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‘Curtido y destocado’, de J. V. Foix (1893-1987)

Curtido y destocado, a la aventura,

Descalzo recorrí playas desiertas

En fosco día, viendo formas yertas

Exentas de aura, nombre y su pintura.

Salidos de su propia sepultura,

Hombres con las cabezas entreabiertas,

Vagas sombras de sangre recubiertas

Que al cielo endurecían su figura.

La razón, suspirando, preguntaba

Si yo engendraba las imágenes funestas

O la naturaleza las formaba.

Mil veces considero estas propuestas:

Las ficciones que vivo: ¿Hacen esclava

A mi mente o más bien son respuestas?

BRU I DESCOFAT

Bru i descofat, descalç, d’aventura,

en dia fosc, per les platges desertes

errava sol. Imaginava inertes

formes sense aura i nom, i llur pintura.

I veia, drets davant llur sepultura,

homes estranys amb les testes obertes,

un doll de sang en llurs ombres incertes,

i un cel de nit fent dura llur figura.

Entre sospirs, el seny interrogava

si veia just: ¿Les imatges funestes

eren en mi o en la natura brava?

I m’ho pregunt encara en mil requestes:

les ficcions -i jo en visc!-, fan esclava

la ment, o són els seus camins celestes?

«Adoro por igual lo antiguo y lo moderno». Este verso, contenido en uno de los sonetos de Sol i de dol (Solo y dolido), abrevia el sentido de toda la obra de J. V. Foix. Lo antiguo: la literatura provenzal, Petrarca y Ausiàs March, «aquellos maestros en lengua vulgar». Lo moderno: el noucentisme y los movimientos de vanguardia.

J. V. Foix es uno de los poetas más importantes de la literatura catalana del siglo XX. En 1984 recibió el recién creado Premio Nacional de Literatura… española. Una curiosidad, sin más. La poesía de Foix, sobre todo la de Sol i de Dol -libro publicado minoritariamente en la década de los cuarenta, aunque escrito antes de la Guerra Civil- está cargada de simbolismo, de Mediterráneo, de trascendencia y de humor: «Ante el mar, gozo trovando en lo oscuro».

Foix fue un catalanista tradicionalista, heredero de Prat de la Riba. Coqueteó con el fascismo mussoliniano, como ha dejado escrito el editor Jaume Vallcorba, quien también recuerda la devoción del poeta por la estética y los principios del nacionalismo monárquico de Charles Maurras. En los círculos artísticos y burgueses de la Barcelona de la segunda mitad del siglo, Foix sirvió de puente entre las viejas y las nuevas generaciones, y se convirtió en valedor de pintores como Tapiès y de escritores como Brossa. Falleció como poeta nacional.

NOTA: Aquí puedes escuchar el poema recitado por su autor.

NOTA: Traducción del catalán de Manuel Longares

IMAGEN: http://blogs.ccrtvi.com/jordicervera.php?itemid=8629

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)




‘Entre imaginación y humildad’, de Mircea Dinescu (1950)

Subían a la hoguera como si fuera la diligencia del atardecer,

en la primera posta

Dios les esperaba disfrazado de fondista,

todo era gratis: divertimento – la muerte,

los amigos traían montones de enjutos…

Ahora, viajando por el sur de las latas,

con la inquisición en la sangre como un hereje pagado,

curado de la rebeldía por el dulce vaho de la sopa,

todavía tengo esperanza en el empolvado tren provincial

el que decía “personal”, como si fuera mío,

el chamuscado tren que tosía entre las estaciones

por cuyo amor me comería yo mismo los carbones,

entre imaginación y humildad

vacilando, vacilando, vacilando.

Mi amigo Jesús, que vive ahora en Rumanía, seguro que sabe desde hace más meses que yo quién es Mircea Dinescu. Apuesto podría hacerme una descripción inteligente y originalísima de él, como la que me ha hecho sobre viajar cuando nadie lo hace: «Un tren soviético, vacío, el 1 de enero a las 7 de la mañana, atravesando los Cárpatos, dormitando entre el paisaje y el traquetear. Viajar sólo en un tren es como tener otra vida, y más en ese momento, cuando sabes que más de medio mundo duerme».

Dinescu es la clase de poeta que uno llega a conocer leyendo libros de historia (tal fue mi caso). En los ochenta se enfrentó a la dictadura comunista de Ceaucescu lo suficiente para convertirse en objetivo perpetuo de la Securitate hasta la caída del tirano. Tras la revolución pasó a ser -como suele decirse, de forma algo pedante- un miembro carismático de la sociedad civil. En los noventa, el haber alcanzado el status de celebridad como editor influyó para que su empeño en sacar a la luz las complicidades de la era comunista fuera visto como una frivolidad más que como un compromiso serio.

Este escueto perfil no alcanza más allá de 2003. Así que lo dejo abierto por si alguno de vosotros puede aportar datos recientes o por si, en su próximo mail, Jesús me regala su entrevista. En cuanto al poema, lo seleccioné entre varios de Dinescu por su título, porque me descoloca y por este verso: «Curado de la rebeldía por el dulce vaho de la sopa».

NOTA: Enjuto, además de seco o escaso, significa según la RAE: «Bollitos u otros bocados ligeros que excitan la gana de beber». Nunca te acostarás… etc. 🙂

NOTA 2: Traducido del rumano por Darie Novaceanu

(Aclaración: el de la foto es Dominescu)

Nacho S.



‘¿Por qué escribe usted?’, de Óscar Hahn (1939)

Porque el fantasma porque ayer porque hoy

porque mañana porque sí porque no

Porque el principio porque la bestia porque el fin

porque la bomba porque el medio porque el jardín

Porque góngora porque la tierra porque el sol

porque san juan porque la luna porque rimbaud

Porque el claro porque la sangre porque el papel

porque la carne porque la tinta porque la piel

Porque la noche porque me odio porque la luz

porque el infierno porque el cielo porque tú

Porque casi porque nada porque sed

porque el amor porque el grito porque no sé

Porque la muerte porque apenas porque más

porque algún día porque todos porque quizás

Los que esperábamos afuera oliendo a porro y espliego no llegábamos a seis. Una joven y un joven fumadores, dos adultos que aparentaban mucha vida interior y yo. Eran más de las siete y media, la lectura de poemas de Óscar Hahn empezaría con retraso. Diez minutos después estábamos sentados en los mullidos sillones del salón de actos de la Residencia de Estudiantes. De seis habíamos pasado a más de treinta, y del anonimato a Luis Antonio de Villena. Luis Muñoz cubría de elogios al escritor chileno, sentado a su derecha en la mesa de conferenciantes.

Una lectura poética es lo más parecido a un concierto que un poeta puede ofrecer, salvo que sea Joaquín Sabina. La de ayer en Madrid fue la primera a la que he asistido. La memoria libresca, las lecturas políticas inflamadas de la Transición, iban dejando paso a la experiencia: una homilía gozosa para iniciados con bastante tiempo libre. El misal, 31 poemas. El oficiante, un hombre entrado en años, vestido con pulcro desaliño, la dicción perfecta, la voz ronca y por momentos dulce.

De los casi 20 poemas que leyó Oscar Hahn en su despedida como Poeta en la Residencia 2009, un programa anual por el que cada año se invita a un escritor latinoamericano a compartir su obra con los lectores españoles, ¿Por qué escribe usted? fue el último (en este tipo de actos no hay bises). Como los otros 19, fue escuchado en un respetuoso silencio apenas interrumpido por breves cuchicheos y risitas de aprobación. Espero que os guste tanto como a mí.

NOTA: Los nombres propios están en minúscula en el original.

NOTA 2: La fachada de la Residencia de Estudiantes (EFE).

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



‘Ternura de tigre’, de Carlos Barral (1928 – 1989)

La lengua sobre todo, afectuosa,

áspera y cortesana en el saludo.

Las zarpas de abrazar, con qué cuidado,

o de impetrar afecto, o daño, a quien lo doma.

La caricia con uñas, el pecho boca arriba

para mostrar el corazón cautivo.

La piel toda entregada, la voz ronca

retozando en su jaula de colmillos,

y los ojos enormes, de algas, sonriendo

a la muerte inmediata

a que fue sentenciado.

Carlos Barral ha vuelto a aparecer fugazmente en prensa estos días. En concreto, en la fotografía que acompaña un artículo de Juan Goytisolo rememorando las jornadas literarias de Formentor. En ella, Barral conversa con dos de los suyos: Giulio Einaudi y Claude Gallimard, los dos editores más prestigiosos de la segunda mitad del siglo XX europeo.

Es una imagen significativa que ilustra a la perfección las dos ocupaciones por las que Barral sigue siendo recordado, a pesar de haber formado parte de la generación más fecunda e imitada de la poesía española contemporánea: la de editor (entre sus hitos, Marsé y Semprún) y la de memorialista (su autobiografía es, entre otras cualidades, un testimonio irremplazable para acercarse a la historia cultura y social de la España franquista).

Su obra poética es personal (claro, todas lo son, pero en su caso más), escasa y difícil :la poesía de un orfebre. “No escribo poemas sino es por la urgencia de averiguar”, le dijo a Soler Serrano en aquel programa de entrevistas hoy tan añoradas (y que ojalá alguien de TVE, en un ataque de lucidez y respeto por la cultura, repusiera).

En suma, la poesía como resultado especulativo, y no como “un medio de expresión de las realidades”. He aquí la clave del abismo que le separaba de su amigo Gil de Biedma y, como acertadamente escribe Juan Malpartida, de la pobre influencia sobre los poetas posteriores.

PD: La entrevista completa a Barral en A fondo:

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



‘Paria’, de Tristan Corbière (1845 – 1875)

¡Que se las arreglen con las repúblicas,

hombres libres! -Picota al cuello-

¡Que pueblen sus nidos domésticos..!

-Yo soy el frágil cuclillo.

-Yo- corazón eunuco, desprovisto

de todo éxtasis y vibración…

¿Qué me canta su libertad,

a mí? Siempre solo. Siempre libre.

-Mi patria… está en el mundo;

y, puesto que el planeta es redondo,

No temo ver el fin…

Mi patria está donde yo la planto…

Tierra o mar, ella está bajo mi planta

de mis pues –cuando estoy de pie.

-Cuando estoy acostado: mi patria

es el lecho sólo y moribundo

sobre el que quiero forzar en mis brazos

mi otra mitad, como yo sin alma;

y mi otra mitad: es una mujer…

Una mujer que no poseo.

-Mi ideal: es un sueño

hueco; mi horizonte –lo imprevisto-

y la nostalgia me roe…

De un país que yo no he visto.

Mi bandera sobre mí ondea,

tiene al cielo por corona:

es la brisa en mi cabellos…

Y sin importar la lengua;

puedo sufrir una arenga;

y callarme si así quiero.

Mi pensamiento es aliento yermo:

es el aire. Por doquier el aire es mío.

Y mi palabra es el eco vacío

que nada dice –y nada más.

Mi pasado: es lo que olvido.

Lo único que me ata

es mi mano en mi otra mano.

Mi recuerdo –Nada- es mi huella.

Mi presente, es todo lo que pasa.

Mi futuro –mañana… mañana.

No conozco a mi semejante;

yo soy lo que me hago.

-El yo humano es detestable…

-Ni me amo ni me odio.

-¡Venga! La vida es una joven

que por placer me ha cogido…

El mío, es: reducir a harapos,

y prostituirla sin deseo.

-¿Los dioses?… –Por casualidad nací;

tal vez algunos existan –por azar…

Ellos, si desean conocerme,

me hallarán en cualquier parte.

Donde yo muera: mi patria

se abrirá bien, sin suplicarlo,

suficiente para mi mortaja…

¿Y para qué una mortaja…?

Ya que mi patria está en la tierra

mis huesos allí se irán solos…

Tristan Corbière murió de tuberculosis («ríes amarillo y toses: sin duda / escupiendo un viejo amor malsano») y en el más absoluto anonimato antes de cumplir los 30. Diez años después, por obra y gracia de Verlaine, era ya un poeta maldito.

De su vida se sabe bien poco, y quizá no haga falta más que estos tres adjetivos que le dedica el autor de Poemas saturnianos – «bretón, marino y perfecto desdeñoso«- para formarse una idea.

De su obra, provocativa e ingeniosa, desmitificadora y sarcástica, se han editado varias antologías. Sus poemas, de los que el publicado hoy es un buen ejemplo, son una mezcla de caricatura de sí mismo y desdén hacia el mundo exterior. Como dice en una estrofa de Epitafio, otro de sus composiciones más típicamente self-deprecation:

Se mató por ardor o murió por pereza.

Si vivió, fue por olvido; he aquí lo que dejó.

Su única queja fue el no ser su amante.

No nació para ninguna meta,

siempre fue empujado por el viento –en contra-,

y fue las sombras de un ragut,

mezcla adúltera de todo.

NOTA: De la traducción de Clara Janés y J. M. Martín Triana para la editorial Visor.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.