Encontré al famoso poeta
Junto a la barra de un bar
Bebía y parecía
Muy interesado en la camarera.
Él tenía premios, fama
Y yo sólo
Una pluma cargada
Con odio.
Pero el odio
Ha sido
Lo que ha llevado más lejos al hombre
Que ninguna otra cosa.
El amor es lento
Como un corredor de fondo
Y no puedes fiarte de él
Demasiado.
Pero el odio
Es gas esperando una cerilla
Es la piedra donde afilar
Tu pluma, tus garras, tus balas
Cualquier cosa, que deba estar afilada.
Pero allí, viéndole balbucear,
De modo penoso
Con mis ojos afilados por el fracaso
Supe que mis versos
Valía más
Que toda su panoplia.
Sus poemas estaban gordos y no
Había pasado hambre
Ni se había vuelto locos
Habían perdido su filo
Olían a colonia y a papel timbrado.
Volví a casa y fue el final
De una noche magnífica.
Así que pensé que
En cierto modo
Le estaba agradecido
Porque es más fácil disparar
Cuando tienes un blanco.
Llevo varias semanas publicando poesías de genios que están muertos. Demasiado fácil. Cualquiera con sensibilidad y un mínimo de entrenamiento literario aprecia a Emerson, Mishima, Heine o Garcilaso de la Vega.
Pero creo que un blog como éste tendría verdadero valor si en él pudiera trazarse un modesto itinerario de la poesía actual. Infundir en los lectores curiosos el deleite del descubrimiento sin inducir a la culpa por no comulgar con los mandamientos del canon. Sin notas a pie, sin obtusos críticos ni ‘claves para entender’, sin obligación de mentir: «Me gusta».
Tenía marcada con un doblez la página donde aparece este poema desde hacía meses. Está incluido en Qué nos han hecho, un librito que Ana Pérez Cañamares me regaló cuando asistí en Lavapiés a mi bautizo en una lectura poética. Su autor es un cordobés de 35 años, editor de varias revistas (Nacht & Nebel) y colaborador de otras (La Bella Varsovia).
A mí me gusta, claro, de otro modo no os lo hubiera enseñado.
Nacho S.