No sé si lo sabéis, pero hace unos días (el pasado 10 de septiembre) se cumplieron treinta años desde el estreno del primer episodio deExpediente X, aquella serie fantástica que en la que, contra la lógica y el escepticismo de la agente Dana Scully (Gillian Anderson) aparecía un David Duchovny que, aunque por entonces a muchos nos parecía un señor mayor, visto ahora parece un crío de instituto. Duchovny, Fox Mulder, era el creyente, el que tenía fe, el que afirmaba que «la verdad estaba ahí fuera».
Aunque es probable que muchos/as de vosotros hayáis tenido alguna noticia suya desde que la serie terminara allá en 2002 (sin contar la segunda tanda, entre 2016 y 2018), todavía mucha gente se pregunta a qué ha dedicado su carrera desde que dejara de perseguir aliens.
Os he dicho ya muchas veces que nunca os dejéis derrotar por una negativa. Ni por muchas negativas. Recordad que George Lucas desarrolló Star Wars porque no le dejaron hacer una space opera de Flash Gordon ni le dejaron versionar La fortaleza escondida de Kurosawa.
Y es que a veces pasan estas cosas: tú tienes un proyecto y se empeña el mundo en decirte que no, que no vales, pero la suerte tiene otros planes. Y eso es lo que le sucedió, ahí donde lo tenéis, a Stephen King, el autor de terror más leído del planeta.
Es acordarme un poquito de pasada de ellas y se pone de gallina hasta la piel de las orejas.
¡¡¡¡BRRRRRRR!!!!
Corría 1980 y Stanley Kubrick metía, directo desde las páginas de Stephen King, este terrorífico thriller en nuestras mentes inocentes a través de una de las mayores joyas del terror de todos los tiempos: El Resplandor (ojocuidao, no confundir con El Resplandior de los Simpson, you know).
Kubrick nos dejó muchas escenas petrificantes para acompañarnos por los restos de los restos de los restos ad infinitum: estaba Jack asomando por la puerta del váter, estaba Jack pidiéndole el hacha a Wendy, estaba la sangre saliendo en olas del ascensor… Pero ninguna, ninguna, tan inquietante como la de las gemelas Grady en el pasillo.
«Hola, Danny… Ven a jugar con nosotras…»
¡¡¡¡BRRRRRRR!!!!
Lisa y Louise Burns tenían doce años cuando se pusieron los vestiditos azules más escalofriantes del mundo. Era su segunda intervención en pantalla. La primera para cine. Y fue la última. Y aquí servidora no sabe si sentirlo o agradecerlo.
La escena de las gemelas ha sido una de las más imitadas y recordadas en cine y televisión desde hace casi cuarenta años, donde han tenido referencias incluso en series punteras de animación.
Sin embargo, las actrices que interpretaron a tan terrible par se han dejado ver más bien poco fuera de los círculos más próximos a los eventos conmemorativos de esta escena, por lo que al grueso del público su imagen actual nos resulta completamente ajena.
Pero, ahí donde las veis, ambas tienen una página en facebook, Shining Twins (las gemelas de El Resplandor), con unos tres mil seguidores, y en la que van compartiendo alguna actividad y fotos actuales.
Así que, sin más dilación, aquí os dejo a las actuales gemelas Grady: las gemelas Burns.
Si me hubieran preguntado en mi adolescencia cuál era mi autor favorito, hubiera respondido sin dudar: Stephen King. Absorbía literalmente sus libros, con algunos me cagaba viva (con perdón) pero al mismo tiempo me atrapaban como si fuera una hipnótica serpiente.
Recuerdo cuánto me impactó la terrorífica It, lo mucho que disfruté con la enorme La danza de la muerte y lo que me reí con la menos conocida Los ojos del dragón. Todas y cada una de las historias que salía de su mano me chiflaban, desde sus relatos cortos a la novelas más extensas.
Stephen King marcó una época en mi vida, y le recuerdo con mucho cariño. Creo que dejé de leerle en algún punto de la década de los 90, a partir de Dolores Claiborne, y nunca he vuelto a leer nada de lo que ha escrito después, es probable que me esté perdiendo mucho. Pero, como hoy es el Día del Libro, quería brindarle un homenaje especial, por los buenos ratos que me regaló y porque nunca deja de estar de actualidad.
