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Los ‘coach’ de La Voz y cómo echarse pullitas sexuales como si nada

Los Coaches de La Voz, tranquilos y sin ganas de matarse, para variar

Los Coaches de La Voz, tranquilos y sin ganas de matarse, para variar

La madre que los trajo que era una bendita pero les castigó poco. A mi me dicen que esto empieza a las 21.40 y yo, que soy muy alemán, rechoncho, peludo, achaparrado, bruto, con boina y puntual, pues llego a esa hora.

Pero no empieza La Voz, sino que nos ponen vídeos de chorradas de los últimos concursantes a los que cogieron y a los que les hacen preguntas chorras que eso parece una casa de citas: ¿llev@as tatuajes? ¿Y amuletos? ¿Cuándo cantaste por primera vez? ¿Te masturbas a palo seco o con aparatos? ¿Te gustan las películas de gladiadores? Y así.

«Tercera de audiciones a ciegas, sobre el escenario de La Voz emociones y nervios…«, decía después la voz en off de Jesús Vázquez con un tono de acojone como de estar haciendo ouija en la casa de las caras de Bélmez mientras sacrifica un pollo.

La primera de las cantarinas era una muchacha llamada Mey que llevaba una trenza tan apretada que se podía usar para trancar una puerta. Ha sido corista en Eurovisión tres años seguidos. «Para mí Alejandro es un ser«, dijo. (Sí, vale, luego añadió «maravilloso», pero mola más dejarlo en que dijo que era un ser.

El caso es que cantó muy bien, pero no le dio al botón ni un señor con el que coincidió en el ascensor y que iba al quinto.

«¿No te acuerdas de mi?» le dijo a Alejandro (con el que cantó una canción hace un huevo de años en un concierto benéfico) y Alejandro, que es un ser, dijo «no, la verdad». Yo una vez canté un villancico con Teresa Rabal, hace varias décadas (esto es verídico). Si me la encuentro la miraré con cara de pena y le diré «¿No te acuerdas de mi?». Si me dice que no, me echaré al suelo y huiré haciendo la lombriz.

Victoria vino de Argentina de Erasmus  hace seis meses. Y se está presentando a La Voz, en vez de estudiar. Yo soy los padres y la repatrio a leches. La muchacha llevaba unas suelas en las botas de la altura de la Torre Eiffel. Con esas suelas puedes pisar lava. Si te pilla un pie puedes ir ahorrando para las prótesis.

El caso es que la cogieron, así que no sé que está estudiando, pero los profesores sólo la van a ver por la tele. Ha elevado las pellas a la categoría de arte. Orozco y Sanz valoraron mucho a la muchacha, sobre todo sus cualidades físicas (a mi me parecía normalita), pero ellos dos se pusieron como un mandril en primavera. Total, que se fue con Alejandro.

Alejandro Sanz es el iPhone de La Voz: todo el mundo quiere tenerle. Los demás… bueno, pues móviles chinos, que oye, para ir tirando.

Nayala fue la siguiente. Está trabajando y estudiando en Nueva York y le hicieron más planos de ella ajustándose la falda que de la cara. A ver por favor, los cámaras de La Voz, que se echen novia YA.

Orozco sólo dijo al verla: «Maaaaaaadre Mía». Aquí os dejo el vídeo.

De hecho, se fue al escenario a abrazarla. Lo que pasa es que la muchacha tenía unos atributos pectorales que era como un secuoya, que si la quieres abrazar necesitas varias personas uniendo las manos. Pero apreció el esfuerzo de Orozco, y se fue con él.

Creo que Antonio Orozco y Alejandro Sanz necesitan novia también. Laura Pausini contó la historia de que Paulina Rubio haciendo de coach se enamoró de un concursante y que ahora vive con él. Orozco se puso que no sabía si sacársela ya o esperar un poco.

Este es año de los profesores de canto. Se han presentado todos los que hay en España. Deben estar hasta las cuerdas vocales de aguantar gallos y berridos y hacen lo que sea por alejarse de sus alumnos.

Total, que se presentó Joaquín, que es profesor de canto. Empezó a cantar como Eros Ramazzoti constipado, pero gustó, oye, a pesar de que llevaba una gorra de cuero dentro del plató. Con decenas de focos. En esa gorra metes un huevo y cuando te la quitas sale un pollito.

«Eres un mostro, un mostrísimo», le dijo Laura Pausini. Pero claro, Alejandro Sanz es como las puñeteras rebajas de La Voz: se pasa la vida haciendo ofertas. Le dijo que en su casa tiene un piano muy fetén para que lo toque.

«Me encanta que me lleguen y sobre todo de espaldas«, dijo Malú, lo que por supuesto fue de inmediato malinterpretado por Orozco, que tú le dices «esternocleidomastoideo» y te responde: «¡Por el culo te la hinco!».

Total, que se fue con Malú porque se lo había dicho su hija de ocho años.

Cantó un chaval con pinta de majete llamado Edu, al que le dio la noticia Jesús Vázquez mientras ensayaba. Menos mal que no le pilló en misa, este hombre no respeta nada.

Me lo imagino asaltando a algún pobre concursante en plan: «aquí está fulanito, cagando en estos momentos porque anda con colitis, le voy a dar la noticia de que está en La Voz». Y así.

Total, que mira que Edu cantó bien, pero oye, a los coach les dio el taranto o de esto que no te limpias el oído para poder hacer cirios en Semana Santa, y no le cogieron.

Belén fue otra de las que se presentaron. Es monitora en un gimnasio así que está acostumbrada a sudar en un sitio con mucha luz. Sólo faltaban en el escenario un montón de cuarentones mirando con envidia a veinteañeros con abdominales. Se dio la vuelta Laura Pausini, pero esperó hasta el último segundo y claro, la muchacha se puso a llorar como si acabaran de atropellar a su perro con un cortacésped.

Ella y Laura se hicieron un dueto. Qué manera de desafinar. Se les fue el tono tan alto que casi le sacan un ojo a Dios.

También cantó Marina, una muchacha ciegam que cantó con telón. Cantaba lírico y muy bien. Al público de La Voz, que le da lo mismo una saeta, que el lírico que la canción del Mercadona, rompió a aplaudir como si hubiera un subidón en la canción y la muchacha lo hubiera hecho haciendo los cuernos con las manos.

Cuando quitaron el telón Laura Pausini y Alejandro Sanz la bajaron del escenario que solo les faltó hacer la sillita de la reina. Total, que se fue con Laura Pausini.

El tiempo se puede calcular por la cantidad de veces que Malú y Alejandro Sanz se dan besitos en La Voz. ¿Qué hora es? Las besito y media. Vámonos, que han dado los doce besitos. Qué pesaos.

Ojo a Nanín, que tiene 72 años y viaja siempre con su peña, una cuadrilla que tiene pinta de correrse unas juergas de padre y muy señor mío. Pero al cinquillo. El hombre se llevó la guitarra al escenario, pero para decorar, porque no la tocó. El caso es que el caballero cantó un bolero, pero se le fue un poco la cosa y no le cogieron.

Cantó una muchacha llamada Rosa que tenía 26 años y la jodía parecía que estaba pasando la adolescencia. Que envidia, oye, que a mi con seis años ya no me pedían el carnet para entrar en las discotecas. La zagala toca el arpa y hace versiones con ella. Pero de música tranquililla y tal. Si me hace una versión al arpa de «me gusta la gasolina, dame más gasolina» la cojo hasta yo. Pero se me ha adelantado Laura Pausini, que le dio al pulsador.

Por algún motivo extraño, Laura Pausini le preguntó si tenía novio y le dijo «debes ser una persona muy tierna aunque desafinaste muchísimo». Laura Pausini tiene unas asociaciones mentales raras. Pero no raras de eh, mira, me gusta ponerme la ropa interior de mi mujer y modelar perritos con plastilina, no, raro de hablar después de haber encontrado opio en una tumba de la dinastía Ming y habérselo fumado.

Un señor con sombrero de copa y gafas amarillas que va dando el cante que no veas cantó también. Era como Slash de los Guns N’ Roses, pero de ir a comprar el pan como si fueras a Woodstock. Era la noche de «voy a esperar al último segundo para darme la vuelta a ver si le da un infarto a algún concursante», así que Malú se dio la vuelta en el último milisegundo.

Supongo que les obligan. Me refiero a los concursantes y a eso de hacerse selfies con el móvil dado la vuelta. O sea, retroselfies a ojo. O sea, a hacerse mierdas de categoría postureo premium. En serio, ¿qué será lo próximo?

En fin. Concursó una muchacha joven, rubia y guapa llamada Marta que cantaba poniendo caritas de mucha emoción. La verdad es que cantó tirando a normal, pero se la quedó Malú, vete a saber por qué.

De hecho, el discurso de Malú, que se la había quedado, era más de lo que había que corregir que lo que había hecho bien.

Y poco más amigos…