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Un soneto de Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1564)

No tiene el gran artista ni un concepto

que el mármol en sí no circunscriba

en su exceso, mas solo a tal arriba

la mano que obedece al intelecto.

El mal que huyo y el bien que prometo,

en ti, señora hermosa, divina, altiva,

igual se esconde; y porque más no viva,

contrario tengo el arte al deseado efecto.

No tiene, pues, Amor ni tu belleza

o dureza o fortuna o gran desvío

la culpa de mi mal, destino o suerte;

si en tu corazón muerte y piedad

llevas al tiempo, el bajo ingenio mío

no sabe, ardiendo, sino sacar de ahí muerte.

Hoy, en cumplimiento del severo afán conmemorativo, hubiera debido publicar un poema sobre el Muro de Berlín. ¡Qué mejor que una poesía para acompañar los fastos de la nostalgia! Pero no lo voy a hacer. Visto lo visto, el periodismo se basta él solo para edificar palacios de la memoria moral de nuestro olvidado siglo XX, más olvidado cuanto más conmemorado…

Retrocedo cinco siglos, hasta el Renacimiento. Supe que Miguel Ángel también había escrito poemas por mi profesora de Historia del Arte. Entonces me pareció un exceso de un genio de por sí excesivo, aunque no lo olvidé; demasiado tenía yo con saber definir correctamente la terribilità. Hace un tiempo, pensando en nuevos autores que traer a este blog, pasé un buen rato leyendo sus sonetos.

Miguel Ángel, como apasionado y especialista en la Divina Comedia, escribió poemas en honor de Dante, donde expresaba su amargura por lo mal que el pueblo conocía las obras del florentino. También compuso versos quejumbrosos por la extenuación que le suponía el encargo de decorar la Capilla Sixtina, y alguno más donde mostraba su desacuerdo con el Papa Julio II por cuestiones profesionales y políticas.

Pero el tema por excelencia de sus sonetos es el amor en su vertiente más petrarquista: versos amargos, sombríos, atormentados y platónicos. Como el publicado hoy, dedicado a la poetisa Victoria Colonna, donde además de la consabida elegía, introduce -en la primera estrofa- una síntesis preciosa de la naturaleza del artista.

NOTA: Sacado de la edición de sus sonetos completos publicada en Cátedra. Traducción de L. A. de Villena.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.