En la década de los ’90 los culebrones adolescentes como Sensación de vivir o la española Al salir de clase triunfaban en la parrilla televisiva. Todo el mundo quiso subirse a ese carro que parecía garantizar un buen share, especialmente de sobremesa (a veces, también de noche, pegadito al informativo). De manera que, a finales de la década, Antena 3 se lanzó a ello y, basada en la venezolana A todo corazón, estrenó, melodía de Cómplices mediante, su exitosísima Nada es para siempre.
Un elenco formado por, como no podía ser de otra manera, un montón de gente guapa interpretando personajes carismáticos y magnéticos garantizó que un gran número de espectadores se mantuvieran pegados a sus pantallas una tarde tras otras, hasta que la serie se canceló algo más de un año después de su estreno, tras más de 300 episodios.
En los perfiles de estos adolescentes encontrábamos la esperable variedad que hacía que todo el mundo pudiera identificarse con, por lo menos, uno/a de ellos y, cómo no, identificar también a sus amistades (y enemistades: recordemos que en toda buena telenovela siempre hay, al menos, un traidor). A nuestra protagonista de hoy, Carola Baleztena, le tocó interpretar a Natalia, una niña pija, de padres con buena capacidad económica, que acababa de llegar al instituto y que no tardó en hacer migas con el favorito, Adrián (Carlos Castel).