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Tengo miedo por Pekín Express y su futura presentadora

Raquel Sánchez Silva, más chula que un ocho, en Pekín Express (CUATRO).

Raquel Sánchez Silva, más chula que un ocho, en Pekín Express (CUATRO).

¿Sabéis esa vieja expresión de tener los testículos de corbata en referencia a un miedo pronunciado que te atenaza la garganta?

Pues yo tengo los testículos tan arriba que parecerían las orejas de Mickey Mouse si Mickey Mouse tuviera las orejas color carne.

Ya sabéis, y si no lo sabéis aquí estoy yo para salvaros de la ignorancia (llevándomela yo toda), que Antena 3 (bueno, el grupo de comunicación, Atresmedia) ha comprado los derechos de Pekín Express.

Sí, esto es como el mercado, vas andando y le dices que te ponga un reality fresquito, un par de series con poca grasa y un concurso y que te lo haga así como para el horno.

Total, que una vez que Pekín Express cambia de cadena (supongo que de Cuatro irá a La Sexta, porque sería una torpeza ponerlo en Antena 3) queda decidir quién lo va a presentar.

Y aquí es donde mi pánico se dispara. Os confesaré una cosa: Pekín Express es mi reality preferido. Noooo, no supera a Gran Hermano, ése lo llevo en la patata de freír oferta bolsa 3 kilos que tengo por corazón.

Aún así es un formato que adoro. Como adoro a sus dos presentadoras, Raquel Sánchez Silva y Paula Vázquez (a Jesús Vázquez lo tengo vetado por los pantalones y chaquetas que se pone, que matarían a un camaleón que intentara camuflarse en ellas).

Son perfectas para el trabajo. Esta semana han sonado muchas otras presentadoras y presentadores, como Cristina Pedroche, Anna Simón, Juanra Bonet, o Manel Fuentes.

Creo que cualquiera de ellos podría hacerlo bien (excepto Manel Fuentes, que me rechina en este formato) pero no me gustaría verles a ninguno.

Llamadme inmovilista, clásico, conservador o llamadme para una mariscada, pero no les veo. Además, si lo que pretende Antena 3 es quedarse con el público de este reality lo suyo sería intentar hacerlo lo más parecido posible y eso incluiría una presentadora que ya encaje en el formato.

¿Y si yo tuviera que elegir? Difícil. Peeeeeeero, creo que me quedaría con Raquel.

Mar y Vanesa ganan ‘Pekín Express’ gracias a una indigestión

Hay gente cabezona, gente testaruda, Paco Martínez Soria en Don Erre que Erre y después Jota.

¿Cómo se puede ser tan tonto, si tu compañero, tus rivales y hasta el espíritu santo te están diciendo que en la cena el día antes de la final no te pongas a comer como un gocho que tu vayas y lo hagas?

Pero voy a empezar por el principio, porque después de ver la final y de que por segundo año consecutivo gane la pareja que peor me cae, estoy cabreado más cabreado que Belén Esteban estudiando historia.

La cosa comenzó con tres parejas, como sabéis, y si no lo sabéis para eso estoy yo aquí, bueno, para eso y para buscarme pelotillas en el ombligo: A la final llegaron Jota y Freire, Mar y Vanesa y Pedro e Inés.

La final se hizo en dos días. Vamos con el primero.

La primera prueba, para que la cosa comenzara relajadita y descansada, consistía en recorrerse entre 1,5 y 2,5 kilómetros a través de las dunas del desierto (dependía de las penalizaciones del día anterior).

Pedro e Inés comenzaron más lejos que nadie y además, debían llevar las mochilas grandes, de 20kg, como handicap por haber sido los últimos en la etapa anterior.

Jota y Freire fueron los primeros en llegar hasta J. V. que siempre pone la puñetera banderita en el lugar más alto que encuentra, quizá por algún complejo. El caso es que los dos desconocidos se llevaron como recompensa un comodín, que les permitía saltarse cualquiera de las tres pruebas de la jornada.

La primera prueba consistía en irse a una granja de avestruces a tocar los huevos (sí, no sé cuántas veces se habrá hecho ese chiste, pero es que es un clásico).

Cabe destacar la forma buitre con que las tres parejas cogieron coche, lanzándose sobre los vehículos cual yonkis en busca de una indemnización (sí, eso existe) y tratando de afanarse los unos a los otros los vehículos.

Una vez en la granja de avestruces tenían que poner un huevo de esos bichos sobre unas varas de bambú y transportarlo por un circuito de obstáculos. Jota y Freire y Mar y Vanesa lo hicieron sin mayores complicaciones, con un par de huevos rotos.

El caso es que Sudáfrica debe haber hecho un llamamiento a nivel mundial para salvar a sus avestruces, porque deben estar en peligro de extinción. La causa es que una generación entera de estos animales se ha perdido por los huevos que se cargaron Pedro e Inés. Madre del amor hermoso, cuánta inutilidad.

Y como siempre, la parejita de tortolitos, chillándose y echándose la culpa el uno al otro. Si a estos chavales los llevan a un cursillo prematrimonial, la peña se acojona no se casa ni Dios.

La segunda misión consistía en buscar unas llaves en la arena de una playa usando un detector de metales, y con las llaves abrir una caseta.

Ahora esa playa es la más segura del mundo. Se puede arrastrar a un bebé por ella sin problemas. No queda nada metálico que haga daño. Más que nada porque Mar y Vanesa lo encontraron todo: chapas, monedas, cremalleras, esquirlas…

Jota y Freire, por su parte prefirieron saltarse esa prueba con el comodín, después de buscar un poco y discutir un mucho. Sí, porque estos dos son al diálogo tranquilo y sosegado lo que Freddie Krueger al descanso nocturno.

La tercera y última prueba consistía en ir a otra playa y hacerse una foto con un pingüino. Para mi gusto, demasiado fácil. Debería haber sido hacerse una foto haciendo malabares con los pingüinos, o besando a un pingüino, o haciéndole el amor a un pingüino… No, perdón, esto último no…

El caso es que los pingüinos salían bastante mejor en las fotos que los concursantes… Excepto el que fotografiaron Mar y Vanesa, que era la Pantoja de los pingüinos y se tiró a la yugular de las muchachas.

(Sí, he escrito muchas veces la palabra pingüino, pero es que me encantan las diéresis y hay tan pocas ocasiones de usarlas…).

El caso es que las sevillanas se encontraron con unos españoles que se ofrecieron a llevarlas mientras babeaban y pensaban en pillar cacho. Tanto es así que en la segunda parte de esa prueba incluso las acompañaron.

Lo mismo pensaban que Mar y Vanesa jugándose la final iban a estar para mirarles dos veces a la cara. Ay, señor eso es moral y lo demás son tonterías. Lo mismo esos muchachos son de los que van a ligar a los entierros.

Y claro, los chavales estaban pensando con lo que viene siendo el guerrero de cabeza púrpura y esa brújula siempre apunta al norte, por lo que las perdieron e hicieron que las chavalas recorrieran 12 km en dirección contraria.

La última parte de esta primera jornada era una carrera hasta el faro del fin del mundo. Sí, porque para qué le iban a llamar el faro de la esperanza, o el faro del amanecer. No, le pusieron un nombre que acojona a ver si eso atrae a los turistas. ¿Por qué no le llamaron el faro del turista descuartizado?

En cualquier caso, los primeros en llegar fueron Jota y Freire, seguidos de Mar y Vanesa. Pedro e Inés fueron los últimos en llegar. Y eso significó que quedaron eliminados. Pero esta vez de verdad, que esta pareja es como los zombies, nunca están acabados del todo (recordemos que fueron eliminados dos veces y las dos volvieron a caminar).

Pedro e Inés decidieron darle sus amuletos a Jota y Freire, que a esas alturas parecían los hermanos blancos de MA Barracus, con tanto collarcito al cuello.

Y llegó la tragedia. Jota, que no pierde ocasión de demostrar lo macho que es, se puso ciego a comer en la cena del día antes de la gran final. Como os dije, tanto las hermanas como Freire le aconsejaron que no comiera tanto. Pero no, él es muy macho y se jamó calorías como para alimentar a una familia de Orcas un mes.

¿Y que pasó? Pues que estuvo toda la noche vomitando amén de gran parte de la mañana, por lo que comenzó la final con el cuerpo hecho escombro. Él y Freire jugaban por los 37.000 euros que tenían en amuletos, las sevillanas, por sus 25.000.

Y comenzó la gran final. La primera prueba consistía en subir a un pico llamado Lion’s Head (cabeza de león, claro, no le van a poner cabeza de caniche). A Jota y Freire les cogió un Mercedes último modelo con los asientos tapizados en cuero. A Mar y Vanesa un Audi TT. Anda que se mueven a lo pobre…

El caso es que se trataba de cinco pruebas. La pareja que ganara cada una de las pruebas conseguiría una palabra.

Jota tuvo que hacer un alto en el camino para vomitar. A la señora del coche se le veía en la cara que estaba sufriendo por su cara tapicería. Porque una cosa es coger a un andrajoso por caridad y otra es que te vomite en el coche. Osea, eso lo contó en la peluquería fijo, chicas.

Mar y Vanesa fueron las primeras en llegar a la cima del pico, al que había que acabar de subir andando. Más que nada porque Jota tenía menos fuelle que un mechero gastado y se paraba cada dos por tres. Me pareció ver cómo una ancianita paralítica y ciega le adelantaba en la subida…

Para bajar había dos formas: La primera pareja podría bajar en parapente hasta la playa donde estaba la primera palabra, la segunda, tendría que ir a patita.

A pesar de que se les pusieron los ovarios de pajarita, Mar y Vanesa decidieron atreverse con el parapente, para desgracia del monitor de Vanesa. Sí, porque después de ponerse a llorar, cuando al fin se decidió a saltar, Vanesa se puso a soltar unos chillidos mortales.

De hecho, los guías turísticos ahora cuentan a sus clientes que en las noches frías aún se oye en ese lugar los gritos agónicos de una chavala llamada Vanesa que pasó por allí.

Si yo hubiera sido Freire, habría bajado haciendo rodar a Jota. Pero no, como Freire es más diplomático, se dedicó a darle ánimos, que sí, que salvaguarda la integridad física de Jota, pero es más lento.

Así que las hermanas también llegaron primeras a la segunda prueba. Se trataba de encontrar una casa con un GPS. Solo que la casa ya no existe. Había que encontrar el lugar donde estaba antes de que la derribaran durante el apartheid. Pero claro, ellas no sabían eso.

Así que se pasaron un buen rato buscando la casa como el que busca una oferta en un supermercado de Sánchez Romero. A esas alturas, Jota estaba ya vomitando por cuarta vez. Anda que no se cebaron los del programa, que pusieron cartelitos con lo de que Jota se había puesto gocho a comer cada dos minutos.

La siguiente parte de esa prueba consistía en comerse una cabeza de cordero cocida y achicharrada a la que en Sudáfrica llaman smiley (algo así como sonrisa). Nos ha jodído, porque ves eso y lo primero que haces es sonreír, pensando que es una broma. Coño, que cosa más apetitosa. Si apetitosa significara «voy a echar la pota hasta que el estómago se me de la vuelta».

Mientras las hermanas se comían la cabeza, degustado ojos y delicatessen por el estilo, Jota se rendía y pedía que el médico le viera. El doctor le dijo que lo que tenía era una indigestión y muchos nervios, pero que podía seguir adelante de sobra. Pero nada, amigos, Jota se rindió.

Así que ofrecieron a Freire seguir solo. Y aceptó. Se comió su cabeza de smiley tan ancho y no eructó y pidió otra porque iba con prisas.

La siguiente fase fue tocar en un xilófono las primeras notas de la melodía de Pekín Express. Ahí Freire pilló a las hermanas, y por un momento quedaron a la par. Si lo que sonaba en los xilófonos era la sintonía del programa, yo soy Jessica Alba y estoy saliendo con Scarlet Johansson, pero en fin.

En cualquier caso, las hermanas volvieron a ser las primeras y llegaron al anfiteatro que hacía de meta antes. Eso sí, acojonadas como un bogavante en el acuario de una marisquería, porque Freire les pisaba los talones.

Ahí fue cuando Jota se reincorporó a la carrera. Me gustó que Freire no le tomara en cuenta a Jota su debilidad y que le acogiera como si fuera un hermano, dándole ánimos. Estos dos chavales parecen, con todos sus defectos, ser buena gente. Y eso es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría de las personas.

Antes de la prueba final, las dos parejas se enfrentaron a la tradicional ronda de preguntas y respuestas. Había dos premios: un amuleto de 10.000 euros y un viaje como el que ya han hecho, pero esta vez a cuerpo de rey. El viaje era de la pareja ganadora aunque no ganara.

La cosa estuvo apretada, pero al final se impusieron Jota y Freire por muy poco, llevándose el viaje (que no creo que hagan dentro de poco, porque tienen que haber acabado de África hasta los huevos) y un amuleto que para lo que les sirvió lo podían haber usado de supositorio.

La prueba final consistía en completar un trozo de un poema de William Ernest Henley, popularizado por la película Invictus.

La estrofa dice:

Ya no importa cuán recto haya sido el camino / ni cuántos castigos lleve a la espalda / soy el amo de mi destino / soy el capitán de mi alma.

Al poema le faltaban seis palabras, de las cuales las hermanas ya habían conseguido cinco y Jota y Freire ninguna. Vanesa y Jota se quedaron con J. J. V. esperando en un monumento a que Mar y Freire regresaran de buscar las palabras que faltaban y que debían encontrar dentro de unas cajas.

¡GANARON LAS SEVILLANAS!

Sí, como no podía ser de otra manera por la ventaja que le llevaba, Mar encontró antes su palabra y regresó para completar el poema junto a Vanesa. Las hermanas se llevaron 25.000 euros del ala.

Me gustó el buen perder de Jota y Freire. Sobre todo de Jota, que se repuso de su enfermedad y de la derrota y aprovechó para frotar cebolleta con Vanesa, a la que abrazó y de la que tuvieron que soltarle con agua fría.

45 días, nada más y nada menos, coronados con 15 horitas de etapa final.

Me gustó mucho el pequeño espacio que echaron al final con el ‘cómo se hizo’ con el equipo del programa. Ya lo he dicho muchas veces, hay que ser el mejor de los mejores para currar en Pekín Express y partirse el culo grabando en las peores condiciones, en medio de la nada y jugándose el tipo en cada etapa. Mi aplauso para ellos.

¡Y para vosotros, compañeros lectores!

NOTA: Sí, es J. V. y no J. J. V. ¡Si es que comento demasiado Acorralados!

Y otra cosa. NO DIGO QUE LAS SEVILLANAS NO SE LO MEREZCAN. Han llegado a la final y la ganaron. Lo que sí creo es que, de estar Jota en plena forma, las cosas podrían haber sido diferentes.

Se rompe el culo concursando en ‘Pekín Express’

Hay dos cosas que nunca debes hacer si quieres conservar intacto el culo: No dejar que se te caiga la pastilla de jabón en las duchas de una prisión para gladiadores y no montar a caballo y ponerte a correr si no lo has hecho nunca.

Una de las dos cosas pasó en la última emisión de Pekín Express.

Pero no empecemos por el final, porque si empezamos por el final, primero tendríamos que comernos las patatas y luego freírlas y armaríamos un carajal.

La cosa comenzó poco más o menos con Freire eructando como eructan los ogros con acidez y dedicándoselo con un «para ti» a un coche que no les paró. Eso de eructar y que se marchiten las flores es una habilidad que le vendrá muy bien para su carrera como diplomático: «¿que no quieres firmar este tratado? BRUAAAAAAC, pues para tí».

Pedro reveló lo que realmente piensa de Inés, esa mujer positiva y con la que es fácil convivir (si convivir fácil significara ahorcarte antes que pasar el día con ella). Dijo de su novia que «es una llorona y se queja y va de finolis». Pues eso.

En esta etapa tenían que hacer tres recorridos con tres pruebas cada uno. Los primeros, se llevarían un amuleto de 3.000 euros y los últimos una caja zulú con una penalización.

La primera prueba: las lanzas.

Resulta que Jota se puso a describir el valor de su compañero Freire, en estos términos: «Es homosexual pero no por eso es un cagado, puede ser un semental y cuando es Hello Kitty, pues es Hello Kitty».

Y todo esto porque Freire fue el primero en superar la primera prueba, que consistía en hacer pasar unas lanzas por una especie de diana con forma de animal. Fueron los primeros e Inés y Pedro, los que se llevaron la caja zulú.

A mi es hablar de Zulús y me acuerdo de Shaka Zulú y de la serie que vi cuando era sólo un infante, ahí, llena de gente con taparrabos y dándose tajos a cascoporro. Con esas cosas te haces mayor y no con la lerda de Dora la Exploradora.

 Esa noche Jota y Freire pillaron alojamiento con un solterón sudafricano que le dejó a Jota el quad, con el que el muchacho se dedicó a hacer el cabra y el macarra, como si estuviera en una barriada y le estuviera grabando Callejeros.

Freire, por su parte, y emulando a la gran Cuqui, alias ‘Soy como el tocino, donde voy cocino’, se marcó una tortilla de patata, que en esta ocasión salió bien.

Inés y Pedro se alojaron con una familia que les acogió con cariño y amor. A Inés una de las niñas del poblado quiso ponerle en la cara un potingue para prevenir los efectos del sol. Acabaron untándole la cara entre ocho niñas y acabó pareciéndose a la cosa del pantano.

Y llegó el momento emotivo. Al llegar la cena sólo se sentaron a la mesa Pedro e Inés, el padre y la madre de la prole y el hijo mayor. Otros cuatro niños pequeños se quedaron mirando.

Entonces Pedro e Inés se dieron cuenta de que la madre estaba como triste y que no tocaba su comida. Claro: sus hijos se iban a quedar sin comer para que lo hicieran los invitados.

Menos mal que Pedro e Inés se dieron cuenta y les cedieron el plato a los pequeños, para alegría de la madre. Me sigue sorprendiendo la bondad que hay en la gente. Siempre entre los que menos tienen.

 También pudimos ver un plano fugaz de una de las sevillanas, no sabemos cual, con el culete y el tanga al aire, poniéndose el pijama. La pregunta es ¿era necesario ese plano del culo en primer plano? Ojo, que no me disgusta, pero como es Pekín Express y no Culitos calientes III, el regreso del ojete caníbal, pues me extrañó.

La segunda prueba consistía en montar unos collares según tres modelos: uno fácil, uno difícil y uno complicado. Jota y Freire fueron de nuevo los primeros en llegar, así que les correspondió hacer el de dificultad intermedia. Además, debían decidir quién haría el fácil y quién el difícil. Pedro e Inés, el fácil, Mar y Vanesa, el difícil.

Y se armó la de dios es Cristo. Resulta que Jota y Freire habían llegado a la prueba con un conductor que les dijo que les esperaba para llevarles luego al siguiente destino. Pues bien, Pedro e Inés, a pesar de llegar después, acabaron antes su collar, por lo que salieron antes… ¡¡Llevándose el coche de Jota y Freire!!

El caso es que el conductor estaba hasta la palanca de cambios de esperar y dijo que se piraba, ocasión que aprovecharon los novios para pillar coche.

No que decir tiene que a Jota y a Freire se les llevaban los demonios, a Jota los demonios del gimnasio y a Freire los demonios de Hello Kitty.

«Ojalá pinchen», deseó Freire… ¡Y pincharon!. Sí, al coche de Pedro e Inés se le jorobó una rueda, pero en Sudáfrica eso es más común que toser, así que el conductor la cambió en un santiamén y siguieron, convirtiéndose en los primeros en llegar y llevándose un amuleto.

Sin embargo, Jota y Freire son más buenos que el pan con nocilla, así que aceptaron las explicaciones de la pareja.

Y entonces llegó el momento: Les pusieron a todos a montar a caballo camino de un poblado zulú. Mala idea.

Freire, que es jinete desde que es niño se puso a azuzar a su caballo y al verle correr, el resto de caballos se echaron a correr detrás. La escena era esta: Jota botando encima de su caballo mientras gritaba «¡Que me deshuevo, que me deshuevo!» y Vanesa con una sola mano en las riendas y con la otra sujetándose las tetas para que no le botaran.

Y claro, la primera leche llegó pronto. Digamos que Jota se bajó del caballo en marcha y así como un poco ladeado. Vamos, que se dio una hostia como para repartir en misa de una. «Me he hecho sangre y todo«, dijo a lo patio de colegio, mientras aseguraba que el caballo le estaba «dejando nenuco». Con dos cojones. Cada vez que Jota habla, un académico de la lengua muere en alguna parte.

Pero eso no fue lo peor. Una vez de nuevo en los caballos, a Mar le dio por hacer de india persiguiendo una diligencia, pero india de las que recibían un disparo y se iban al suelo. Y digamos que tomó tierra con la parte del cuerpo donde la espalda pierde su nombre.

O sea, que se sentó pero muy deprisa. Vamos, que se rompió el culo a base de bien. El resto del camino Mar lo hizo como un fardo, tirada con el culo en pompa en una furgoneta. Ni que decir tiene que el cámara dio buena cuenta del culo de Mar, ahí en primer plano.

También dieron buena cuenta de la muchacha tumbada en la cama, sobándose el pandero, que eso parecía una película de esas que echan de madrugada en los canales para adultos.

Los demás, los que no tenían el culo como una naranja madura, se fueron a una fiesta zulú. Jota, que es mucho de apreciar otras culturas y de estudiarlas desde el punto de vista antropológico se fijó en que las muchachas llevaban «los pechotes al aire».

El jefe de la tribu, que salió a recibirles, hablaba igual que Benito en Manos a la Obra. La fiesta fue un no parar, como una disco en Ibiza, pero cambiando el color blanco por el negro. La bebida corrió de mano en mano, más que nada porque nadie quería beberse el mejunje de leche y sangre que les dieron. Dejaos de ponche y mierdas y esta Nochevieja poned un poco de leche sanguinolenta.

Al día siguiente la prueba consistió en ir a un mercado y encontrar tres ingredientes (raíces, plantas y similares) para luego machacarlos hasta hacerlos polvo y conseguir unos polvos mágicos. A pesar de que Jota pudo haber entendido mal lo de los polvos, fueron los primeros en acabar y se llevaron un nuevo amuleto.

Pedro e Inés se hicieron la picha un lío y se perdieron en el mercado. Eso, unido a que las hermanas tienen una flor en el culo (en el caso de Mar es un cardo borriquero) y encontraron a unos colegas que les llevaban a todas partes con GPS, hizo que Pedro e Inés fueran los últimos de nuevo y se llevaran oootra cajita zulú.

En último lugar, las tres parejas tenían que ir a tocar un faro y luego a la universidad de tecnología del lugar. El caso es que en Sudáfrica lo de la tecnología no les debe ir mucho, la universidad esa no la conocía ni Dios.

De hecho, lo más difícil de la prueba fue encontrar el lugar. Pedro e Inés fueron los últimos, pero claro, es que le preguntaron la dirección a un conejo. Sí, en serio, a un conejo de un metro setenta con voz de «nenuco».

Las sevillanas fueron las primeras (más que nada porque su conductor tenía GPS) y Jota y Freire segundos.

¡¡PERO PEDRO E INÉS TAMBIÉN TIENEN MÁS SUERTE QUE EL CONEJO DE LA ÍNDEM!!

Así te tenían tarjeta verde y veremos una final de tres parejas. Eso sí, en las cajas zulúes había unos palos que representaban distancias desde las que tendrán que salir en la final.

¡No nos la podemos perder! Bueno, o sí.

La vida es injusta y Pekín Express lo demuestra

No puedo esperar al final del post (y además fue hace seis días, por lo que no es spoiler) para decir que es injusto que se hayan ido David y Cuqui y se queden las pavisosas de las sevillanas.

Bueno, quizá injusto no es la palabra, porque las hermanas de los pechos turgentes fueron más rápidas, pero da rabia que no sean las mejores personas las que tengan las mejores recompensas.

En fin, comencemos por el principio, porque si empezamos por el final, podemos acabar tirando la pulpa y comiéndonos la piel del plátano.

 La cosa comenzó con Jesús Vázquez haciendo como de holligan de la selección española. Lo que consiguió fue una entradilla gritona con el mismo sentimiento que una patata cocida.

Y para que no se quedara solo, las parejas de concursantes entraron en el estadio en el que la selección ganó el mundial flameando banderas y gritando cánticos futboleros. Como eran cuatro gatos daba un poco de pena…

Si les hubieran llevado a la biblioteca de Alejandría se habrían quedado tal cual, pero como era el el Estadio Soccer City de Johannesburgo, se oyeron expresiones como la de Jota, que dijo «ya me puedo morir tranquilo».

El caso es que en ese templo del saber con capacidad para 78.000 espectadores se habían escondido cuatro sobres, dos de color azul y dos de color blanco. En cada uno de ellos había una misión diferente.

Además, las parejas que encontraran los sobres del mismo color, quedarían ligadas de forma que una de ellas no podría continuar su camino hasta que la otra hubiera completado su misión.

Jota y Freire y Mar y Vanesa quedaron ligados, así como por su parte David y Cuqui y Pedro e Inés.

A David y Cuqui les tocó irse a la televisión local de Soweto a por una cámara, con la que tenían que grabar a cinco lugareños que les dijeran cinco nombres de jugadores de la selección española. Acabaron enseguida. Menos mal que no les pidieron escritores, científicos, médicos o gente de esa que se forra y no hace nada por la humanidad.

Mar y Vanesa tuvieron que ir a un colegio y colocar en un mapa quince países de África. Se demoraron un poco, más que nada porque no eran capaces de colocar bien ni Marruecos. ¡Por el amor de Dios, que está justo debajo de España! Los niños de la escuela las miraban descojonados.

A Inés y Pedro les tocó vender caramelos en la calle. La verdad es que se les dio bastante bien y recaudaron lo exigido en un periquete (periquete, que bonita palabra).

A Jota y Freire les tocó lo más jodido. Tuvieron que ir al restaurante de la familia Mandela que celebró lo del fin del apartheid cogiendo a dos blancos y poniéndolos a lavar cacharros como unos descosidos. El problema era que allí había vajilla y mierda como para seis meses.

De hecho, el amigo Freire se hizo un tajo en la mano, porque los que pusieron allí los cacharros no se molestaron siguiera en separarlos y lo mismo había platos, que cazuelas que cuchillos jamoneros (bueno, sin lo de jamoneros).

Así, los del sobre blanco se reunieron primero y pudieron seguir la carrera, ya como parejas independientes. Algo después partieron los azules.

A la hora de dormir la cosa fue dispar. Jota y Freire, que no tenían nada mejor que hacer, se fueron a ver un parque de leones, donde comprobamos que Jota se hace caca encima con un cachorro de león. Y de allí salió su alojamiento. Unas guiris de belleza singular les invitaron a pasar la noche con ellas. La que tenía la belleza más singular y especial de todas (es que luego me dicen que llamo fea a la gente) le quiso hacer la del mejillón hambriento a Jota.

Pero como Jota es un adonis que sólo se enrolla con diosas, le hizo a la guiri la cobra, a pesar de que la muchacha aplicó aquello de que no hay mujeres feas, sino copas de menos, e intentó emborrachar al chaval, que la definió como «un callo malayo».

Inés y Pedro dieron con una amable familia de casa encantadora, de esas que están elegantemente decoradas con pellejos de animales muertos en las paredes. Además de darles alojamiento y cena, les montaron un fiestón, a lo que la pareja correspondió enseñándoles a sus anfitriones cómo se prepara el kalimotxo. Ah, la cultura española del bebercio, siempre traspasando fronteras.

Las que peor suerte tuvieron fueron las sevillanas. Deben tener cara de psicópatas con sed de sangre porque no las acogía ni el Tato. Recorrieron varios casoplones regentados por viejos y viejas solidarios, de esos que no te darían agua ni aunque estuvieran en medio de un río.

Sí, amigos, ningún rico se hace rico por compartir. Al final, tener mucho dinero es tener mucho miedo de que te lo quiten.

Finalmente, las hermanas acabaron durmiendo en una iglesia. Eso sí, antes pasaron por un barrio de esos en los que no te cabe duda de que te van a matar y lo único que no sabes es cómo.

La prueba de inmunidad consistió en meterse en una antigua mina de oro a buscar pedruscos, dentro de los cuales podía haber: nada, un color rojo u oro. Si te salía el color rojo, quedabas inmovilizado diez minutos, si salía el oro, ganabas la inmunidad.

Jota y Freire encontraron el oro a la primera. Estos dos llevan un par de etapas con una flor en el culo. Me alegro, porque me caen bien.

Cuqui se cabreó porque a Mar y Vanesa siempre les paran por sus prominentes glándulas mamarias. Y amenazó con quitarse la camiseta para atraer a los conductores, diciendo «argo tengo, argo tengo». Pero al final no se animó. Lástima.

Teta que no llena mano no es teta sino grano y teta que mano no cubre no es teta, sino ubre. ¿Y a qué viene esto? Pues a nada, pero es que me hacen gracia… En fin, amigas féminas, todas las tetas son bonitas y olé. (No, dejad, ya me fustigo yo).

Al final David y Cuqui se subieron a un coche al que se acoplaron como dos buitres leonados Jota y Freire. Flipad en colores: que el tío que los llevaba tenía en el salpicadero del coche un surtidor de wiski. ¡Eso lo ve un Guardia Civil de tráfico y le da un ataque!

Mar y Vanesa se montaron en el coche de una madre que llevaba atrás a su bebé. Las hermanas se pusieron a cantarle la canción de la taza y la tetera, pero claro, a un bebé sudafricano aquello debió sonarle a «Soy una bruja / devora niños / con el cuchillito / y el tenedor». Y claro, la criatura se puso a llorar desconsolada, con el consiguiente mosqueo de la madre.

Notas sueltas: Cuqui tiene que cocinar a cualquier casa a la que vaya, la jodía parece una representante de Termomix. Por otro lado, Inés y Pedro pillaron alojamiento en la casa de un ángel. Sí, un tipo grandote que les cocinó un chuletón que es sueño de todo hombre. Bueno, eso y que se instaure por fin el día de Chuletón y Mamada. Sigamos.

Hay que destacar lo cuerdos que son los sudafricanos cuando están compitiendo. Los conductores de Mar y Vanesa y de Inés y Pedro no dudaron en meterse campo a través y en dirección contraria en una zona en obras para que no les adelantaran los demás.

El caso es que para poder pisar la meta cada pareja debía hacer una última misión, en la que conseguirían una contraseña con la que poder pisar la alfombrilla roja.

Podían elegir entre prueba de fuerza o prueba mental.

David y Cuqui y Pedro e Inés eligieron la mental, que de mental tenía lo mismo que levantar pesas. Se trataba de encontrar en un montón de toallas sucias, pero sucias de haberse limpiado el culo con ellas media Sudáfrica, cuatro que tenían una sílaba con la que debían montar una palabra.

Jota y Freire y Mar y Vanesa eligieron la prueba de fuerza, que consistía en patear un balón de rugbi por la portería típica de este deporte. Como de costumbre, Mar se enfadó con Vanesa, porque ésta se hacía un pis que no podía y tuvo que retrasar la prueba para ir al baño. Sí, seguro que Mar habría meado en el mismo campo y mientras le daba una patada a la pelota.

Pedro e Inés y las sevillanas salieron casi a la vez, pero el conductor de Pedro e Inés y su mujer era Dios y cuando el conductor de las hermanas les preguntó la dirección le indicaron mal aposta, mandándolos al quinto pino. Ja ja ja ja. Casi me atraganto de la risa.

Y claro, Pedro e Inés llegaron los primeros, con la consiguiente llorera por parte de Pedro, agradecido por la bondad de su anfitrión y conductor.

Los últimos en llegar fueron Jota y Freire, pero como eran inmunes el marrón pasó a David y Cuqui, que tenían tarjeta roja y fueron expulsados. Sí, por eso la vida es injusta, porque además de ser buenos concursantes, eran buena gente. Se les echará de menos.

¡Mañana más!

 

 

Histeria, esclavismo y senos de ventaja en Pekín Express

«Más tiran dos tetas que dos carretas», o «Más tiran nalgas en lecho que bueyes en barbecho» son refranes que siempre me han gustado. Y no porque disponga de unas tetas así, a bote pronto, sino porque a veces, son ciertos como la vida.

Pero no quiero empezar por el final este resumen de Pekín Express, porque si empiezo por el final podría acabar confundiendo la cara con el culo y no me apetece darme el susto de verme un día con la cabeza en el retrete.

La cosa comenzó con Freire recibiendo su hándicap por haber sido él y Jota los últimos de la etapa anterior. La putadilla con la que tuvo que cargar eran dos pollos «rastafaris», que eran iguales que un pollo normal, pero raquíticos y malolientes cual sobaco de estibador de puerto.

Los concursantes que fueron secuestrados en la edición pasada estaban encadenados en una antigua catacumba donde se encerraba a los esclavos de Zanzíbar. Sí, en el programa gustan mucho de pequeños lugares con encanto.

El caso es que allí tenían que quitarse nueve candados probando llaves de un manojo de 50. La décima llave la abriría su compañero cuando fuera a rescatarle.

Yo no me quiero imaginar el liazo que tuvieron que pasar los redactores para cuadrar cinco manojos de 50 llaves y que coincidieran con los correspondientes candados de las cadenas de los secuestrados. Dejaron sin llaves a media isla. Aún hay tanzanos que abren su puerta con los dientes.

Los rescatadores tenían que encontrar una llave (la décima) en la casa de un antiguo traficante de esclavos. Lo dicho, adoran los lugares románticos. Lo que no sé es como no hicieron una prueba en la letrina de Kunta Kinte.

Después, y montando en una carreta tirada por un buey, debían llegar a la catacumba y liberar a su compañero. Pedro fue el primero en llegar, en gran parte por su labor de ánimo al buey, al que llamó Meteoro y al que hizo unas trasfusiones de sangre oxigenada. Por lo menos.

Peeeero, cuando Pedro llegó a la cueva, Inés estaba aún por abrir dos de sus candados (todos los demás se los habían quitado ya) y se armó la de Dios es cristo.

Pedro se cogió un cabreo de los de «se me ha roto el papel higiénico y me he manchado los dedos» y se puso a chillarle a Inés e Inés, que no es de las que cargan con las culpas se puso histérica.

Pero no histérica de «estoy nerviosa», no, histérica de «os voy a enseñar la parte de atrás de los ojos». Si en ese momento entra en la cueva Freddie Krueger, sale acojonado.

Inés, que es muy de medir sus reacciones se enfadó encima con el programa, vete a saber por qué y se puso a quitarse el micro mientras echaba pestes por la boca que habrían hecho sonrojarse a Terminator.

Después del espectáculo de fieras, los dos tortolitos (si tortolitos significara «te arranco la yugular de un mordisco») tuvieron una conversación en la que Inés dejó claro que lo que más le jodía era haber montado el espectáculo ante las cámaras.

«Me cago en los pasaportes, en el programa y en todo», dijo, y añadió «somos una mierda». Pedro, que a estas alturas tiene un trono ganado junto al de Dios, le dijo que cuando volvieran a España, que le dejase. A mi me sonó a «cuando volvamos a España, libérame de este tormento».

El caso es que fue Freire el primero en liberar a su compi, Jota y los dos fueron los primeros en llegar hasta J. V. consiguiendo los primeros pasaportes para Sudáfrica. Sólo quedaban 3 pares de pasaportes para cuatro parejas.

El jodío de Jota, que es muy original, se subió al barco de los ganadores y no se le ocurrió otra cosa que agarrarse al mástil y gritar «¡¡soy el rey del mundo!!». Sí, se parecía a Di Caprio lo que un huevo a una castaña.

El siguiente par de pasaportes se los disputaron Inés y Pedro y las hermanas Sevillanas, las dos parejas que llegaron antes al punto fijado. La cosa iba de buscar unos remos en unas redes llenas de pescado podrido, arrastrar una canoa hasta el agua y remar hasta el barco de Jota y Freire.

Si la supervivencia de la humanidad hubiera dependiera de un trayecto en barca de Mar y Vanesa podríamos darnos por jodidos. De hecho, aún a pesar de salir primeras y de que Pedro e Inés tienen las mismas nociones de navegación que una verruga, llegaron primero. «Cabrón, hijo de puta», fueron los bonitos motes cariñosos que Inés le dedicó a Pedro mientras remaban.

Antes de disputar el tercer par de pasaportes tocó buscar alojamiento. David y Cuqui, que tienen una flor en el culo, encontraron el restaurante del único puñetero español de Zanzíbar, Jorge, que regenta el Manduka. Y claro, se pegaron un cenote de padre y muy señor mío.

Mientras, Jota y Freire e Inés y Pedro en su hotel de lujo de ganadores de pasaporte mataron el tiempo poniendo verdes a Mar y Vanesa. Sí, es un entretenimiento que se lleva mucho.

Mientras, las muchachas sevillanas se dedicaban a hacer uso de sus encantos (tienen dos cada una) para que un camarero local las invitara a copazos. Y qué copazos, amigos, unos pelotazos de garrafón a palo seco que no se lo bebe un camionero ruso.

A la mañana siguiente, claro, tenían una resaca de esas en las que desearías una guillotina para no tener que soportar la cabeza. Pero eso no fue lo peor, lo peor fue la camisa de J. V., que está declarada non grata en 70 países. Joder, más fea y el sastre se arranca los dedos a bocados después de coserla.

El siguiente par de pasaportes se tenían que conseguir llegando a un almacén de especias y consiguiendo unas hojas de la planta de la que se extraían cinco especias en concreto. Se lo jugaron entre David y Cuqui y los hermanos gallegos, porque las Sevillanas no fueron capaces (ni siquiera con sus senos) de encontrar un coche.

Aprovecho para apuntar (porque no me acuerdo en que parte del programa fue) la ocasión en que un coche pasó de los gallegos pero sí paró a las sevillanas. «Cogen a las que tienen tetas«, reflexionaron Chinto y Pablo.

Después de lo de las especias había que irse a una plantación de algas y bucear hasta encontrar los pasaportes. David y Cuqui llegaron los primeros y ganaron. Eso sí, a mi Cuqui me dio un susto que he tenido que lavar la funda del sofá, porque se me escapó el pis del grito que pegó la jodía cuando encontró los documentos.

 Así que el último par de pasaportes se lo jugaron entre las sevillanas y los gallegos. Antes de deciros qué pasó os recuerdo que los chavales llevan todo el programa perdiendo baba por ellas y que las han ayudado hasta la saciedad.

Pues bien, la cosa iba de encontrar una puerta en concreto entre todas las de la ciudad (una muy bonita, de esas que pones tú en casa y al vecino de enfrente le da un infarto al salir al rellano). Las Sevillanas, como son ellas, cogieron por banda a un pobre lugareño y le tuvieron corriendo por toda la ciudad, haciéndoles de guía.

El chaval estuvo a punto de echar el higadillo, pero claro les facilitó mucho la tarea a las muchachas. Tanto, que ganaron ellas. Sí, Chinto y Pablo se quedaron fuera.

Muy significativo fue que las otras tres parejas quedaron decepcionadas por el resultado. Vamos, que no quería que ganaran las Sevillanas ni el tato.

Peeeero, no contentos con haber perdido frente a las que habían podido eliminar en varias ocasiones, los gallegos, encima, les regalaron sus tres amuletos. Aquí es donde entran a jugar lo de las tetas y las carretas.

Y así quedaron las cosas, amigos.

Sadismo con una pareja de Pekín Express y secuestro masivo

Lo primero que debéis saber es que tengo la espalda llena de latigazos por faltar a mi compromiso y que además, me he puesto un cilicio en el… bueno, en la pierna pequeñita.

Una vez lograda la redención y antes de que me coja esta noche la nueva emisión de Pekín Express, os cuento lo que pasó en la última, que tiene mucha miga.

La cosa empezó con una competición para que una de las parejas se convirtiera en director de carrera y tuviera ciertos privilegios. Había que encontrar un cetro y enroscárselo a J. V.

Los concursantes llevaban el palito y J. V. el agujerito con la rosca. ¿Qué? ¡¡Panda de malpensados!! No, era un palito de madera que había que meter en una corona…

El caso es que Chinto y Pablo fueron los primeros, como casi siempre y se convirtieron en directores de carrera. Y aquí comenzó el sadismo contra Jota y Freire. Pero vamos por partes.

Antes diré que los africanos deben pensar que España es el mismísimo infierno. Los concursantes se pasan el día diciéndoles «corre, corre, si llego el último tengo que ir a España». Y claro, los pobres lugareños dirán: «Si aquí estamos jodidos y éstos tienen miedo de irse a España, aquello debe ser para cagarse».

Me rompí la caja de la risa cuando sacaron imágenes de la oficina de la organización y salía J. V. como si se dedicara a montar vídeos. Ja ja ja. Sí, y también barre la oficina y vacía las papeleras.

El caso es que ser directores de carrera les daba a los hermanos gallegos tres poderes para hacer tres putadas:

– Detener a una pareja durante 45 minutos.

– Hacer que una pareja tenga que cambiar 4 veces de transporte en una hora y media.

– Hacer que una pareja sólo pueda viajar en transportes con más de 5 personas (vamos, autobuses).

Todos se lanzaron a por sus transportes. David y Cuqui usaron la vieja fórmula de hacerle la pelota a un cura. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Aunque claro, es mejor subirte en el coche pero lejos del susodicho, porque algunos curas son como las cajas de bombones, nunca sabes lo que te van a tocar…

Pero no, era un cura majete y les pagó los billetes de autobús.

A todo esto, los gallegos se pusieron a repartir castigos. El peor, el de tener que ir en autobuses, fue para Jota y Freire. El de parar 45 minutos para Inés y Pedro y el de cambiar de transporte para las sevillanas.

Los gallegos son idiotas. Se pasan el día favoreciendo a las energúmenas de Mar y Vanesa y ellas pasan de su cara. Un ejemplo fue cuando ellos estaban esperando un coche y ellas pasaron escondiéndose para no tener que recogerles. Que vívoras.

Jota y Freire tuvieron una movida en la estación de autobús que creo que aún está allí una foto suya de «Se buscan vivos o muertos».

En primer lugar consiguieron que un lugareño les pagara los billetes de autobús, pero Freire tuvo el poco tacto de ponerse a comprar comida en sus narices, así que el lugareño dijo que si tenían dinero que se pagaran ellos los billetes. Sí, ahí Freire estuvo fino como el cerrojo de un penal.

Y luego un conductor de los que llevan un cartelito de «no corras papá» en el salpicadero, pero con los huecos de las fotos vacías, se les puso a chillar a los chavales, diciéndole a Freire que no hablara en inglés que hablara en suajili.

Ahí Jota se puso flamenco… bueno, no, después. «Con el acero le pego y no quiere otra», «le doy un tortón» y «y eso que no soy violento», fueron las simpáticas contradicciones de perro ladrador que espetó el muchacho a toro pasado.

Y menos mal, porque las cárceles tanzanas deben ser unos lugares maravillosos, de esos que harían cagarse la pata abajo al mismísimo Chuck Norris.

David y Cuqui están sembrando África de regalos. Al cura le regalaron un rosario y a un chaval que les acogió en su casa, un forro polar. Sí, en África es un regalo muy práctico. Muy de ponérselo todos los días.

Esta pareja protagonizó uno de los momentos más bonitos del concurso. Se encontraron a un niño negro tirado en medio de la calle (todo el mundo pasaba de él) y se pararon a ayudarle.

El muchacho estaba más para allá que para acá, a punto de ponerse a hablar con la Anne Germain, pero David y Cuqui evitaron que se tragara la lengua y le dieron agua. Al final el muchacho despertó y le dieron de comer y agua. La consecuencia es que llegaron los terceros y no jugaron la inmunidad.

La jugaron los gallegos y las sevillanas, que no se habrían parado a ayudar ni al niño Jesús rodeado de gatitos. Pero les dieron por donde amargan los pepinos, porque los gallegos les ganaron la inmunidad.

En la segunda etapa Chinto y Pablo volvían a tener dos putadillas disponibles para los demás: decidir el orden de salida y hacer retroceder a una pareja 15 kilómetros.

¿Adivináis quiénes tuvieron que salir últimos y encima retroceder 15 kilómetros? ¡Jota y Freire! ¿Por qué este sadismo contra ellos? ¿Por qué son tan tontos de pensar que van a mojar el churro con Mar y Vanesa?

El caso es que con todas esas putadillas, con la tensión, llegó el gran broncón. En primer lugar el jodío de Jota consiguió un coche. El caso es que no era un coche, era un taxi y no le dijo al conductor que no le iban a pagar «¿es que nunca has hecho un simpa? » se justificó.

Y luego Freire le dijo que no había conseguido ni un coche y el muchacho de los brazos de acero se enfadó y se puso en plan pataleta, que le faltó hacerse pis encima, diciendo que se volvía para España, hala, me enfado y no respiro.

Pero Freire, que tiene más paciencia que Buda y el santo Job jugando al ajedrez, consiguió calmarle. «Es un mariconazo, pero con un par de huevos«, dijo luego de él Jota, que es como un poeta. A su lado, García Lorca era un mierda.

El ránking lo ganaron David y Cuqui, lo que me alegró mucho porque fue una pequeña recompensa a su buen corazón y porque se lo ganaron a las Sevillanas, que por tener un mojón en lugar de sentimientos.

El caso es que después de estar más puteados que un detenido de la inquisición, Jota y Freire quedaron en última posición en el ranking (bueno, fueron los gallegos, pero tenían inmunidad). ¡¡Pero había tarjeta verde y se salvan!!

Y llegó el secuestro. J. V. les dijo que iban a ser esclavizados y aparecieron un grupo de negros más grandes que mi casa con una cara de mala hostia como de no haber podido cagar en seis días.

Para mi que los muchachos se pensaban que la cosa iba en serio y que se iban a vengar de los blancos cabrones, porque se dieron a la tarea de secuestrar con mucho empeño.

Y la notas de Inés, que me cae tan bien como una patada entre huevo y huevo, se puso histérica, como si la estuvieran secuestrando de verdad. Se puso a chillar y a llamar gilipollas a diestro y siniestro, mientras los demás «secuestrados» se divertían y hacían bromas.

Y nada, esta noche veremos en qué quedó la cosa.

Todos los concursantes de Pekín Express, en Tanga

Estimado lector:

Acaba de ser víctima de un titular cierto pero engañoso. Más que nada porque tiene usted la mente sucia, porque yo soy un bloguero honrado donde los haya. Sí, porque los concursantes de Pekín Express no han enseñado el culete con una escueta ropa interior, sino que han llegado a la localidad tanzana de Tanga.

Y si no me odia, amado lector (¿le he dicho ya que le amo?) pues le voy a resumir lo que pasó en la última emisión de Pekín Express.

La cosa comenzó con Jesús Vázquez, el hombre que se sienta encima de los cañones y pone cara de malo, diciendo que habría una jornada de convivencia y que todas las parejas votarían a cuál de ellas quieren echar a la calle.

Un detalle muy significativo fue que los hermanos gallegos consiguieron un camión (con la increíble frase «is possible in the volquete?»)  y se subieron a él todas las parejas menos Sara y María, las murcianas, que encajan en el grupo como una tuerca en el culo de un ratón.

La jornada de convivencia parecía una reunión de hienas a punto de morder. Pedro lo definió muy bien cuando se refirió a la cena que todos compartieron como un cuento de Ágatha Cristie, en el que ha ocurrido un asesinato y todos se miran de reojo considerando al de al lado sospechoso.

El caso es que en las votaciones las más nombradas fueron las simpáticas murcianas, si simpático significara repelente y marisabidillo. Mira que estas muchachas no me han hecho nada y me caen como una patada en el estómago.

Al ser las más votadas recibieron una misteriosa caja negra, en cuyo interior se guardaba una penalización que sólo descubrirían al llegar a la meta de la última etapa.

Cabe destacar el cabreo que David y Cuqui se cogieron con la población tanzana, a la que calificaron de racista. El caso es que estuvieron cuatro horas esperando y preguntando a coches y nadie quiso llevarles.

Ellos hablaron todo el rato de negros, pero no creo que  lo hicieran con mala intención, teniendo en cuenta que alabaron a la gente de Kenia, que muy clarita de piel tampoco es.

Casi me atraganto de la risa (y con un trozo de bocata de chorizo) con el momento Freire poniéndose en plan pedigüeño en el autobús que cogieron, en plan «perdonen las molestias, señores y señoras«. Le faltó ponerse a tocar la banda sonora del Titanic con una harmónica y pasar la gorra después.

Suerte es pillar un autobús de línea cómodo y limpio que te lleve gratis por Tanzania, pero mala suerte, la de Jota y Freire, es que la policía detenga al conductor del autobús, lo meta para el cuartelillo y no se sepa más de él.

Fue un poco raro ver a David y Cuqui y a Pedro e Inés intentando dar el sablazo y exprimir a un pobre guiri que pasaba por allí para que les pagara cuatro billetes de autobús. El problema es que si el pobre guiri accedía, no tenía después para pagarse su propio trayecto y claro, en aquella pequeña localidad de la Tanzania profunda los cajeros automáticos no abundaban.

Mar y Vanesa llegaron de nuevo las primeras a una de las metas de la etapa. El caso es que las llevó una guiri rubia y gorda que se dedicó a hacerles fotos a las sevillanas mientras pisaban la alfombrita roja. Le faltó a la mujer sacar un puñado de cacahuetes y echárselos a las hermanas.

Y fueron ellas dos, sin cacahuetes ni nada, Chinto y Pablo y Sara y María los que se jugaron la inmunidad en un interesante y práctico juego: debían recoger hojas de sisal (una planta) a cambio de las que Jesús Vázquez les entregaría fibras de esa misma planta, con las que debía tejer 40 metros de cuerda con la ayuda de una rueca.

A Sara se le enganchó un dedo con la cuerda de la rueca, pero no se durmió como la bella durmiente sino que se cagó en todo lo cagable. No que decir tiene que a las cuerdas que todos hicieron no confiaría yo mi vida, es más no confiaría ni la vida de una cucaracha, pobre bicho.

Ganaron los hermanos gallegos.

El amor surgió en Tanzania. No sé cómo describir las conversaciones de «me gustas pero no te lo digo» que tuvieron Freire y uno chaval tanzano que le acogió.

Mientras Jota miraba sin enterarse de nada, Freire y el jovenzuelo negro se echaban indirectas y se ponían ojitos, que si no están en Tanzania (donde vas a la cárcel por homosexual) esos dos acaban cruzando sus rayos de protones.

Freire no sabía ya qué decir a las preguntas de su anfitrión, sobre si era amigo de Jota en la intimidad, por ejemplo. Y acabó zanjando el tema diciéndole algo así como «si estuviéramos en España, moreno, te ibas a enterar de lo que vale un peine».

Mar y Vanesa, sí, las mismas que se comieron las sobras de varios platos de un restaurante keniata, se quejaron de que en un poblado en el que iban a dormir estaba todo muy sucio. Intentaron que les diera alojamiento una señora que lucía un maravilloso tupé de medio metro, bajo el cual se cobija media aldea cuando llueve.

Por su parte, David y Cuqui, que se han convertido en mis favoritos, dieron con el Flanders tanzano. El tipo era el dueño de una plantación de sisal y los acogió en su casaza.

Para agradecérselo Cuqui quiso hacer una tortilla de patatas para agasajar a la familia. Pidió huevos, cebolla y patatas y se puso a la faena. El problema es que los utensilios de cocina que había en esa casa no conocían el teflón ni por el nombre y se pegaban más que un caramelo a las muelas.

Así que para disgusto de Cuqui, al final le salió un revuelto de tortilla de patatas que la familia anfitriona se comió poniendo una cara de esas de «me cago en la educación que me hace comerme esto».

Y llegó el ránquing, la llegada a Tanga, esa bonita localidad, cerca de Marcapaquete, entre Sujetador y Liguero.

Quedaron así:

1.- Inés y Pedro.

2.- Sara y María. Quedaron segundas a pesar de la penalización de la caja, que era una mierda pinchada en un palo, pues sólo les obligaba a esperar 20 minutos antes de pisar la alfombra roja de la meta.

3.- Jota y Freire.

4.- Mar y Vanesa.

5.- Chinto y Pablo.

6.- Dacid y Cuqui.

Sí, debían haber sido eliminados David y Cuqui, pero usaron sus tarjetas verdes, que les libraban de la expulsión. Y entonces debieron ser expulsados Chinto y Pablo, pero contaban con la inmunidad.

Entonces, las que se iban a su casa eran las hermanas sevillanas, pero como tienen una flor y un tanga en el culo, la tarjeta que determina la expulsión fue verde, y seguirán la próxima etapa, aunque con un hándicap.

Oliendo culos ajenos en Pekín Express

¡¡SIIIII!! ME FUSTIGO Y A BUDA PONGO POR TESTIGO DE QUE COMENTARÉ ‘GRANCERDO BUSCA CASPOSA’.

Por mi retraso y negligencia, me he escuchado seis veces toda la discografía de El Dioni.

Y mientras llega el miércoles y nos ponen a los granjeros que siempre tienen el tractor en ristre, os comento cómo vi ‘Pekín Express’.

 Ah, amigos, el amor, la aventura, los huevos como alforjas de lechero… Así está nuestro amigo Jota, que cuando anda se oye un ruido como si estuvieran transportando unas cantareras.

El problema de Jota es que está pillado por Vanesa, una de las sevillanas y éstas son al amor lo que el ácido a la hidratación facial.

De hecho, lo dejaron claro las muchachas, «el amor se queda de lado». Tanto es así, que a Chinto y Pablo, de los que han dicho que les gustan y que son muy monos y caballerosos, les cascaron un castigo.

Como ellas fueron las primeras en llegar a la primera etapa podían hacer que una de las parejas llevara como calzado unas sandalias masai, que vienen siendo un trozo de neumático viejo con dos correas.

Ni que decir tiene que los hermanos gallegos se lo agradecieron como si les hubieran regalado una lavativa gratis.

Pero Jota y su pequeño cuellecito de tortuga no se dan por vencidos. Quiso el destino que en la segunda etapa, que se tenía que hacer en bicicleta, quedaran justo por detrás de las sevillanas. Fue entonces cuando Jota tiró de psicología y se automotivó gritando cosas como «¡huele a sevillana, huele a culo de Vanesa!» o «¡ha llegado el follador de Tanzania!».

Sí, Jota es un poeta y un intelectual.

A todo esto, por delante, su amada (si amada se le puede llamar a la muchacha que te hace el puente levadizo se ponga en marcha) estaba llorando como si le hubieran dado una bici sin sillín. Y no lloraba de la emoción de saber que Jota se acercaba, sino porque se estaba herniando a base de bien.

Y es que Vanesa llora por todo. Ojú, que tía más cargante, córcholis. Si está contenta, llora, si está triste llora y si no está, llora también.

La segunda parte de esa etapa consistía en recorrer 12 kilómetros con una vaca. Conduciendo una vaca, vamos, con la ayuda de un par de palitos. La prueba no hizo aflorar precisamente el amor por los animales.

De hecho, las vacas se llevaron más insultos que un árbitro de primera división. Es lo que tiene, esperas que una vaca camine por una carretera y al ritmo que tú quieres y cuando no lo hace vas y te cabreas. Lo que viene siendo lo mismo que intentar limarte los callos de los pies con un soplete y luego cabrearse con el soplete por quemar.

Sólo Cuqui sacó su amor por los animales y reprendió a David cuando éste insultó al bicho. «No le digas esas cosas a la criatura, dijo».

El caso es que al final de la etapa de las vacas, las Sevillanas y Jota y Freire llegaron casi a la vez. Vanesa, llorando sobre el atril del libro rojo como si estuviera firmando en un velatorio y Jota desmayado en el suelo como un conejo después de darle lo suyo a una coneja.

Pero como fueron las hermanas las primeras, ellas se llevaron el premio de sobrevolar el Kilimanjaro, aunque para la vuelta que les dieron, habían acabado antes viéndolo en Google Earth.

Eso sí, Jota y Freire pudieron compartir la noche en el poblado masai, donde disfrutaron de emú a la mierdecilla del suelo los hombres y arroz con carne a la mosca las muchachas.

A Freire, que quiere ser diplomático, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a hablar con los masais sobre la ablación. Una práctica salvaje e irracional y un tema de conversación de esos que hacen amigos, sobre todo entre quienes lo practican.

Hay que destacar la leche que se dio Inés con la bici, cuando decidió explorar una cuneta con demasiado ahínco. No me cae demasiado bien esa mujer. Todos tenemos defectos, pero que alguien no intente las cosas es uno de los peores.

Jota y Freire se enfrentaron en el juego de inmunidad a Mar y Vanesa. Se trataba de meter vacas en un cercado. Ellos, las vacas marrones, ellas, las negras. Había además un puñado de vacas blancas que valían triple.

Yo creo que en África se emite ahora mismo un programa que se llama ‘Blancos haciendo el gilipollas’, que es un verdadero exitazo. Si no, deberían emitirlo, a juzgar por lo bien que se lo pasan los lugareños que presencian las pruebas de inmunidad.

El caso es que fueron los chicos los que ganaron la prueba, por 47 vacas a 38. No descarto que dentro de poco veamos vacabol en el Bernabéu.

Y entonces llegó el intercambio de parejas. Para desgracia de algunos, no se trataba de nada sexual.

La cosa quedó así:

Inés, con Vanesa.

Chinto, con María.

Sara, con Freire.

Chimo, con Cuqui.

Mar, con David.

Pablo, con Pedro.

Y como no podía ser de otra manera por ver si las pequeñas semillas de romance florecían en la sabana (gracias Zazú) pues pusieron juntos a Jota y Vanesa.

 Aún estoy preguntándome qué narices hacía un Tanzano en moto vestido con un abrigo de plumas de color negro, a 37º y al sol… pero aún me pregunto más como tuvo redaños de montar en la moto a dos desconocidos con dos mochilas de 20 kilos… La magia de África.

El caso es que Jota y Vane se alojaron juntos, como corresponde a una pareja. Pero alguien debió decirle a Jota que no es muy romántico ni efectivo comerle la oreja a una chica ni decirle piropos mientras ésta lava sus bragas en un barreño.

Ojo, la aguililla de la dueña de la casa, que no quería dejarles dormir juntos porque no estaban casados. Aún queda gente decente en el mundo. Aunque al final, compartieron dormitorio, que no cama.

Alguien debería haber advertido a Jota que hacer un striptease con los calcetines puestos, en un cuartucho en medio de la nada no es sexy. Que eso no seduce, repele.

Y encima el muchacho se mira el bultillo del pantalón y empieza a justificar la poca prominencia de su tienda de campaña. Vaaaamos, manual del antierotismo. Si alguna vez se os pone la pareja cachonda y no os va el rollo, seguid el manual de Jota contra la pasión.

Otra pareja en la que surgió un amor desigual fue en la formada por Chinto y la murciana María. A ella el gallego hizo que se le volvieran las bragas pesicola, pero él la definió como una comeorejas charlatana.

El caso es que, tras recuperar a sus parejas, la carrera quedó así:

1. Sara y María.

2. Inés y Pedro.

3. Chinto y Pablo

4. Mar y Vanesa

5. Jota y Freire

6. David y Cuqui y…

7.- Chimo y Vane, que como tuvieron tarjeta roja, se fueron a la calle. Una pena, no me caían mal del todo.

Se les cae el pelo en ‘Pekín Express’

Ser calvo tiene muchas ventajas.

Por ejemplo. Si eres calvo te descojonas de los gorritos de látex que la gente tiene que usar en las piscinas. También te ahorras imágenes poco dignas al levantarte y los chicles pegados en la cabeza salen con espátula.

Ayer, en Pekín Express pudimos encontrar otra utilidad a lo de tener las ideas despejadas: irse a un hotel de lujo sin pasarlas canutas.

Pero ya os contaré (en unas pocas líneas, pero es que me gusta ponerme misterioso) por qué digo ésto.

La cosa comenzó con una carrera por conseguir seis pares de pasaportes para pasar a la siguiente etapa, en Tanzania. Sí, así van a ser a partir de ahora los permisos de entrada en un país. Los gobiernos de todo el mundo están ya organizando humores amarillos para los que quieran entrar en su país.

Como había ocho parejas, las dos que se quedaran sin papeles debían luchar entre ellas por la última plaza.

Para Santiago y Javi la cosa iba a estar más complicada que pillar cacho con la guapa de la clase. Y es que como fueron los últimos la semana pasada, debían seguir la carrera con un handicap. En Pekín Express lo llaman handicap, en mi pueblo lo llaman putada de las gordas.

El caso es que debían vestirse de mamarracho, digo de Masais (ojo, un masai vestido de masai es un masai, un español vestido de masai es un esperpento).

Santiago estaba hecho un sex simbol, con sus tetillas rendidas al efecto de la gravedad y diciendo todo el rato que su hijo, Santiago, iba de mujer Masai. El tío estaba empeñado en que Javi parecía un gay keniata. Lo mismo vemos el atuendo el día del orgullo… Santiago llama gilipollas a Javi tantas veces que van a poner su foto al lado de la palabra en el diccionario.

Por otro lado, Jota es como las gitanas que venden romero, como no le pare un coche se dedica a maldecirle y a insultarle. Este tío se pone un moño y un jersey negro y se dedica a leer manos en la Plaza de España y se forra.

 Nota: Hay que joderse. Irse a África y acabar comprando comida en una gasolinera Shell… Pues eso hicieron Inés y Pedro, que son unos enamorados de la cocina local. De la cocina del local de la gasolinera, digo.

La primera etapa la ganaron David y Cuqui. Eso daba derecho a conseguir el primer pasaporte e ir directamente a Tanzania y a matar el tiempo en un hotel de lujo de esos en los que el tiempo no se mata, se mete en un jacuzzi.

Peeeeero, toda recompensa exige un sacrificio, como pienso yo cada vez que me casco un bocata de chorizo para desayunar y pienso en adelgazar.

En este caso, el sacrificio era el pelo. Su pelo. Debían rapárselo si querían la recompensa y el pase al siguiente país. ¿Veis como ser calvo tiene una ventaja más? Si llego a ser yo, ¿qué iban a hacerme? ¿Depilarme los huevos?

El caso es que Cuqui le echó dos huevos y dijo que sí, que se cortaba el pelo. Eso, mientras echaba unos lagrimones que han resuelto el problema de la sequía en África por un año. Están haciendo diques y todo.

Y se los llevaron a una barbería local, que allí le llaman a un cuchitril en medio de la nada donde en las paredes hay fotos de negros con peinados elegantes.

Lo único que pidió Cuqui es que David no dejara de quererla cuando no tuviera pelo. Sí, porque todo el mundo sabe que el amor no surge de la personalidad, sino del vello corporal. Sí, a más pelo, más atractiva es una mujer. Cuando yo beso a una chica y mi bigote hace efecto velcro con su bigote, me enamoro.

Jesús Vázquez veía cómo le quitaban el pelo a la muchacha y ponía la misma cara que cuando vas al baño en el restaurante y de pasada ves cómo en la cocina el cocinero está escupiendo en tu sopa.

Eso sí, como es un gran psicólogo y lo de animar se le da tan bien como a mi cagar oro, le dijo que no se preocupara, que rapada estaba mejor que con «el pelo frito» que tenía antes. Así, con dos cojones. La muchacha no se cortó las venas en ese momento porque se las quería dejar largas.

Nota: Espectacular imagen la de Santiago vestido de masai y con el pitillo en la boca. Le quedaba igual que un tanga de leopardo a un Cristo.

Nota: Freire se empeñó en parar a comer durante una etapa. Lo hizo en un restaurante que ofrecía las mismas garantías sanitarias que el cianuro. De hecho, en esa zona cuando alguien quiere quitarse la vida va a ese local y pide el especial de la casa. Infalible.

En una de las paradas para hacer noche a los hermanos gallegos les dejó el vehículo en medio de la nada. De hecho, en medio de territorio de leones, que los animales debían estar pensando que ya había llegado el repartidor de Telehumano.

Así que andando y casi sin poder respirar por la presión de los cojones en la garganta, llegaron a un hotelazo en el que pidieron alojamiento y en el que con mucha educación les dijeron que se fueran a tomar por donde amargan los pepinos.

Eso sí, un trabajador del hotel les dejó quedarse en su… bueno, en su… Es que no sé como llamarlo. Digamos que en su cuarto. Y claro, allí había más mierda que en un laboratorio de pruebas de supositorios. Pero como ellos son solteros y enteros y muy apañados, pues se pusieron a limpiar el cuartito.

Yo, con todos mis respetos y solidaridad con el empleado del hotel, le habría prendido fuego y le habría hecho un exorcismo al lugar.

Hay gente escrupulosa, gente que no lo es y cochinas de talla camión como Mar y Vanesa. Las sevillanas pararon en un restaurante donde les dijeron que podían pasar la noche y las hermanas se dedicaron a comerse las sobras que dejaban los clientes.

El menú consistió en unas apetitosas salchichas mordisqueadas de vete tu a saber quién con unas patatas de vete tú a saber cuándo, todo ello añejo y revenido. Pero nada, en un acto que haría que Ferrán Adriá se arrancara los ojos y se los comiera, las muchachas se zamparon la delicatessen y no dejaron en el plato ni aire.

No contentas con eso, repitieron operación con unos deliciosos frijoles y un mendrugo de pan sobeteado por un lugareño. Eso es dieta medicerdánea.

 El jodío de Freire es más práctico. ¿Pues no le pidió a la mujer que les acogió que les hiciera espinacas? Lo mismo se pensó que era su madre después de tomar el sol seis horas. Y para matar el tiempo, se puso a montar una vaca.

No, no, ojo, montar de subirse encima, no de ponerse detrás y hacerle cariños.

Hay que destacar la capacidad de Chimo de comunicarse en un spanglish que tiene más de span que de glish. Pero ahí lo tenéis, consiguió una caseta para dormir y encima que le invitaran a unas cervecitas. Si este tío habla inglés acaba cenando centollo con el presidente.

Pudimos ver por fin la recompensa de David y Cuqui en el hotel. A mi me dan eso y no me corto el pelo, me corto los dedos de los pies y me los hago salteados con judías verdes.

Eso sí, algo incómodo debió resultar que el cámara estuviera todo el rato. De hecho hubo un momento en el que comenzaron a darse besos de eso que llevan de una cosa a otra y el jodío del cámara no se movía de allí. Y eso que el de la cámara no era el único aparato que estaba haciendo zoom.

Me rompí la caja con la manera que tenía Javi de buscar transporte: «¿Podemos subir mi anciano padre y yo?». En realidad debería haber dicho «¿Podemos subir el señor este con taparrabos y yo?».

Increíble e inenarrable desde el punto de vista simbólico y fálico la imagen de Jesús Vázquez a horcajadas sobre un cañón. Cómo agarraba el cilindro el jodío.

Lecciones de Inglés: Jota llama a todo el mundo «my friend». Significa » mi amigo frito». «Hola, my friend», «Hola, mi amigo frito».

El caso es que todos consiguieron su pasaporte excepto Vane y Chimo y Santiago y Javi. Estas dos parejas debieron enfrentarse en una carrera por el último pase a Tanzania. Casualmente las dos parejas cogieron casi a la vez dos motocarros de esos en los que por miedo no se subiría ni Chuck Norris.

Y lamentablemente, ganaron Chimo y Vane. No lamentablemente porque me caigan mal, sino porque se quedaron fuera Santiago y Javi y me caían muy bien. Espero que les recuperen.

Una última cosa. El transporte en el que si iban a Tanzania, una especie de furgoneta-autobús se llamaba matatu. ¿Mata-tú? Joder, que nombrecito para un vehículo.

Racismo de clase alta en ‘Pekín Express’

Hola a todos.

Comenzamos donde lo dejamos la semana pasada. Sí, en la frasecita de Mónica, la directora de banca: «Esto es surrealista, dos blancos lavándole el coche a un negro«, que completó con «surrealista, pedirle a un negro que me deje lavarle el coche y que me pague».

Sí. Es que hay gente que viene de las familias más adineradas, que estudia las carreras más rentables y acaba viviendo de quedarse con el dinero de los demás. Entonces se acostumbra a que los demás le pidan dinero, a la usura.

Y desde el cochazo, todos los negros son unos pedigüeños, sólo aptos para los trabajos más bajos.

Sí, los conejos que se creen superiores me dan asco. No importacuántos perfumes caros te pongas ni cuantos vestidos caros uses. Son los que peor huelen.

Y dicho esto, veamos como fue la etapa de ayer de Pekín Express.

La cosa comenzó en la localidad de Kakamega. Que menos mal, porque si le llegan a llamar Megakaka no va por allí ni el Tato.

La etapa se dividía en cuatro fases, cuatro territorios. La pareja que llegara primero a cada uno de los territorios sería la que «conquistaría» ese territorio.

Y a eso se dieron.

Inevitablemente tengo que comentar las andanzas de Ezequiel y Mónica, la pareja de ejecutivos. Él no me cae tan mal, se adapta y curra, mientras la señorita se sienta a esperar que venga una limusina.

A la princesa no le gusta ir en camión, mira tú, no es un transporte digno para su señoría de piños incipientes. Cuando los concursantes hablan de lo duro que es Pekín Express siempre dicen que echan de menos su cama, comida, descansar… No, ella dijo que echaba de menos sus bolsos y su maquillaje. Sí, amigos, se puede ser así de superficial y vacía.

Y de ahí pasamos al inglés de J. Me parto. El chaval lo intenta y eso es digno de admiración pero casi me muero de la risa de la conversación que tuvo con el conductor, de primero de fascículo para aprender inglés: ¿guas yur neim? Ai cam fron espein. Mai neim is Jota.

Sara y María, me eran indiferentes en la primera etapa y ahora, no sé por qué, no las trago. No es que me hayan hecho nada en concreto, pero no me gustan. Y eso que arrasaron en la etapa de ayer, aunque a costa de ganarse unos cuantos enemigos…

El caso es que llegaron las primeras a la primera fase (todo el mundo atribuye su suerte a la hora de coger coches a que son rubias) y allí tuvieron el privilegio de ralentizar a dos parejas, que tendrían que esperarse mutuamente y hacer el recorrido por el lago Victoria, en lugar de sortearlo, con lo que tardarían el doble.

Sin dar muchas explicaciones le cascaron la penalización a J y Freire y a Pedro e Inés. Al final, las dos parejas disfrutaron de lo lindo el paseo, viendo hipopótamos y sintiéndose como en ‘Memorias de África’.

La organización este año debe confiar plenamente en las carreteras africanas y en el saber hacer en la conducción de los pilotos de motocicleta africanos, porque no les ha dado casco a los concursantes…

 Me partí con David y Cuqui, que estuvieron toda la puñetera etapa intentando colocar unas botas a cambio de un viaje en coche. Sin embargo, deben vender peor que el Dioni alarmas para coche, porque no se las cogió nadie.

Casi me cago encima de la risa viendo a la vieja cabrona con el pelo a lo afro subiendo a toda leche la ventanilla del coche cuando Chimo y Vane le estaban preguntando si les llevaba. Sólo le faltó agarrar el bolso. Que mala pécora.

Las murcianas llegaron también las primeras a la segunda etapa. Pero claro, allí había que portar cuarenta litros de agua en un recorrido de ida y vuelta de seis kilómetros y eso no se les dio tan bien. Así que la prueba la ganaron Santiago y su hijo Javier, aunque fue Javier el que con un par se hizo el recorrido dos veces a por el agua…

El premio fue que ese día no tuvieron que buscar alojamiento. Les llevaron a un hotel-carpa de lujo. Santiago es el contrapunto cómico de esta edición. A cien metros el jodío no era capaz de ver el lago Victoria, el segundo más grande del mundo. «Será grande, pero parece caca», dijo.

¿Alguien puede explicarme qué cojones hace Jesús Vázquez con botas de explorador, pantalones cortos y un chalequito gris? ¿A este hombre quién le viste? ¿Ágata Ruiz de la Prada de tripi?

 Como contrapunto al racismo asqueroso de otros, pudimos ver a Bernadet, una religiosa africana que lleva un centro de atención a huérfanos donde les proporciona lo básico para vivir y aprender.

La mujer hizo un discurso precioso sobre el color de la piel que hizo llorar a Chimo y a Vane. «Si nos cortas, nuestra sangre es del mismo color«, dijo.

Otro ejemplo de gente con mal fondo: Chinto y Pablo. Les acogen en una casa africana y se alejan de los dueños y de los niños de la familia para comerse unos cacahuetes que tenían, para no tener que darles. «Tenemos mucho hambre», «no tenemos para darles a todos» y excusas por estilo pusieron. Si todos siguiéramos ese razonamiento, ellos habrían dormido en la p… calle.

Cuqui y David se han hecho muy coleguitas de Mar y Vanessa. Tanto, que esperaron a las sevillanas y las llevaron en su coche. Fueron los novios los que al ganar la tercera etapa los que eligieron a quienes jugarían el juego de inmunidad: Ellos mismos, Mar y Vanesa y Sara y María.

La cosa era muy agradable, sobre todo en lo que al olor se refiere, pues tenían que cargar en unos carros unos sacos de pescado que esperaban al sol y llevarlos a unas mesas donde más pescado esperaba al sol y ponerlo allí y calcular el valor del pescado en función de los precios de la zona.

Ganaron de nuevo las murcianas, Sara y María (ahora son inmunes), aunque sólo fuera porque dieron cuatro cifras diferentes. Tenían que haber hecho como en ¡Ahora caigo! y ponerse a contar delante de Jesús Vázquez hasta dar con la respuesta correcta.

Santiago es un seductor. Les ha echado el ojo a las sevillanas, pero claro, según dijo «soy viejo y no puedo catar esa carne». Y por si alguien no se había fijado, aseguró que «tienen dos pechugones».  Sí, en eso estoy de acuerdo.

Y por si el hombre quería seducirlas, protagonizó dos momentos de esos que hacen que una mujer se ponga como un muflón en celo: Metió su dentadura en un bote, delante de media África y se dejó arrastrar por una vaca a la que había intentado atar.

Me encantó que, buscando alojamiento, Ezequiel y Mónica acabaran en el Hotel Bates versión África. El tipo que les iba a dar alojamiento les hizo un interrogatorio del que habrían estado orgullosos en la KGB.

Eso sí, Mónica, la marquesa de Pekín Express, se llevó las manos a la cabeza cuando el tipo les pidió que para ganarse el alojamiento cocinaran. Por Dios, ella, manchándose las manos. Que asquito…

Si de algo no se puede acusar a la mujer de la cara de vinagre es de complejos. Porque mira que es incómoda de mirar, pero la jodía dijo que el dueño de la casa la miraba y se le salían los ojos. Sí, probablemente del susto.

El caso es que las murcianas ganaron también cuarta fase y por lo tanto debieron penalizar de nuevo a sus compañeros. Como la etapa acababa en una gasolinera, el castigo era lavar coches o motos hasta llegar al precio que les pusieran las murcianas, de entre unos importes ya establecidos.

Le pusieron 200 chelines a Inés y Pedro (otra vez les penalizaron), Mónica y Ezequiel, Chimo y Vane.

Le pusieron 150 chelines a J. y Freire (otra vez), Mar y Vanesa, Chinto y Pablo.

Aquí fue cuando la Marquesa Mónica soltó sus frasecitas racistas.

Me descojoné con Mar y con Vanesa, a las que se les acumulaba el trabajo. No sabían por qué, pero no hacían más que llegar motos impecables para que las lavaran. Luego cayeron en la cuenta de que están más buenas que el pan y que verlas el escote y el culillo en pompa era un aliciente para los clientes varones.

Si es que sólo les faltó lavar en biquini. De hecho, creo que si hacen eso se pueden quedar a vivir en África a todo lujo.

La cosa terminó así:

Ganadoras de la etapa: Sara y María.

2.- Santiago y Javier.

3.- Mar y Vanesa.

4.-David y Cuqui.

5.- Chinto y Pablo.

6.- Chimo y Vane.

7.- Monica y Ezequiel.

8.- J. y Freire.

9.- Inés y Pedro.

Éstos últimos fueron eliminados, pues la tarjeta era roja… ¡¡PERO NO!!

El caso es que volverán a concursar, pero deben enfrentarse a… ¡¡PAULA Y LUISA!! para ganarse el regreso al concurso. Por el bien de las mañas espero que les toque una zona de África poco poblada, para que la niña no se agobie…