Quién fue… Wilma Rudolph

El de hoy es uno de esos nombres que deberíamos conocer todos: Wilma Rudolph.

Nacida en en 1940 en Tennessee, en una familia pobre de 21 hijos (no es una errata: 21 hijos), nació de manera prematura y siendo muy pequeña contrajo una neumonía y poco después, una poliomielitis que le dejó una pierna paralizada. Hasta los nueve años tuvo que llevar una prótesis en la pierna. Y no había cumplido 12 cuando ya había sufrido la tos ferina, la varicela, el sarampión y la escarlatina.

Pero conforme fue creciendo, Rudolph fue superando sus problemas de salud y en el instituto empezó a practicar baloncesto. El entrenador del equipo de atletismo se fijó en ella y la convenció para que cambiara de deporte. Veía en ella unas condiciones naturales perfectas para practicar pruebas de velocidad. Aunque el baloncesto se le daba muy bien (era la estrella de su equipo), se pasó al atletismo y con 16 años ya entró en los trials para acudir a los Juegos de Melbourne en 1956. Allí consiguió su primera medalla olímpica, un bronce en el relevo 4×100.

Pero su explosión definitiva llegó en los Juegos de Roma de 1960. En ellos ganó tres oros (100, 4×100 y 200 metros). Después de los Juegos, batiría dos veces el récord del mundo de los 100 metros, éxitos por los que se ganó los poco originales apelativos de ‘Mujer más rápida del mundo’, ‘Gacela negra’ o ‘Perla negra’.

Pero a los 22 años de edad, Wilma Rudolph, que había conocido personalmente incluso al presidente John Fitzgerald Kennedy, se retiró de la competición para dedicarse a su hija, a la que tuvo con 18 años (luego tendría tres hijos más). Ocupó un puesto de institutriz y su ejemplo supuso un boom para que la población femenina afroamericana se dedicara al atletismo.

La verdad es que Wilma Rudolph siempre tuvo algo de mala suerte. En plenos éxitos, en 1961, perdió a su padre. En 1967 sufrió un grave accidente de tráfico, del que sobrevivió. Residente en Tennessee, en 1994 perdió a su madre y pocos meses después, le fue diagnosticado un cáncer de garganta y un tumor cerebral. Falleció en Nashville el 12 de noviembre de 1994. Su funeral fue seguido masivamente y tras su muerte, recibió numerosos homenajes. Así, hay una calle y una estatua con su nombre en Clarksville, Tennessee. También hay un premio con su nombre a las mujeres luchadoras, un colegio de la zona americana de Berlín se llama como ella y más recientemente, en 2004, el Servicio Postal de Estados Unidos sacó un sello con su imagen.

Pues eso, que hay campeones y campeonas que empiezan a serlo desde su infancia, como Wilma Rudolph.

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