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‘Encuentro con el famoso poeta’, de Jesús Fernández (1974)

Encontré al famoso poeta

Junto a la barra de un bar

Bebía y parecía

Muy interesado en la camarera.

Él tenía premios, fama

Y yo sólo

Una pluma cargada

Con odio.

Pero el odio

Ha sido

Lo que ha llevado más lejos al hombre

Que ninguna otra cosa.

El amor es lento

Como un corredor de fondo

Y no puedes fiarte de él

Demasiado.

Pero el odio

Es gas esperando una cerilla

Es la piedra donde afilar

Tu pluma, tus garras, tus balas

Cualquier cosa, que deba estar afilada.

Pero allí, viéndole balbucear,

De modo penoso

Con mis ojos afilados por el fracaso

Supe que mis versos

Valía más

Que toda su panoplia.

Sus poemas estaban gordos y no

Había pasado hambre

Ni se había vuelto locos

Habían perdido su filo

Olían a colonia y a papel timbrado.

Volví a casa y fue el final

De una noche magnífica.

Así que pensé que

En cierto modo

Le estaba agradecido

Porque es más fácil disparar

Cuando tienes un blanco.

Llevo varias semanas publicando poesías de genios que están muertos. Demasiado fácil. Cualquiera con sensibilidad y un mínimo de entrenamiento literario aprecia a Emerson, Mishima, Heine o Garcilaso de la Vega.

Pero creo que un blog como éste tendría verdadero valor si en él pudiera trazarse un modesto itinerario de la poesía actual. Infundir en los lectores curiosos el deleite del descubrimiento sin inducir a la culpa por no comulgar con los mandamientos del canon. Sin notas a pie, sin obtusos críticos ni ‘claves para entender’, sin obligación de mentir: «Me gusta».

Tenía marcada con un doblez la página donde aparece este poema desde hacía meses. Está incluido en Qué nos han hecho, un librito que Ana Pérez Cañamares me regaló cuando asistí en Lavapiés a mi bautizo en una lectura poética. Su autor es un cordobés de 35 años, editor de varias revistas (Nacht & Nebel) y colaborador de otras (La Bella Varsovia).

A mí me gusta, claro, de otro modo no os lo hubiera enseñado.

Nacho S.



‘Espacio para un sueño’, de Diego Jesús Jiménez (1942 – 2009)

Escondido repite,

por cipreses y yedras, un pájaro su canto.

Celebra la mirada

una batalla con el tiempo esta tarde de otoño

incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia

-una nube de polvo en el paisaje,

las piedras estañadas por los tonos azules

que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.

En la antigua arquería, los fragmentos

de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo

en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada

que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo

que, como los ríos, huye

-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.

Si debemos morir, ¿por qué la vida,

sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?

Aletargados por el sol, decoran el silencio

cuantos signos contemplas.

Tan sólo purifica

la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero

que la enramada oculta. Así habitas su edad

llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.

Los malvarreales, centinelas de acequias

y de ruinas, la claridad de humo

de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.

No sabes ya si vives,

o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares

lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito océano

la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde

su corazón ahora, que no sea la muerte

que continúa latiendo.

El domingo falleció Diego Jesús Jiménez, “premiadísimo poeta”, como destacan las necrológicas. No había leído nada de su obra, y estoy aprovechando la incómoda noticia de la muerte de alguien a quien no conocías (y quizá debieras haber conocido) para curiosear alguno de sus libros.

Hoy, los apresurados resúmenes sobre el poeta y su poesía, dan cuenta de “una voz propia y singular”, “un verso lleno de quiebros y brillos” y “un verdadero demócrata y un extraordinario escritor”.

El poema seleccionado pertenece a su libro Itinerario para náufragos, publicado en los noventa y por el que obtuvo varios de los galardones más importantes de poesía, entre ellos el Gil de Biedma, el Nacional de Poesía y el Nacional de Crítica. Yo, como soy de digestión lenta, aún no tengo una opinión -ni formada ni deformada- sobre el poema, aunque espero que a vosotros os guste.

NOTA: Quien quiera, en esta página de la Universidad de Chile podrá leer artículos académicos sobre él y también una selección de poemas de sus principales libros.

Seleccionado por Nacho Segurado, comentado por EFE.