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‘Testamento’, de Eliseo Diego (1920 – 1994)

Habiendo llegado al tiempo en que

la penumbra ya no me consuela más

y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

y como las heces del café

abren de pronto ahora para mí

sus redondas bocas amargas;

habiendo llegado a este tiempo;

y perdida ya toda esperanza de

algún merecido ascenso, de

ver el manar sereno de la sombra;

y no poseyendo más que este tiempo;

no poseyendo más, en fin,

que mi memoria de las noches y

su vibrante delicadeza enorme;

no poseyendo más

entre cielo y tierra que

mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.

Es este:

les dejo

el tiempo, todo el tiempo.

Para poner el punto y aparte al sucinto recorrido por la poesía cubana del siglo XX, tras Heberto Padilla y Reinaldo Arenas, no se me ocurre nada mejor que traer un poema de Eliseo Diego.

La poesía de Diego (de su política no hablaré, puesto que él parece que tampoco lo hizo mucho) es un afán por catalogar el mundo, tanto exterior (Voy a nombrar las cosas) como interior (Mi rostro).

En sus versos aparecen con bastante frecuencia referencias al sacrificio siempre salvífico de la escritura (Sobre una minúscula palabra), una característica cuanto menos curiosa en un escritor caribeño, la eternidad y el tiempo (como en Testamento).

De un poeta que vivió de y para la poesía nada mejor que una estrofa en la que aclara su visión poética de la realidad, muy hölderliniana, por cierto:

Un poema no es más

Que una conversación en la penumbra

Del horno viejo, cuando ya

Todos se han ido, y cruje

Afuera el hondo bosque.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



‘Espacio para un sueño’, de Diego Jesús Jiménez (1942 – 2009)

Escondido repite,

por cipreses y yedras, un pájaro su canto.

Celebra la mirada

una batalla con el tiempo esta tarde de otoño

incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia

-una nube de polvo en el paisaje,

las piedras estañadas por los tonos azules

que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.

En la antigua arquería, los fragmentos

de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo

en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada

que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo

que, como los ríos, huye

-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.

Si debemos morir, ¿por qué la vida,

sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?

Aletargados por el sol, decoran el silencio

cuantos signos contemplas.

Tan sólo purifica

la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero

que la enramada oculta. Así habitas su edad

llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.

Los malvarreales, centinelas de acequias

y de ruinas, la claridad de humo

de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.

No sabes ya si vives,

o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares

lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito océano

la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde

su corazón ahora, que no sea la muerte

que continúa latiendo.

El domingo falleció Diego Jesús Jiménez, “premiadísimo poeta”, como destacan las necrológicas. No había leído nada de su obra, y estoy aprovechando la incómoda noticia de la muerte de alguien a quien no conocías (y quizá debieras haber conocido) para curiosear alguno de sus libros.

Hoy, los apresurados resúmenes sobre el poeta y su poesía, dan cuenta de “una voz propia y singular”, “un verso lleno de quiebros y brillos” y “un verdadero demócrata y un extraordinario escritor”.

El poema seleccionado pertenece a su libro Itinerario para náufragos, publicado en los noventa y por el que obtuvo varios de los galardones más importantes de poesía, entre ellos el Gil de Biedma, el Nacional de Poesía y el Nacional de Crítica. Yo, como soy de digestión lenta, aún no tengo una opinión -ni formada ni deformada- sobre el poema, aunque espero que a vosotros os guste.

NOTA: Quien quiera, en esta página de la Universidad de Chile podrá leer artículos académicos sobre él y también una selección de poemas de sus principales libros.

Seleccionado por Nacho Segurado, comentado por EFE.