Ah, amigos, nunca os juguéis en una apuesta un apéndice, ni siquiera si está compuesto por una fila de pelillos raquíticos.
Se acabó, Curso del 73 se acabó, como siempre, dotando a esta sociedad de un puñado de jóvenes preparados y plenos de pensamiento crítico que nos llevarán a un nuevo renacimiento.
O eso, o han salido tan macarras y chonis que cuando entraron, que los juzgue la historia.
Para abrir boca, una selección de frases célebres:
«6 por 4, 24, 6 por… ¿por cual iba?»
«No se contaaaaaaaaaaaaaaaaar».
«Yo no estudio cosas que ya han pasado«.
«Valle Inclán, Machado… ¿a mi esos me van a dar de comer?».
Sí, sé que suenan a citas de Cervantes, pero no, son de alumnos de San Severo (San Severo, san Severo, agárrame lo colgandero).
Mesié Didié se puso chulo en una de sus clases y sacó todo el carácter que llevaba dentro. Lo malo es que no llevaba mucho. Más bien poco. Bueno, nada.
Juan José fue castigado por llegar tarde a clase, al hallarse haciendo un muñeco de barro de esos que te pillan con la inspiración y los tienes que hacer en el momento, si no quieres mostrar tu arte con la arcilla en medio de un pasillo, por ejemplo.
El caso es que se motivó con el castigo, sacudiendo un colchón y gritando «No debo llegar tarde a clase». Me recordó al recluta patoso en La chaqueta metálica. Le faltó ponerle nombre al fusil.
Comenzaron poco después las entrevistas personales. Así las llamaban también los de la KGB, lo que pasa es que ellos no eran ni la mitad de duros que en San Severo. Que manera de putear a la basca.
Eso sí, los interrogatorios dejaron también frases célebres, como el resumen que Pablo hizo de su paso: «Niño-hombre». De este chaval se ha querido descojonar alguien y le ha dicho que iba a la mili.
Don Luis, ese tipo comedido y amante del buen rollo y los bigotillos como escobas de gnomo se pasó medio millón de pueblos con Laura y Juan, a los que puso a parir como una coneja con octillizos.
Daniel, ese alumno querido por sus compañeros por su compromiso con la lealtad, se arrancó en la comida con un poema supuestamente reivindicativo, pero que sonó a versos de Gloria Fuertes un día que la pilló rencorosa.
Volvamos a Juan José. Psiquiatras de todo el mundo se han desplazado hasta España para analizar la obsesión de este chaval por enseñar el culo. No descarto que en realidad sea su culo el que está obsesionado con enseñar su cara.
Su exhibicionismo provocó una conversación de una altura intelectual que habría dejado asombrada a la antigua Grecia:
«¿Cómo se llama el dios ese que va en calzoncillos con una hoja de romero?». Seguramente se refería a un patriarca gitano en agosto, pero no, alguien dijo «Dionisio».
Y se oyó responder «¿Dionisio? Ese es mi vecino». Así, con dos cojones.
Y llegaron los exámenes. Me sorprendió que se lo tomaran tan en serio, teniendo en cuenta la pantomima de que se trataba, pero ahí de dieron los muchachos, con el ahínco de un cuervo sacando los ojos a un bicho muerto.
Eso sí, desplegaron todo tipo de versiones de la chuleta. En la mesa, en la mano… no, no son sutiles en el noble arte de fabricar y utilizar los apuntes de apoyo, que tan buenos resultados me dieron a mi en parvulitos.
Y como lo verdaderamente importante es el intelecto, organizaron unas olimpiadas entre los alumnos de ciencias y letras. Sobre el estado físico de los muchachos y muchachas os diré que si fueran soldados y Andorra nos intentara invadir, en un mes estábamos todos aprendiendo a esquiar.
El caso es que quedaron empate, al ganar letras la gymkana y los de ciencias un partido de fútbol tras una milagrosa parada de penalti por parte de Juan José, al que sus compañeros mantearon luego, poniendo en peligro sus vidas.
Me enterneció el romanticismo de la última noche, con Daniel diciéndole a Zaida: «si te pillara fuera te daría para el pelo». Ah, amigos, Gustavo Adolfo Bécquer era un mierda a su lado.
Durante los reencuentros de los alumnos con sus familiares pudimos saber que:
a) Evelin desarrolló una técnica para esconderse hígado frito en las bragas. Muy sano, saludable y salubre.
b) Los calzoncillos de Pedro son como los de su abuelo.
Y entonces fue, durante la ceremonia de clausura, cuando Don Luis apareció sin bigote, tras un erótico afeitado por parte de Doña Alicia, que acabó en una escena muy parecida a la del jarrón de Ghost, pero que no nos mostraron.
La beca de un millón de pesetas (que a este paso va a poder disfrutar sin cambiarlas a euros) fue para Antonio. No sabemos muy bien porqué, lo mismo por echarse unas risas viendo cómo se la gasta en vino.
¡Se acabó el curso!