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Accidente de tráfico en ‘Pekín Express’

Yo creo que Manolo pensó: «pa’vernos matao», cuando vio como el camión se alejaba de la pick up. Y es que el padre de Marta no perdió un brazo en el rodaje de Pekín Express porque estuvo atento, que si no…

El caso es que el padre y la hija estaban en plena carrera y como suelen hacer consiguieron que les llevaran en la parte de atrás de una pick up (vamos, una furgoneta grande todo terreno). Como el cubículo está abierto, el padre iba agarrado al borde, con el brazo fuera, cuando el vehículo se empotró lateralmente con un hermoso camión, que le planchó todo el lateral a la furgoneta y que no le planchó también el brazo a Manolo por unos pocos centímetros.

Yo creo que el hombre no podía ni hablar cuando se bajó y vió cómo había quedado la pick up, con la chapa que parecía un homenaje a María Teresa Fernández de la Vega.

Pero vayamos a la etapa.

La cosa comenzó con una prueba bien sencillita: Conseguir a dos jugadores de ratambol (que no es jugar al fútbol con una rata, sino rattan ball, una especie de voleibol que se juega con los pies, típico en Laos) y hacerles jugar un partido contra otra pareja en el destino de la primera etapa.

Los azafatos, más conocidos como los raianeros, se fliparon como sólo ellos pueden hacerlo y pretendían irse al estadio de la ciudad, entrar en el campo y pedir por la locución del estadio un par de jugadores que se fueran con ellos a otra ciudad a jugar. Madre del amor hermoso. Habría sido más productivo conocer a una laosiana, casarse con ella, dejarla embaraza, tener gemelos con ella, criarlos, apuntarlos a ratambol y luego jugar con ellos. Señor, que muchachos.

Y claro, llegaron al estadio y los azafatos súper sorprendidos de que estuviera cerrado y no hubiera nadie. ¿Pensaban que los jugadores de ratambol viven en el estadio como pequeños roedores en su madriguera? ¿Que allí siempre hay gente por si vienen unos flipaos buscando jugadores?

Pero casi no se lo voy a reprochar, porque la idea de Javier e Hilario era aún más hilarante y delirante: querían irse a la radio nacional para que les dejaran hablar por ella para pedir que se presentaran dos jugadores. Amigos, perdieron el norte. Y claro, en la radio les recibieron los guardias con AK 47, que yo creo que no los usaron por no gastar balas. El caso es que como los laosianos son más majos que las pesetas, los mandaron a la asociación deportiva local, a ver si tenían suerte.

Y claro, en la asociación deportiva les dijeron que tenían jugadores de ratambol, pero a un módico precio. Imaginaos que se presentan dos colgados de laos en el polideportivo de vuestro barrio diciendo que quieren dos jugadores de fútbol para llevárselos a la ciudad de al lado a jugar al día siguiente, y encima por la patilla. Chungo pelotillas.

Al final, Manuel y Engracia (después de tomarse una cervecita por la patilla, eso sí) y los azafatos decidieron irse a la ciudad de destino y buscar allí. Y tuvieron suerte.

Lo de los azafatos fue un claro caso de explotación infantil, porque se buscaron a dos estudiantes de un colegio cercano como jugadores, pero es que encima, como tenían que llevar hinchada al partido, se cogieron a todos los niños y los aleccionaron en todo tipo de coreos y consignas dignas de un ultra de los mejores campos de fútbol.

Manuel y Engracia… bueno, la verdad es que aún no me queda claro cómo lo hicieron, pero el caso es que también consiguieron sus jugadores y su hinchada. Increíble la cara de Sandra y Belinda cuando les vieron pasar, seguidos de medio pueblo agitando banderitas y gritando «¡quijotes, quijotes!». Ja ja ja

Y se jugó el partido, que ganaron los azafatos, eso sí, con derrota muy digna de Manuel y Engracia, a los que casi les da un soponcio jugando a ratambol a casi 45 grados de temperatura… allí sudaban todos como cochino en horno, sólo había que ver a Raquel Sánchez Silva, que parecía untada en aceite, la mujer.

Los azafatos demostraron, una vez más, que son más chulos y más pedantes que Sánchez Dragó hablando de sus experiencias sexuales. Eso sí, ganaron la inmunidad.

La siguiente no fue una etapa, sino una putada pura y dura. El caso es que tenían que ir a la siguiente ciudad, pero a mitad de camino les paraban y les daban unas bicis (algunas hasta había que montarlas) para hacer una ruta de 13 km hasta una pista para seguir la carrera. Es increíble la de gente que no sabe montar en bici… ¡Eso debería darse en el colegio y no la inutilidad de las matemáticas!

Entre otras cosas, tuvieron que vadear un río más grande que el Mediterráneo. La que peor lo llevó fue María, que dio todo lo que llevaba dentro, y no en un sentido metafórico. Me refiero a que potó hasta la primera papilla y se le quedó peor cuerpo que a una rana espachurrada en una carretera. El pobre Fernando acabó cargando con las dos mochilas y con la pobre María.

El caso es que al final de la etapa de las bicis había una pista, que les conducía al final de la carrera.

Peeeeeero, les pilló la noche en el camino. La mayoría de ellos acabaron pidiendo alojamiento en chozas de la zona, donde vivía gente muy humilde (y cuando digo humilde digo por debajo del umbral de la pobreza) que sin embargo compartió con los concursantes lo poco que tenían para comer. Es para hacernos pensar…

Y luego estuvieron Manuel y Engracia, que tienen una flor en el culo. ¿Os podéis creer que encontraron alojamiento en un restaurante? ¡¡Les pusieron de cenar que eso no se lo comían ni en una boda de pirañas!! Estos tíos van a acabar el programa más gordos que cuando empezaron.

Y al día siguiente llegó la putadilla madre: 328 escalones. No sé muy bien cómo pensaron los de la organización que los concursantes iban a saber con el jeroglífico que les dieron (unos ojos, más una escalera, más un logo del programa) que debían contar los escalones de la escalera que debían subir, pero así era.

Y claro, todos se tuvieron que subir los 328 escalones dos veces. Los primeros fueron los azafatos, que están en una forma que ni Hulk, y a la segunda vez consiguieron acertar el número de peldaños. Manolo y Marta también se subieron la escalera como unos campeones, pero no acertaron el número. Eso sí, como se habían encontrado por el camino con Javier e Hilario y les habían avisado (así se ahorraron el profe y el alumno media escalera) luego les devolvieron el favor diciéndoles el número de escalones.

Sandra y Belinda, amigos, estuvieron esta etapa que no se tumbaron a dejarse morir en una cuneta porque no les dejaron. Que forma de pasar de todo y deprimirse gratuitamente, amigos. Y es que a Sandra le dio la morriña, porque su retoño hacía la comunión y ella no iba a poder estar ahí. Yo pensaba que para eso sólo hacía falta un cura…

El caso es que quedaron así:

1.- David y Javi (azafatos).

2.- Javier e Hilario.

3.- Manolo y Marta.

4.- Manuel y Engracia.

5.- María y Fernando.

6.- Sandra y Belinda. Y con las vascas llegó la sorpresa.

El caso es que ésta era una etapa de falsa eliminación, lo que estaba previsto desde el inicio del programa, como demostró Raquel Sánchez Silva con un periódico a lo secuestro de las pelis. ¿Y eso qué significa? Pues bien, que Sandra y Belinda no están eliminadas, sino que participarán en la siguiente etapa, siendo las primeras en salir y haciendo de cebo al resto de concursantes.

Si llegan entre las tres primeras en la etapa 8, podrán quedarse en el concurso y los primeros que las atrapen ganarán la inmunidad.

¡Así están las cosas!