La verdad sobre el reportaje vivencial de Paquirrín

Lo primero que me llamó la atención del documental «Así es Kiko Rivera» es que resulta que no era sobre Kiko Rivera, que no sé quién es, sino sobre Paquirrín, que sí sé quien es.

Para mi, ver el reportaje sobre la vida en el día a día de Paquirrín ha sido como un éxtasis. A mi lado, Santa Teresa de Jesús tenía como mucho colocones chungos.

Os voy a resumir, espero no tener problemas por los derechos de autor, lo que hace Paquirrín en un día, porque merece la pena que el mundo lo sepa. El próximo premio Nobel de la Concordia se lo dan fijo.

Y quiero hacer este resumen porque me jode que el reportaje haya tergiversado las imágenes. Ya sabéis, lo montan, lo editan, cambian el orden y al final parece que es un tipo que se pega la vidorra padre yendo de acá para allá con el mánager, el amigo gorrón y una chica neumática para cuando haya menester.

Un tipo que asesina canciones, que dice «música» y cada vez que lo hace Dios mata a un profesor de conservatorio, un tipo que dice «madrugar» por levantarse a las ocho, que visita una tienda de instrumentos y sólo le llama la atención una armónica muy grande… todo falacias.

Así es la realidad:

Paquirrín se levanta a las seis de la mañana y hace un ingreso a una ONG de ayuda a los refugiados de algún país en conflicto. Para las seis y veinte se pone a investigar un poco sobre células madre y hace un par de descubrimientos que curarán 215 enfermedades el año que viene.

A las siete está ya saliendo por la puerta con el chándal blanco de Italia puesto para correr un poco por la barriada suburbial donde vive. Mientras se entrena, empuja la silla de una señora de Albacete discapacitada a la que hace compañía y pasea el perro de un señor del quinto C, que no puede.

Cuando llegan las nueve (sí, está corriendo dos horas, la señora se cansa, pero él cree que le hace falta menearse a la vieja de los cojones señora) entra en el estudio de música. Allí compone de dos a tres arias magistrales, hace seis versiones diferentes para un tercer movimiento de la 759 de Schubert y un jingle para un anuncio de compresas.

A las diez, almuerzo frugal. A las doce se van los seis cocineros que trabajan a destajo para preparársela, así que a esa hora aprovecha para wasapearse con Stephen Hawking. Paquirrín está muy preocupado por su colega, porque siempre tiene el gesto fruncido y porque últimamente la comunidad científica le discute mucho las teorías astrofísicas.

A las dos, comida frugal. La muerte por agotamiento de los cocineros de la mañana obliga a contratar a otros para la comida. Son enterrados en el jardín junto a los primeros.

Paquirrín echa luego la siesta. Bueno, no la echa, la destierra, porque menos de seis horas no caen nunca. Su mente de genio y sus cuerdas vocales de esparto han de reposar.

A una hora indeterminada de las últimas horas de la tarde, acude a un Consejo de Ministros que se monta sólo para que pueda ir él. Da algunos consejos sobre economía, medidas sociales, educativas, sobre gestión de la sanidad pública… y luego se va a un complejo militar a hacer cosas que son secretas.

A eso de las diez, a dormir, que a las seis se levanta y la señora de los cojones encantadora va a querer que la pasee.

4 comentarios

  1. Dice ser Luis

    Yo alucino con las novias de Paquirrín. El tío más feo no puede ser y miren su última novia

    20 julio 2014 | 14:27

  2. Dice ser Warp

    Luis, si Paquirrín no fuera Francisco Rivera, hijo de Isabel Pantoja y Francisco Rivera (senior), no se comería un rosco ni visitando todos los clubs de la carretera de Burgos…

    21 julio 2014 | 12:43

  3. Dice ser why

    menos mal¡¡ que tu has explicado la realidad de este «pobre chaval»…….

    22 julio 2014 | 19:36

  4. Dice ser Creyente himpléjico

    Paquirrín debería ser papa en vez del cutre del Francisco ese. O podríamos ponerle de rey. En cualquier caso saldríamos ganando.

    17 agosto 2014 | 05:22

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