Antes de contaros un poco lo que pasó en la final de MasterChef Junior quiero hacerme públicamente algunas preguntas.
Mario, que fue el ganador (se lo merecía, pero a mí me caía mejor Ana Luna, que también se lo merecía) se lleva 12.000 euros para su formación. Eso dicen «para su formación». ¿Para su formación en qué? O sea, si mañana dice que le den a la cocina y quiere ser DJ como Paquirrín, ¿también vale?
Tras el MasterChef de adultos y el de niños, ¿llega ahora el MasterChef Yayos? ¿Les veremos dejar a un lado la dentadura antes de probar los platos? ¿El premio será un viaje a las mejores obras del mundo para verlas de cerca?
A los ganadores y finalistas, ¿les veremos en el futuro convertidos en estrellas de la cocina? ¿Serán como el Bisbal de la comida? ¿Tendrán rizos? ¿Le darán la vuelta a los filetes con una vueltecita acrobática? Si los de OT son triunfitos, los de MasterChef son MasterChefCitos?
En fin.
La primera en meterse en la final fue Ana Luna, que mola más que comer con los dedos.
Después pudimos ver como sus compis hacían una escabechina con unas galletas que harían palidecer a la pobre galletita de Jengibre de Shrek. Era como el laboratorio galletero de Hannibal Lecter, con miembros amputados por doquier y trepanaciones a pecho lobo.
Aunque me dejó loco turuleto que los tres niños supieran currarse un roscón de reyes destacaré el chocolate asesino con guindilla que preparó Juan, que habría podido matar a una cabra mexicana.
No me moló nada que por el hecho de ser repostería llevaran como «experto» a Fabián, que al final no es más que el concursante de otro MasterChef. De hecho el chaval esperaba a que hablaran los del jurado para ratificar su opinión.
Eso sí, Eva González estuvo aguililla y le recordó a Fabián que le debe una tarta. Espero que no le debáis a Eva ni el cambio para un café de la máquina: LO RECUERDA.
Los prolegómenos de la final me parecieron demasiado pastelosos. De estas cosas que disparan la población de diabéticos por exceso de azúcar. Allí llevaron hasta al apuntador: las familias, lo padres, los compañeritos aspirantes… y discursitos muy sentidos, y vídeos de resumen… faltó un gatito siendo acariciado por un bebé panda.
¿Y no van y le preguntan a los padres si están orgullosos del niño? ¿Qué iban a responder? «No, es la oveja negra de la familia, de vuelta a casa vamos a abandonarlo en una gasolinera».
En fin. Destacable el tajo en el dedo que se dio Ana Luna y cómo la chiquilla siguió adelante y acabó su plato como una valiente. Y eso que tiene que acojonar darse un cortecillo en el dedo y que aparezca para ponerte una tirita un tipo del SAMUR.
Mirad a vuestro entorno y pensad en cuántos de vuestros conocidos saben hacer pato con salsa de frutos rojos y cuscús o cocochas al pil-pil. Yo flipo.
En cualquier caso, y estando ambos muy igualados (yo tengo un niño así y no sale de la cocina, es que lo desescolarizo y todo) el jurado decidió que el ganador fuera Mario, con doce añitos como doce soles.
Y chimpún.