Rafa Nadal es un monstruo. Juegue donde juegue lo hace bien: en tierra, en hierba, en pista rápida. Por encima del mar, por debajo, a su nivel o en una plaza de toros. En las recientes semifinales de la Copa Davis contra EE UU salió a hombros de Las Ventas.
Cambio estratégico
Pero a Rafa le van cada vez más las duras. Las pistas duras, me refiero. Es un cambio estratégico en su carrera, con un mejor saque y una mejor volea resuelve con acierto y se desgasta menos físicamente. Ahí puede estar una de las claves.
En evolución constante
Veamos los números. Esta temporada, contando el Masters Series de París-Bercy ha disputado 54 partidos en esta superficie (no se incluyen los de hierba), más de una cuarta parte de toda su carrera (201 desde el 2003 en torneos ATP). Es una progresión que va a más desde hace un lustro.
En 2003: 5 partidos; 1 triunfo.
En 2004: 30 partidos; 16 vencidos.
En 2005: 34 partidos; 28 ganados.
En 2006: 35 partidos; 25 triunfos.
En 2007: 43 partidos; 31 vencidos.
En 2008: 54 partidos; 45 ganados.
Por cada cinco victorias, una derrota
Los resultados le acompañan. Más partidos y más victorias. Hace cuatro años, por ejemplo, por cada encuentro que ganaba perdía otro en pistas rápidas (16-14). Esta temporada, la proporción es de cinco triunfos por cada derrota (45-9). La evolución ha sido ascendente desde 2003, con la única excepción del 2006.
Sus grandes hazañas siguen en tierra, pero este año ha tenido una muy meritoria participación en pistas duras: campeón olímpico en Pekín y ganador en Canadá; finalista en Miami y semifinalista en el Abierto de Australia, US Open, Cincinnati y Madrid.