Ah, amigos míos y enemigos también.
Lo que son la cosas. Más que realities, los programas estos deberían llamarse falsalities. Más que nada porque de realidad tienen más bien poco.
Siiiiii, sé que llevo varios post con lo mismo, pero es que es una verdad como el mojón de un cachalote. De grande, digo.
Hoy os traigo un ejemplo para ejemplificar este ejemplar espacio lleno de ejemplares: Acorralados.
Y más en concreto, dos: Blanca y Nagore.
Como bien sabéis, y si no lo sabéis porque habéis perdido el tiempo leyendo o con investigaciones en el acelerador de partículas en lugar de ver la tele, yo os ilustro, Nagore y Blanca eran súper amigas.
Eran, sí, en pasado, porque cuando ya no hizo falta e incluso esa amistad era poco conveniente para ganar el reality se acabó más deprisa que una manzana en un corral de gochos.
Justo antes del final del programa Nagore reveló que antes de entrar, Blanca había recibido adiestramiento de un psicólogo sobre cómo debía comportarse mientras estuviera en Acorralados. Por si fuera poco, cuando la hermana de Blanca estuvo una semana en el programa, aprovechó para pasarle a Blanca nuevas instrucciones del psicólogo, con indicaciones sobre su conducta.
Un canteo, vamos. Porque es lo que faltaba, actores de pacotilla haciéndose pasar por concursantes. ¿Y qué me decís de eso de dar pena con la historia del padre indiferente y de la madrastra malvada?
Quiso Dios, que es muy de ver realities que Blanca no ganara. Sí, podemos comernos recortes económicos como para dejarnos los genitales pelaos, pero no nos la cuelan con un reality.
El caso es que la ganadora, Nagore, una vez fuera de la casa aseguró que Blanca estuvo haciendo un papel, que en cuanto se fueron las cámaras se convirtió en una persona diferente. Nagore es tonta. Por el amor de Dios, que ya había estado en GH y aún cree en los concursantes magos.
«Me la ha pegado durante 100 días», dijo en El programa de AR. Madre del amor hermoso a Nagore le hacen el timo de la estampita y le sacan hasta los higadillos. «Que me la meta a mi, pero que no se la meta a todo el mundo«, aseveró. Y aquí es donde comenzaron las frases esas que no puedes hacer con tu grupo de colegas, porque se descojonan de ti.
Cosas del tipo «no es lo mismo dar que recibir». No, no es exactamente lo mismo.
La moraleja de todo esto es que hay que estar seguro antes de subirse la bragueta si no llevas calzoncillos.