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Rafa cambiado; Nadal tuneado

En este inicio de curso hemos visto signos de que Rafa Nadal ha cambiado. Uno es muy claro: exterior. Otro se intuye: interior. Se podría decir que a Nadal -la imagen de marca- lo han retocado. Y que Rafa, el ser humano-tenista, está en proceso de búsqueda de sensaciones (unas nuevas, otras antiguas). Retos distintos con la misma obligación: ganar. Él lo ve todo más práctico, desde la calma: «No creo que haya sido un principio de año complicado. Es normal, llevo dos meses y medio sin competir y me cuesta un poco coger el ritmo». Quizà sólo sea eso.

El tuneo de Nadal

Evidente. Le han cambiado la ropa. Es un cambio de vestimenta que obedece a los designios de Nike. La multinacional que ha hecho de Nadal un icono universal decidió el año pasado que necesitaba un cambio de look. Más serio, de hombre, de campeón sereno y maduro. Más al estilo Federer. Ya lo intentó en el US Open, en setiembre de 2008. Halló resistencia en Nadal y se pospuso la puesta de largo.

Me parece que Nadal está incómodo en ese corsé. No acaba de sentirse a gusto. Es como cuando te ponen el traje de la primera comunión. No sé si, por exigencias de contrato, podría desnudarse y volver a la equipación de sus orígenes. La verdad es que lo agradecería. Su camiseta sin mangas, su pantalón pirata le iban como anillo al dedo. Un guerrero de la raqueta, un espíritu indomable, un ganador. Un tanto corsario, un tanto rebelde. ¿Por qué narices le han tocado el atuendo si solo tiene 22 años?

El cambio de Rafa

Me baso en tres hechos.

a) Esta expresión en un rostro impasible. Muestra algo diferente a los que nos tenía acostumbrados ¿Hastío? ¿Tristeza? ¿Impotencia? La verdad es que nunca lo vimos así. Quizá la cámara de AP le captó en instante inoportuno. La cábala, entonces, es magna. Pero aunque fuera por un momento, parece insólito. Nos había habituado al rictus templado, a la concentración máxima. Únicamente dejaba ir un gesto, siempre de júbilo, al final de partido revolcándose por la pista y brincando después para abrazarse con los suyos en los grandes acontecimientos. Primero, el respeto al rival. Después las emociones. Aquí se le escaparon.

b) Los resultados. Ha perdido dos partidos de cinco. En competición, sólo uno. Cierto. Eso le ha creado un nuevo horizonte: la derrota seguida (un par en apenas una semana). Tras caer con Monfils en Doha declaró que iba a quedarse en Qatar para entrenar duro. Tuvo buenas sensaciones, con todo. Y son fundamentales para batirse en un Abierto de Australia que aún no está en sus vitrinas. Ése es Nadal: portento físico con una mentalidad infalible. Por eso vence.

c) Su nuevo universo tenístico. Acaba de estrenar un nuevo rol: la defensa del número 1. Siempre había dicho que se sacudía la presión al entrar en la pista, acompañado por el calor del público y por su objetivo inmediato: ganar el encuentro en juego. Ahora no lucha por ser el mejor, por escalar hasta llegar a lo más alto. Lucha por conservarlo. Antes era una lucha plural, la de los aspirantes. Ahora es singular, la del campeón. También ha cumplido ya parte de sus retos: cuarto título en Roland Garros, primer Wimbledon, oro olímpico…y uno inesperado, fuera de las pistas: el premio Príncipe de Asturias. Por muy bien dirigido que esté Rafa, que lo está desde su tío Toni hasta toda la familia, lo vivido, quieras o no, te cambia.