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Una familia es expulsada de ‘Perdidos en la tribu’ por agresión

He aquí el resumen.

FAMILIA MERINO:

Después de una semanita ya tocaba lavarse, más que nada porque los cazadores de la tribu se quejaron de que los animales habían abandonado la selva a causa del olor del sobacal de Carlos.

Así que los de la tribu se los llevaron al lavadero, por más que Carlos pensara que iban a comer. A él, todos los gestos que se hacen en la tribu le recuerdan a la zampa.

Y para hacer más agradable el baño, cuando estaban todos metiditos en el agua, el cabeza de familia no tuvo reparos en escupir al río y en afirmar orgulloso: «Ese, de los verdes«.

A Marisol, por su parte no le gustó mucho el río al que llevaron a las mujeres. Lo mismo se pensaba que las llevaban a la isla de La Toja. A la mujer le daba cosa quedarse en sujetador, sin reparar en que el río, con el agua más turbia que los negocios de un político, la selva, el olor y el aspecto general eran de todo menos eróticos-festivos.

Sin embargo y porque la carne es débil, a los cámaras no se les pasó ni un plano de Cristina y su pechamen entrando y saliendo del río. Casualidades del diferido.

 Los hombres de la familia deben aprender a usar la cerbatana. Para los más mal pensados se trata de la cerbatana de cazar, o sea, de la que dispara, esto… bueno, de la larga y dura. Joder, esto… ¡Ya me entendéis!

Lo malo es que los jovenzuelos de la familia demostraron tener muy poca habilidad con sus aparatos.

Por algún motivo, los shiwiar insisten en que Carlos se suba a los árboles. Deben ser unos enamorados de la película «Gorilas en la niebla», o algo así.

¡Y lo consiguió! Bueno, eso si por subir a un árbol entendemos subir unos diez centímetros y porque te están empujando del culo.

A los Merino les tocó vestirse a la usanza de los shiwiar, que es así como con los aparejos del amor colgando tras una faldita de paja. Para que vaya todo fresco.

Carlos parecía la versión hawaiana de Michelín. Sin embargo, él estaba cómodo, cosa que no le pasó a Marisol, preocupada y pudorosa, por lo poco tupido de su falda.

Más problemas tuvo Cristina, de pechos libertarios, que luchaban por huir de la tiranía de las hojas que hacen de sujetador y salir a ver el mundo con sus ojitos marrones. Ella se hacía la puritana «uy, que se me ve», pero se la veía encantada de insinuar sus alegres domingas.

El caso es que los de la tribu les llevaron una hermosa tortuga para comer, pero claro, aunque los musculitos y la modelito no lo supieran, a los animales hay que matarlos para comérselos y les dio mucha pena que mataran al bicho.

«Tu vas a un restaurante y te ponen tortuga y no te pones a pensar en los hachazos«, dijo David, que al parecer consume mucha tortuga en los restaurantes. Debe ser en el Burguer Tuga.

El único que no tuvo problemas fue Carlos, que con tal de comer es capaz de matar un unicornio con una motosierra y comérselo mientras está fresco.

Me encanta como piensan los shiwiar: el pene se lo tienen que comer las mujeres. El de las tortugas, digo. Me enterneció el cariño con que Cristina manipulaba el asunto. Que delicadeza, que vocación.

Y claro, le tocó a ella comerse el pene: «El pene de la tortuga no era asqueroso, pero era asqueroso pensar lo que era», dijo la muchacha tras la ingesta.

Me encanta, adoro, me he enamorado, de la sencillez y concreción con que habla Carlos. Una frase, cortita y lo dice todo. «Está cojonuda, la tortuga está cojonuda», dijo. Y ya está y se queda callado.

La familia Merino es por el momento la que mejor se adapta y la que mejor me cae.

Y llegó el consejo:

Todo bien, excepto Víctor, al que le dijeron que se asustó «como una niña pequeña» cuando destriparon a la tortuga y que Marisol se queja por todo.

Ahora los hombres deber participar en el ritual de la Guayusa para purificar su espíritu.

 

FAMILIA SAN SEBASTIÁN

«Soy bastante amante de los animales», afirmaba Okaritz justo antes de correr detrás de un pollo con mirada asesina y de proponer comerse a un perro. Si fuesen así todos los amantes de los animales, ahora sólo habría tres especies sobre la faz de la tierra.

Al final fue Billy, en un acto heroico digno de Hércules dopado, el que mató a la gallina, primero con un par de flechas, y luego machacándole la cabeza con una piedra. Sí, todo esto a un pollo que no pesaría más de medio kilo. Lo mismo quería hacer carne picada, yo que sé.

El problema era que el pollo era del jefe de la tribu. Pero eso no lo sabía aún De Okaritz, a Okaritz y tiro porque me Tocaritz dijo «sabe a barbacoa».

Mientras, los jóvenes de la aldea han reparado en los encantos de Eneritz y como allí no son muy de invitar a copas básicamente le han dicho a Billy que si no están casados, que se la quieren tirar. Eso es amistad entre tíos y lo demás son tonterías. «Oye, que me quiero petar a tu jaca». Y ya está.

Pero eso no es lo revolucionario, amigos, lo revolucionario es que la mujer del de la tribu fuera y dijera que a ella no le importaba, que su marido quería probar con una blanca y que Eneritz parecía buena tía.

¿ALGUIEN SABE COMO SE LLEGA A LA TRIBU TAMBERMA?

Okaritz protagonizó un clásico de Perdidos en la Tribu, que es la manipulación de mierda con fines constructivos. Por eso los tamberma no han tenido burbuja inmobiliaria, porque allí no había quien inflara el precio de los zurullos.

¿Tenéis hambre? ¿No hay nada en la nevera? ¡No es un problema, haced como los tamberna: ponéis un cepo, cazáis una rata bien gorda y ¡a comer!

Por algún motivo las mujeres españolas que van a Perdidos en la Tribu consideran que es gracioso pintar de putón desorejado a las mujeres de la tribu anfitriona, así, como viene siendo tradición, lo hicieron Nanda y sus retoñas.

El caso es que el enfrentarse a la rata y a su posible ingesta (la verdad es que tenía una pinta estupenda) hizo plantearse a Okaritz y a Nanda el irse de vuelta a España.

 Pero el que peor lo lleva es el padre, Mikel, que es delicado como una Miss en pleno concurso de belleza. Quería bañarse y me sigue enterneciendo cómo las tribus se vuelcan con sus huéspedes: «aunque esté enfermo y quede lejos, si necesitas bañarte te llevaré al lago», le dijo el jefe de los tamberma.

Y dicho y hecho, los tamberma son personas de palabra. Al lago se los llevaron. «Este río es para ti y para toda tu familia, es nuestro regalo«, les dijo el jefe de la tribu. Y después de esas palabras, que parecen pequeñas, pero que son para agradecerlas de por vida, el simpático Billy, que tiene nombre de crema depilatoria, dijo que no se metía. Lo mismo esperaba un jacuzzi, el señorito.

Afortunadamente, para Mikel sí que fue un regalazo y el hombre disfrutó como un pájaro carpintero en un aserradero.

Y mientras Billy se quedaba fuera, como el típico rarito escrupuloso, estuvieron a punto de picarle a la moza, ya que a Eneritz de la veía muy contenta en los brazos de un zagal de la tribu, dándole besitos y con la risita tonta.

Y eso pareció espabilar al aspirante a bombero, que perdió el culo para meterse en el agua.

Pero el daño estaba hecho: «ahora es como si fuera un amigo, porque mucho cariño no me da, prácticamente nada», dijo la muchacha.

El programa también les llevó a los San Sebastián cosas occidentales, en este caso unos churros de esos que flotan, unas gafas de buceo, pistolas de agua…

«No sé para qué sirve esto», dijeron los de la tribu, «pero al fin han sonreído». Todos se lo pasaron teta piruleta.

Y llegó el consejo:

La tribu les dijo que les veían tristes y que para qué habían ido. A Nanda, que no trabaja y como castigo, traer leña para todo el poblado.

A Eneritz y Ocaritz que no se lo toman en serio. A Billy, que no le ven bien, que debe cambiar. A Mikel, que les preocupa, que le dieron el agua, pero sigue triste.

Y claro, que no vuelvan a matar un animal que no es suyo.

 

FAMILIA BERHANYER

Lyz es un prodigio de integración. En menos de una semana, si la pintas de negro no la distingues del resto de la tribu. «No nos sentimos asilvestrados, aunque convivamos con ellos«, dijo. Ah, pues no, no es integración, es que es más falsa que un impuesto temporal a reembolsar.

Por su parte Marie piensa que el pelo es como el blindaje de un carro de combate. Como ella tiene en la cabeza, se puede poner los fardos de leña sin protector, y que digo los fardos de leña, y de alambre de espino y de uranio enriquecido si hace falta.

«Aunque quisiera convertirme en una suri no podría, porque los suris, no nos hemos dado cuenta, son negros». Afirmaciones como éstas hacen que pensemos que Marie se cayó a la marmita de los porros cuando era pequeña.

 A Elio le tocó aprender la lucha de palos. Fue un poco triste, porque se pensó que era un Jedi y se puso a hacer el canelo, una cosa así.

Y claro, haciendo el gilipollas, al final el instructor le tuvo que decir al contrincante de Elio, que lo dejara, que lo iba a matar.

Pero la que está encantada con lo de matar es Marie. Les llevaron una cabra para ordeñar y ella se empeñó en que lo que les estaban diciendo es que la mataran, que le cortaran el pescuezo y juraría que le brillaban los ojos mientras lo decía.

«¿Qué hago con la cabra?», dijo Juan Carlos y ella respondió «MATARRRRLAAAAAAAAAGR».

Conversaciones ridículas segunda parte: Marie: «Lo que quieren es que la alimentemos para encariñarnos«, Juan Carlos: «¿Pero como voy a encariñarme si no la conozco de nada?».

El programa le llevó a Juan Carlos una maleta con ingredientes para que cocinara unos «huevos pericos». Marie reaccionó diciendo «ay, los huevos, el momento más dulce del día«. A mi eso me suena a diálogo de película para adultos.

Y como suele pasar, le dieron a los de la tribu a probar los famosos huevos (que es un revoltijo de huevos con cebolla y tomate) y a los de la tribu les encantó. Eso si decir «nunca había probado eso y nunca lo volveré a hacer«, significa que les gustó, claro.

Pero lejos de contrariarse, a los Berhanyer les pareció maravilloso que a la tribu no les gustara, porque así se pudieron repartir ellos la zampa.

Y llegó el movidón.

Marie, esa mujer que pensaba que iba a Las Joyas de la Corona en lugar de a Perdidos en la tribu, la lió parda.

Una de las mujeres de la tribu pretendía que Marie y Liz se cortaran el pelo como ellas, que lo llevan en plan poligonero de discoteca chunga, como rapado y con dibujitos.

La mujer de la tribu estaba un poco de coña, pero Marie se puso en plan cani/choni de sala hardcore con ella. La mujer se estaba descojonando (sí, con una cuchilla en la mano, así, en plan buen rollo, vamos a jugar a hacernos tajos, qué risión) y Marie estaba cabreada como un mono con almorranas.

Tras el primer conflicto, otra de la tribu fue a hablar con Marie en plan buen rollo conciliador, para ver por qué no se querían cortar el pelo. Y Marie, en lugar de reaccionar como una adulta y razonar con la mujer, se puso a hacer bailecitos ridículos de sobredosis de redbull.

Y como las mujeres insistieron, Marie se puso violenta, a retorcerle las manos a una de ellas y a levantarle la mano para zurrarla. Hasta Juan Carlos le dijo a Marie «¡¿Pero qué te pasa?!

Marie lo justificó diciendo: «Me venía persiguiendo con una cuchilla«, como si estuviera hablando de Jack el Destripador. Pero era mentira. Si veis las imágenes, a la que ella retuerce el brazo no lleva nada en las manos.

Era otra de al lado, que estaba a un metro de Marie, la que llevaba la cuchilla.

Sólo puedo decir que Marie es ___________ rellenad el espacio vosotros mismos.

«He respondido con la misma fuerza. El único modo de adaptarme a ellos es ser primitivo», «He respondido de la única manera que entienden», aseguraba la pija, que luego dijo «para chula, yo, a mi no me pisa nadie«. O sea, que va de pija y sofisticada, pero habla como una poligonera de baja estofa.

Inmediatamente después se puso de víctima, diciendo que la separaban de su marido para que éste no lo viera. Y hala, con unos lloros se resuelve todo.

Y de un modo civilizado, el jefe de la tribu reunió a las mujeres para ver que había pasado y éstas se lo contaron.

Y llegó el consejo:

A Juan Carlos le dijeron que tenía ganas de ser suri, pero que no controlaba a su mujer, pero que les sigue gustando.

A Lyz le dijeron «sé que existes porque te veo y porque te oigo respirar, pero no estás entre nosotros». Que es una empanada, vamos.

A Elio, que será un buen luchador.

A Marie: «Eres el gran problema de tu familia«. Así, sin paños calientes. Y que debía afeitarse la cabeza para demostrar que era uno de ellos y que no se avergüenza. Ultimátum: si no aceptaba, debía irse.

Y no, no aceptó la orden. Por dios, se va a cortar ella el pelo.

«Me llena de pena, pero estáis desterrados por no cumplir mi orden«, les dijo el jefe suri.

Qué queréis que os diga. A mi me parece que en realidad a los Berhanyer les vino como picha al culo el últimátum, porque se querían ir todos. Es lo que tienen los pijos, que son los eslabones más débiles de cualquier sociedad.

Juan Carlos lo vendió como que no podían luego volver a España con el pelo corto, destruyendo su trayectoria. Claro, porque el pelo no vuelve a crecer ¿verdad? Eso demuestra lo primitivo de la sociedad en la que ellos se mueven, lo noble de sus amigos y conocidos, que les rechazarían y estigmatizarían por llevar el pelo corto.

Peeero, los Suri siguen con nosotros, porque les llevan una familia de reserva.

En ella hay una chiquilla de tetas operadas y enormes que piensa que por tener las domingas como balones de Nivea va a triunfar allá donde vaya, incluida la tribu.

La madre, dice que le falta algo en su vida, que es monótona y el marido, que quiere reconquistar a su mujer.

Ya veremos cómo se comportan.

NOTA: Perdonad los retrasos de los resúmenes, y que me salte algunos, pero es que GH me tiene secuestrado, con las dos galas semanales…

El ‘Perdidos en la tribu’ más pijo comienza con las tribus más salvajes

Hola a todos.

No hay nada que me guste más que un programa que comienza con unos buenos escupitajos. Y en eso, Perdidos en la tribu no me decepcionó. Ay, que monas, las mujeres, masticando bien babeadita la chicha y escupiéndola como si no hubiera mañana.

Sí, amigos, ha vuelto Perdidos en la tribu. Y aunque lo han vendido como el más extremo, en realidad es el más pijo, porque han cogido a tres familias a las que les hacen falta un par de hos… complementos más para ser absolutamente insoportables.

Antes de empezar con las familias, haremos repaso al discursito de Raquel Sánchez Silva en el aeropuerto. La muchacha se había propuesto conseguir que los suelos de Barajas se llenaran de cacotas de puro acojone y a ello se dio contándoles a las familias que iban a tribus descartadas años anteriores por ser demasiado duras y peligrosas.

Y surtió efecto. Se veía a los participantes con los ovarios/testículos subiendo por su garganta hasta llegar a la cabeza y abultar como si fueran la silueta de Mickey Mouse.

Y vayamos con las familias:

FAMILIA MERINO (De León a la tribu Shiwiar, en Ecuador)

Madre del amor hermoso. Cuatro hijos a cada cual más repelente, más creído y más seguro de que el físico es más importante que tener una cosa de esas blancas que sirven para pensar en la cosa esa redonda que se peinan.

En el cásting le preguntaron a los dos hijos varones: «¿sois pudorosos?». Y con sus santísimos cojones, más santos que los del Papa, dijeron «Pudoroso no sé que significa, ¿es de poder?».

Otra de las hijas dice que son algo que nunca se ha visto en Perdidos en la tribu: «una familia de guapos«. Y la última dice que le «encanta enseñar chicha», y en el casting se empelota como su madre la trajo al mundo, que le faltó empaparse un poco en sangre y llorar.

 Los dos chavales tienen un nivel cultural y humorístico maravilloso, sólo superado por el que tendría un perro muerto. Cuando descubrieron que se iban a Quito, además de decir que era «un nombre raro», dijeron sobre el plano «a que te lo quito». Y se rieron todos mucho, como si hubiera hecho un chiste intelectual nivel Einstein.

Hay que decir que a una de las hermanas la tuvieron que dejar en tierra, pues al ser diabética era demasiado peligroso.

Dos de los que quedaron se subieron a lo alto del autobús que les llevaba por Quito hacia el aeropuerto local y se pusieron a bailar en plan gogó, haciendo el ridículo más espantoso. Si hubiera habido en el autobús un borracho de boda con una corbata en la cabeza, éste habría sentido vergüenza ajena de los Merino.

«Hay que hablar en inglés«, dijeron los cretinos de un país donde la lengua oficial es el Español.

Montarlos en las avionetas que les llevarían a la selva fue un espectáculo, sobre todo porque entre maletas y el padrastro, que pesaba 108 kilos tuvieron que usar dos aparatos.

Lo del acojone dentro de los aviones ni lo nombro. O sí, lo voy a ejemplificar con las palabras del padrastro: «Si huele mal es que me cagué».

El resumen de la hija al bajarse del avión fue maravilloso. Al ver la selva desde arriba dijo «todo era verde, como una coliflor». Sí, y el océano es azul, como un pepino en flor.

Al final resultó que la muchacha (Cristina) era bastante echada para adelante y menos tiquismiquis que los canelos de sus hermanos.

La tribu les recibió con chicha (se llama así porque al hacerse masticándola y escupiéndola, se le echan a la bebida todo tipo de paluegos, o trocitos de carne, o sea, chicha.

A todos les dio asco, excepto al padrastro, que tenía un hambre que casi se bebe todo el cuenco y luego se lo come.

FAMILIA BERHANYER (De Marbella a la tribu SURI)

Sí, el padre de esta familia es el hijo del diseñador Elio Berhanyer. Y sí, esta familia es como una caricatura. Todos los estereotipos que podáis describir sobre los pijos están descritos en esta gente. Él, tratante de arte, con novia pija llamada Marie, que dice cosas como «el lujo es eso que te hace sentir superior» e hijo más bien tirando a feo con novia estudiante de odontología y que quiere «ayudar a los indígenas con el cuidado de la boca».

Su estilo es del tipo voy de enrollao  y trato a los negritos como si fueran mis iguales para parecer guay y para nada elitista.

De hecho, se les vio en seguida el plumero, sobre todo cuando Marie dijo de los negros de la tribu dijo «son muy guapos, pero no son como la gente que frecuento en el Marbella Club«. Sé que no tenéis mundo, así que os aclaro que el Marbella club no es el puticlub que hay en la carretera de salida de vuestra ciudad, sino un lugar muy guay y refinado de Marbella.

Pero fue algo pasajero, porque la mujer enseguida rectificó diciendo que «el ambiente es como el de ‘Gorilas en la niebla’«. Ah, pues no, no rectificó, metió la pata hasta el sobaco.

Pero al final pareció enterarse de qué iba el tema y dijo que «son muy promiscuos«, porque la tocaban mucho. No, definitivamente esta mujer pensaba que iba a la tribu de los Brady.

El chamán de la tribu es más inútil que Anne Germaine hablando con un vivo. ¿Pues no leyó un estómago de vaca y vio que la familia había llegado con buen pie? Ese suspendió la EGB, la Enseñanza Gorilar Básica.

Juan Carlos, el padre e hijo del costurero, les soltó a los de la tribu un discursito de los de dar las gracias por la placa de jubilación en el banco, de lo que la tribu sólo sacó en claro que ellos «no hacen cosas de mujeres».

Que es un tipo sincero pudimos verlo cuando le metían en la boca un engrudo con pinta de poder matar caballos con él y decía el jodío «Ummm que rico. Estoy que vomito». Ya sabéis que si le invitáis a comer, os mentirá como un bellaco.

FAMILIA SAN SEBASTIÁN (De Bilbao a la tribu TAMBERNA)

Compuesta por unos progenitores con dos hijas, una de ellas la típica aspirante a pija con novio bombero. Se llaman Okaritz y Eneritz. Si hubieran tenido un hijo le habrían llamado Febreritz (perdón a los amigos del norte, pero es que estaba a huevo).

Okaritz tiene más moral que el Alcoyano: «como estoy estudiando integración social creo que me integraré bien». Esta pensaba que iba a una tribu de Lating Kings.

Casi me arranco las orejas a bocados cuando les oí por decimoquinta vez «que bonitoooooooooooooooo«, cuando visitaron un mercadillo en Togo.

Su primera impresión sobre la tribu fue que «son muy tocones«. Un antropólogo no habría podido ser más preciso y más descriptivo en siete tesis doctorales. Para qué queremos esa ciencia cuando podemos tener a los San Sebastián, que son de Bilbao.

La tribu les recibió con agua y unos murciélagos revenidos rebozados en un líquido blanquecino de dudosa procedencia. Si queréis recibir a alguien a quien no queréis volver a recibir, apuntad la receta.

Para rematar la bienvenida y romper el hielo la tribu pensó en jugar al Twister o hacer que el padre degollara un pollo. Eligieron lo segundo, que era menos violento. Y ahí estaba el padre, temblándole el pulso como si le estuvieran dando descargas eléctricas en los huevecillos. Pero lo degolló.

El primer pollo de la experiencia lo montó Eneritz, que no quería entrar en las casitas ratonera de los tamberna. El padre tampoco entró, pero en su caso porque no entraba por la abertura.

Sí, todas las semanas seguiremos aquí el programa y ‘En el ojo de Gran Hermano’, ‘GH 12+1’.

Y sí, me pluriempleo. Así soy yo, muy de trabajar duro.