecto de esta colisión de las revoluciones genética y neoliberal.Científicos empresariosLa confusión, por ejemplo, entre el oficio de investigador y el de industrial, es la norma. Cada vez más, los jóvenes diplomados quieren ser los empresarios de sus eventuales descubrimientos. De esta forma se instala una especie de vergüenza permanente. Por un lado, como científicos, explican las fabulosas promesas de la genética. Por otro lado, crean su propia empresa biotecnológica, pronto cotizada en bolsa. Fortuna del investigador y ruina de la palabra…Esta imbécil tiranía del mercado sobre la definición del saber, este vértigo que sacude a los mejores espíritus, nada de esto debería perderse cuando se reflexiona sobre la revolución biolítica. Es una reflexión crítica global la que hay que elaborar, un análisis resueltamente transdisciplinar el que se impone.Si no lo hacemos, un abismo separará ridiculamente de un lado a los debates sobre la bioética y de otro lado a la brutalidad cínica de lo real. Toda la cuestión es saber si aceptamos abandonar la noción de humanidad a los frenesís de un proceso sin sujeto. Un proceso por el que el estructuralismo buscaba, precisamente, anunciar la muerte del hombre, es decir, la desaparición pura y simple del principio de humanidad.Esta funesta hipótesis es la que este libro quisiera examinar. Pausadamente».Un saludo.

    08 enero 2006 | 14:35

  13. Dice ser vago

    Hola observador,¿nos podrías por favor hacer un resumen? es que como el post no tiene nada que ver con la magnetita ni con los parches de nicotina no se si me apetece leerme la parrafada…

    08 enero 2006 | 17:35

  14. Dice ser Maelmori

    Oyes, me ha encantado este post. A propósito de esto, no sé si conoces la definición de salud de la OMS:»La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.».Puedes verlo también en su propia página, dentro del contexto.Dá que pensar…

    13 enero 2006 | 10:47

  15. Dice ser moises armando ibarra lopez

    no sirbe su informacion

    16 junio 2006 | 2:46

  16. Dice ser alejandro jardon

    yo pregunte sobre experimentos cientificos chingue su madre

    07 noviembre 2006 | 12:36

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