De todos cuantos anhelan tu presencia como la mañana,
De todos cuantos padecen tu ausencia como una noche,
Como el destierro inapelable del sol sagrado
Allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante
Te bendicen por la esperanza, por la vida, ah, y sobre todo,
Por haberles devuelto la fe extraviada, enterrada,
En la verdad, en la virtud, en la raza del hombre…
De todos aquellos que, cuando agonizaban en el lecho impío
De la desesperanza, se han incorporado de pronto
Al oírte susurrar con dulzura: «¡Que haya luz!»,
Al oírte susurrar esas palabras acentuadas
Por el sereno brillo de tus ojos…
De todos tus numerosos deudores, cuya gratitud
Raya la veneración, recuerda, oh, no olvides nunca
A tu devoto más ferviente, al más incondicional,
Y piensa que estas líneas vacilantes las habrá escrito él,
Ese que ahora, al escribirlas, se emociona pensando
Que su espíritu comulga con el espíritu de un ángel.
To M. L. S.
Of all who hail thy presence as the morning-
Of all to whom thine absence is the night-
The blotting utterly from out high heaven
The sacred sun–of all who, weeping, bless thee
Hourly for hope–for life–ah! above all,
For the resurrection of deep-buried faith
In Truth–in Virtue–in Humanity-
Of all who, on Despair’s unhallowed bed
Lying down to die, have suddenly arisen
At thy soft-murmured words, «Let there be light!»
At the soft-murmured words that were fulfilled
In the seraphic glancing of thine eyes-
Of all who owe thee most–whose gratitude
Nearest resembles worship–oh, remember
The truest–the most fervently devoted,
And think that these weak lines are written by him-
By him who, as he pens them, thrills to think
His spirit is communing with an angel’s.
«Todo el mundo ha leído -aunque sea mal retraducidos de traducciones, mal escogidos y mal comprendidos- los cuentos de Poe. Pero casi nadie -por lo menos en Italia- conoce su vida». Así comienza Giovanni Papini el retrato del atormentado pero genial escritor estadounidense, de quien en este 2009 se ha celebrado el segundo centenario de su nacimiento.
A esta opinión, casi tan cierta entonces, principios del siglo XX, como ahora, se le puede añadir la escasa difusión -en comparación con los relatos- de su legado poético, a excepción quizá de su citadísimo El cuervo. A M. L. S. es uno de sus inflamados poemas de amor no correspondido (o correspondido, qué más da), como A… o A Elena.
NOTA: Traducción a cargo de Andrés Ehrenhaus y Edgardo Dobry.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.