Entradas etiquetadas como ‘exilio’

‘Asimetría’, de Bei Dao (1949)

El capullo de la intriga histórica florece

Los dedos ocupados por el discurso se hieren

Los rayos del sol acumulados son propios de la edad

Te abandonas al pasado entre pompas de jabón

Enterrando los instrumentos de la cólera

Un extraño que viene del pasado

Te reprocha desde el espejo

Sin embargo los que he visto son

Los oscuros cuervos-guardianes

De ciudad que mueren uno a uno

Los profesores que me enseñan

A respirar y a sentir

Tosen sangre en la sombra de mi escritura

Aquel traje que come hacia la fiesta

Junto al eclipse solar y al matrimonio perfecto

Asciende sin canciones.

El hermetismo de esta poesía se comprende en parte cuando uno sabe que su autor, el poeta chino exiliado Bei Dao, pertenece a la generación de intelectuales sobrevivientes de la revolución cultural maoísta; una generación que se sublevó contra los dogmas del arte socialista profundizando en lo opuesto: la ambigüedad, la introspección y el lirismo.

Bei Dao ha vivido en Europa y EE UU después de abandonar su país tras la masacre de Tian’anmen. Tenía 40 años. Al menos diez los había pasado trabajando como obrero de la construcción según los disparatados conceptos de re-educación del Gran Timonel. Dos décadas de exilio, esperando que aumentara la ira. Este verso: «Me siento en mi destino / como un pequeño burócrata / alumbrando la patria abandonada».

NOTA: Traducido del chino por Luisa Chang para la antología Paisaje sobre cero.

IMAGEN: http://prelectur.stanford.edu/lecturers/dao/gallery.html

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)



‘No es que la etapa fuera estéril’, de Saint-John Perse (1887 – 1975)

No es que la etapa fuera estéril: durante la marcha de los animales sin acoplamiento (nuestros caballos puros, ante los ojos de los mayores), muchas cosas fueron realizadas en las tinieblas del espíritu –muchas cosas agradables en las fronteras del espíritu- grandes historias seléucidas en el silbido de las hondas, y la tierra entregada a la lucha…

Algo más: esas sombras –prevaricación del cielo en detrimento de la tierra…

¿Jinetes entre tales familias de hombres, donde el odio cantaba a veces como un abejaruco, levantaremos el látigo sobre las castradas palabras de la dicha? Hombre, calcula tu peso en trigo. Un país como éste, no es el mío. El mundo, además de este ondular de hierbas, ¿qué me ha dado?…

ORIGINAL FRANCÉS

Non que l’étape fut sterile: au pas de betes sans

alliances (nos chevaux purs aux yeux d’anés),

beaucoup de choses entreprises sur les ténèbres

de l’esprit- grandes histoires séleucides au

sifflement des frondes et la terre livrée aux

explications…

Autre chose : ces ombres -les prévarications du ciel

contre la terre…

Cavaliers au travers de telles familles humaines, où

les haines parfois chantaient comme des

mésanges, lèverons-nous le fouet sur les mots

hongres du bonheur? Homme, pèse ton poids

calculé en froment. Un pays-ci n’est point le

mien. Que m’a donné le monde que ce

mouvement d’herbes?…

El otro día, mientras trabajaba, escuché -en el microespacio Archivo Sonoro de Radio 5- la primera declaración pública del historiador y político Claudio Sánchez Albornoz el día de su regreso a España, 23 de abril de 1976, tras un exilio de casi medio siglo.

Con una preciosa dicción de antiguo parlamentario inexperto frente los focos y los micrófonos, Sánchez Albornoz (Sánchez Toalla, como le llamaba cariñosamente Vázquez Montalbán) hablaba de sí mismo, el tiempo y su país: «España ha sido para mí todo en la vida. No he salido de España porque he estado toda la vida trabajando en su historia; mi negocio era España, a eso he estado dedicado los 40 años que he estado en el exilio».

El exilio de un historiador cuyo tema obsesivo de estudio es precisamente aquel del que se ha visto obligado a huir. El exilio como tema. Hay tantos ejemplos en el siglo pasado, que no me ha costado decidirme poéticamente por uno.

He elegido Saint-John Perse, forzado a abandonar la Francia ocupada por los nazis. En 1944 le dedicó al exilio un libro entero. Un exilio donde lo individual, su propia biografía, está ausente. El poeta encara su destierro recurriendo a la epopeya universal, implorando al destino humano.

Perse y Albornoz, dos modos diferentes de enfrentarse al mismo drama.

NOTA: Traducido del francés por Agustín Larrauri.

NOTA 2: Podéis escuchar a Sánchez Albornoz aquí.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado (en Twitter: http://twitter.com/nemosegu.)




‘Elegía para N. N.’. de Czeslaw Milosz (1911 – 2004)

Si es demasiado lejos para ti, dilo.

Habrías podido correr sobre las pequeñas olas del Báltico,

atravesar el campo de Dinamarca, la floresta de hayas,

virar hacia el océano, y ya está, cerca,

el Labrador, blanco en esta estación del año.

Tú, que soñabas una isla solitaria,

si temes las ciudades, el parpadeo de los fuegos sobre las autopistas,

habrías podido tomar el camino de los bosques sordos,

sobre torrentes revueltos y azules, y rastros del ciervo y del reno,

hasta las Sierras, hasta las minas de oro abandonadas.

El Río Sacramento te habría llevado entonces,

por entre las colinas recubiertas de encinas espinosas.

Todavía un bosque de eucaliptos, y estarás en mi casa.

Es cierto, cuando la manzanita florece,

y la bahía es azul en las mañanas de primavera,

yo pienso a mi pesar en la casa entre lagos

y en las redes recogidas bajo el cielo Lituano.

La cabaña donde te despojabas de tu traje antes del baño

se cambió para siempre en un cristal abstracto.

Y en él está la oscura miel de la tarde, junto al balcón,

y las pequeñas lechuzas, graciosas, y el olor de los arneses.

Cómo podíamos vivir entonces, yo no puedo decirlo.

Las costumbres, los trajes, vibran imprecisos,

inconsistentes, tensos hacia el final.

Es tal vez que pensábamos en las cosas tal como son?

El saber de los años fogosos ha enrojecido los caballos ante la forja,

y las pequeñas columnas en el mercado de la aldea,

y los peldaños de madera y la peluca de Mamá Fliegeltaub.

Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:

cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,

la gente, las comarcas.

Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,

pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.

Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe

esa pálida ceniza de Sachsenhausen

con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.

Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,

a la ciudad donde la sangre del propietario alemán

fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.

Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.

No se puede entrar dos veces en el mismo lago,

sobre hojas descompuestas de abedul,

y quebrando una estrecha estría de sol.

Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas,

tus secretos y los míos, no eran grandes secretos.

Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,

cuando te ponen una cruz entre los dedos,

y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.

No, no es porque estés tan lejos

que no has venido el otro día, la otra noche.

De año en año madura en nosotros y nos invadirá,

yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.

Este poema, una oda a lo perdido y sus contradicciones, está fechado en Berkeley, California, en 1963. Para entonces, hacía ya una década que su autor, Czesław Miłosz, había abandonado Polonia, donde, como hijo de su siglo vivió la opresión nazi y la guinda soviética. Tras abandonar Varsovia había hecho parada y fonda, como tantos, en París. Estados Unidos fue, ya en la década de los sesenta, su segundo -y definitivo- exilio.

La importancia de Miłosz como poeta -pese a haber publicado sus primeros libros en la década de los treinta- es posterior y está quizá supeditada a su labor ensayística, gracias a la cual se convirtió en un referente intelectual moralmente intachable de la Europa del Este. Miłosz fue, como recuerda el historiador británico Tony Judt, uno de los primeros en describir el “tono reiterado de agravio y desconcierto” que sentían los países caídos en la órbita soviética respecto de la mitad occidental del continente; lo que el escritor polaco llamaría en su influyente y temprana obra El pensamiento cautivoel desengaño amoroso”.

Como escribió el también poeta Seamus Heany en 2002, apenas dos años antes de la muerte de Miłosz, “la historia de su vida y la historia de su tiempo han caminado paralelas”. Su obra, que en la década de los ochenta recibiría el premio Nobel, está férreamente asentada en la conciencia del horror, la noción de salvación y, al mismo tiempo, en el entusiasmo por la defensa de valores, mínimo común denominador ético, extensibles a toda la humanidad.

NOTA: Traducción a cargo de William Ospina.

NOTA DOS: La cita de Tony Judt está sacada de su monumental -y no sólo por sus 1.200 páginas- Postguerra.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



«Es una antorcha al aire esta palmera», de Miguel de Unamuno


Es una antorcha al aire esta palmera,

verde llama que busca al sol desnudo

para beberle sangre; en cada nudo

de su tronco cuajó una primavera.

Sin bretes ni eslabones, altanera

y erguida, pisa el yermo seco y rudo;

para la miel del cielo es un embudo

la copa de sus venas, sin madera.

No se retuerce ni se quiebra al suelo;

no hay sombra en su follaje; es luz cuajada

que en ofrenda de amor se alarga al cielo;

La sangre de un volcán que enamorada

del padre sol se revistió de anhelo

y se ofrece, columna, a su morada.

Hoy me quiero saltar la norma no escrita

Vuelve hacia atrás la vista, caminante,

verás lo que te queda de camino;

desde el oriente de tu cuna el sino

ilumina tu marcha hacia adelante.

Es del pasado el porvenir semblante;

como se irá la vida así se vino;

cabe volver las riendas del destino

como se vuelve del revés un guante.

Lleva tu espalda reflejado el frente;

sube la niebla por el río arriba

y se resuelve encima de la fuente;

la lanzadera en su vaivén se aviva;

desnacerás un día de repente;

nunca sabrás dónde el misterio estriba.

Seleccionado y comentado por César-Javier Palacios.