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‘He soñado de nuevo con jinetes’, Julio M. Mesanza (1955)

He soñado de nuevo con jinetes

Pesadamente armados. A lo lejos

Acampan. Vemos la humareda enorme

De sus festines y sus grandes sombras.

Sabemos que vendrán tarde o temprano,

Y ante su carga no valdrán las hachas

Ni las cobardes hoces, ni la astucia.

Sobre nuestras espaldas de vencidos

Golpearán terribles sus espadas.

Quisiera desertar, pero me dicen

Que sé algo de estrategia y que soy joven.

Quisiera estar del lado de los otros.

En prácticamente todos los poemas de Julio Mesanza -autor al que adoro- hay alguna de estas razones, que ahora apresuradamente sintetizo:

1. Desengañados sobrevivientes a los que azuza el desasosiego de haber sobrevivido.

2. El claroscuro de lo sagrado por encima de las contingencias límpidas del azar.

3. Hermosos perdedores de batallas cuyas victorias dejaron de importar demasiado.

4. El esplendor de una derrota aceptada sin la impaciencia de un destino heroico.

Mesanza es uno de mis más azarosos descubrimientos. No llegué al poeta a través de otros poetas ni a sus poemas a través de otros poemas. Fue casual, pero lo recuerdo exacto. Y precioso.

Más de sus endecasílabos:

La lealtad también había muerto,

y la amistad con ella. Nadie habría

que al cumplir un deber crecer sintiera

la sola libertad de quien renuncia.

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)



‘La nieve está en mi corazón’, de Julio Llamazares (1955)

La nieve está en mi corazón como el silencio en las habitaciones de los balnearios: densa y profunda, indestructible.

La nieve está en mi corazón como la hiedra de la muerte en las habitaciones donde nacimos.

Y el tiempo huye de mí con un crujido dulce de zarzales.

Nieva implacablemente sobre los páramos de mi memoria. Es ya noche entre los blancos cercados.

Cuando amanezca, será ya siempre invierno.

«Escribir poesía es escribir oraciones laicas y hubo un momento en que a mí se me olvidó rezar, como también se me olvidó rezar en la iglesia». Con este quiebro de poeta sale al paso Julio Llamazares cuando se le pregunta por qué lleva más de 25 años sin publicar un libro de poemas. El último -rural, elegíaco, bucólicamente amargo- se tituló Memoria de la nieve, y es de principios de los ochenta.

Hablamos mucho de Julio Llamazares en 2005, quizá en 2006. Yo lo recuerdo bastante bien porque aún tengo por casa El cielo de Madrid, que me prestó María y que ya no creo que se lo devuelva nunca. Estos días, consultado aquello que llaman con tanto optimismo la previsión del tiempo para mañana, he cruzado varias veces las palabras nieve y poema, a ver qué salía. Por fin el sábado, mientras trabajaba, anoté mentalmente: «Llamazares, nieve, Madrid».

(13.35 horas). Suena como si estuviera empezando a llover. Aún me queda tomar una (mala) foto, la que ahora veis, y editar este post, el que ahora leéis, antes de que la nieve se derrita y pierda todo el sentido. Voy ya.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.