Quién fue… Abraham Klein: la azarosa vida del mejor árbitro del mundo

Klein, en el Mundial de 1982, junto a Sócrates y Zoff antes de un Brasil-Italia (FIFA.COM)

Vamos a cerrar la semana con un personaje importante de la historia del arbitraje, que si tenéis algunos años recordaréis. En su época, fue considerado el mejor colegiado del mundo. Es Abraham Klein.

Abraham Klein nació el 29 de marzo de 1934 en Timisoara, Rumanía, en el seno de una familia judía húngara. Gran parte de sus familiares murieron en Auschwitz. Por fortuna, él y sus padres pudieron escapar. Siendo un niño, llegó a Apeldoorn, Países Bajos, tras un viaje en tren de tres semanas con otros 500 menores que escapaban del Este de Europa. Tras un año en Holanda, se fue con sus padres a vivir a un kibbutz en Israel y después, a la ciudad costera de Haifa. Nunca volvió a Timisoara, ni siquiera en tiempos de paz, cuando llegó a ser observador de la UEFA y viajó a Rumanía.

Su padre había sido futbolista profesional, y llegó a jugar en el MTK de Budapest, el equipo de los judíos húngaros, por lo que Abraham conocía bien el mundillo del fútbol. En una ocasión, acompañó a un amigo árbitro a dirigir un partido, pero éste se lesionó. Animado por su conocido, Klein lo sustituyó. La experiencia le gustó y decidió sacarse el título de árbitro. El fútbol en Israel estaba un poco verde, pero a fuerza de arbitrar partidos en el ejército y categorías inferiores, llegó a la primera división.

Pese a medir solo 1,65 metros, Abraham Klein (curiosamente, klein significa ‘pequeño’ en alemán) tenía una forma física envidiable. Era rápido, fibroso, incansable. Siempre estaba bien colocado. Y de nuevo pese a su estatura, tenía una gran capacidad para demostrar su autoridad. En 1958 pitó su primer partido de Liga en Israel. En 1964, debutó como internacional, en un amistoso entre sus dos países de adopción: Israel y Holanda. Pero en 1965 le llegó su primera prueba de fuego, arbitrar un Italia-Polonia clasificatorio para el Mundial de 1966. Klein, que era profesor de Educación Física en Israel, decidió viajar a Roma una semana antes del partido para ver un partido de la liga italiana y así aclimatarse. Una semana después, cuando se plantó ante 80.000 fans en el Olímpico, no sintió el miedo escénico que podía sentir un colegiado que nunca había pitado en estadios de más de 20.000 espectadores.

No sólo viajó a Italia para acomodarse al campo. A un amigo polaco le pidió que le hiciera un informe de los internacionales del país. Escribió a La Gazzetta dello Sport para que le enviaran ejemplares del periódico. Así, supo quiénes eran las estrellas de los equipos, los que recibían más faltas, los que las hacían, sus tácticas… Y más aún. Klein, en una costumbre que mantendría durante su carrera, aprendió varios idiomas para poder comunicarse con los jugadores. Además de húngaro, rumano y hebreo, hablaba alemán, inglés, francés, italiano y español.

Aquel Italia-Polonia fue un éxito. Su arbitraje fue perfecto. Sobre todo, aplicando lo que para muchos es lo que diferencia a los buenos árbitros de los mediocres: la ley de la ventaja. Italia ganó 6-1 y tres de los goles llegaron en acciones en las que Klein había concedido la ley de la ventaja. Los observadores de la FIFA presentes en Roma quedaron muy impresionados.

Tras pitar en los Juegos de México 1968 (y aguantar perfectamente el calor), la FIFA decidió incluirlo en la lista para el Mundial de 1970, en este mismo país. Klein se preparó a fondo. Entrenó en montaña para acostumbrar su cuerpo a la altitud de México. Llegó al país azteca dos semanas antes de lo normal para aclimatarse al país y concentrarse. Y no era para menos. Su primer partido mundialista era nada menos que el que enfrentó en el grupo C a Inglaterra, vigente campeona, con Brasil, el Brasil de Pelé, Rivelino, Tostao, Gerson o Jairzinho. Klein estaba tan nervioso que metió las manos en los bolsillos antes del partido para que nadie notara que le temblaban. Pese a su buena actuación, Klein no pitó más en aquel Mundial. La FIFA le prometió que no sería el último.

Por desgracia, Abraham Klein no pudo pitar en el Mundial de Alemania 74. El motivo es que sólo dos años antes, en los Juegos Olímpicos de Múnich, terroristas palestinos asesinaron a sangre fría a 11 atletas israelíes, por lo que no se podía garantizar la seguridad del colegiado.

Por suerte, sí pudo acudir al Mundial de 1978, pero en esta cita se vio envuelto en la polémica. Klein fue el encargado de pitar el Argentina-Italia de la primera fase, en el Monumental de River. Ese día, el colegiado israelí hizo de nuevo un partido extraordinario que se saldó con victoria italiana, lo que privó a la anfitriona (recordad que estamos en la Argentina de la dictadura militar) de jugar la segunda fase en Buenos Aires. Además, no señaló un penalti que los locales reclamaron en el primer tiempo. Klein pitó un partido de la segunda fase entre Austria y Alemania, y cuando todo parecía que iba a pitar la final, la FIFA le dio el tercer y cuarto puesto. Todo apunta a que Argentina maniobró para no tener a Klein en la final. Aunque se dijo que fue por el año que pasó de niño Klein en Holanda, el colegiado lo desmintió, explicando que en esa época, ese dato no era conocido. Sea como sea, ser un árbitro justo en aquel Mundial de la vergüenza le costó a Klein no pitar la final.

Considerado el mejor árbitro del mundo, y pese a tener 48 años, Klein también fue incluido en la lista de árbitros del Mundial de España 82, pese a las amenazas de boicot de Kuwait y Argelia. Finalmente, estos países se ‘conformaron’ con no permitir que sus retransmisiones de televisión se viera el nombre de Klein, aplacando así su odio. También en esta cita tuvo algún problema, en este caso de tipo personal. Después de que los palestinos dispararan a la cabeza al embajador israelí en Londres, el Gobierno de Israel desplegó una operación en el Líbano. Amit, el hijo mayor de Abraham Klein, fue movilizado. En el transcurso de aquella operación, la familia Klein perdió el contacto con su hijo. Abraham estaba en España, y pidió a la FIFA que no le asignaran ningún partido, porque no estaba concentrado. Hasta que uno de los días del Mundial, le hicieron llegar una carta. La firmaba su hijo, desde el Líbano. Estaba bien, y le comentó que estaba «impaciente» por ver a su padre arbitrar en la Copa del Mundo. Sabiendo que estaba seguro, Klein arbitró otro partido fundamental de aquella cita, el Italia-Brasil de la segunda fase en Sarrià, en el que los brasileños, grandes favoritos, se quedaron fuera por un ‘hat trick’ de Paolo Rossi. Fue el último partido mundialista de Abraham Klein.

Tened en cuenta que hasta 1990, Israel no entró en la UEFA, así que no se pudo ver a Klein en partidos de Copa de Europa o Eurocopas. Además de partidos de la Liga israelí, Klein pitaba a demanda en competiciones como la NASL (la liga estadounidense) o partidos como la Intercontinental de 1980.

Tras retirarse en 1984, con 50 años, fue presidente del comité israelí de árbitros, observador de la UEFA, instructor de la FIFA y escritor de libros de arbitraje. Hoy, a los 82 años, vive en Haifa, rodeado de sus nietas.

Espero que os haya gustado el artículo. Hasta el miércoles.

PD: Si queréis profundizar más en la historia de Klein, os recomiendo este artículo en The Guardian.

2 comentarios

  1. Dice ser PEDRALBES

    Hola a todos

    Con lo bien documentado que está el artículo, no dudo de su calidad como árbitro, pero precisamente ese Italia-Brasil del Mundial’82 fue malo y sospechoso

    Saludos

    22 febrero 2017 | 09:19

  2. Dice ser ruomalg

    Desde luego, para estar tan bien valorado y haber pitado en tantos mundiales sí que debía de ser bueno. No se puede decir que su vida era aburrida. Y lo de hacer boicot a un mundial por la presencia de un árbitro israelí es para repartir collejas entre quienes lo pensaron (como la inmensa mayoría de boicots). Menos mal que se quedó en palabras.

    01 marzo 2017 | 22:29

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