Archivo de la categoría ‘Vladimir Maiakovski’

‘¡A todos!’, de Vladimir Maiakovski (1893 – 1930)

¡A todos!

No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor,

nada de chismes. Lili ámame.

Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya.

Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias.

Por favor den los poemas inconclusos a los Brik,

ellos los entenderán.

Como quien dice

la historia ha terminado.

El barco del amor

se ha estrellado

contra la vida cotidiana

Y estamos a mano

tú y yo

Entonces ¿para qué

reprocharnos mutuamente

por dolores y daños y golpes recibidos?

Desde Réquiem de Ana Ajmatova nos se había vuelto a publicar otro poema de ningún autor ruso. Los versos de hoy fueron escritos por el poeta por excelencia de la Revolución soviética, Vladimir Maiakovski, antes de suicidarse en Moscú en 1930, tras -‘después de’ no implica necesariamente ‘a causa de’- un artículo de Pravda que le acusaba infundadamente de falso compromiso izquierdista.

Su amante y musa Lili Brik -expresamente mencionada en el poema- recordaba muchos años después al poeta: «No se abría fácilmente, pero se mostraba calmoso y tierno. No era feliz. Sólo en los primeros años de la Revolución vivió con furor y alegría, pero, incapaz de aceptar la decadencia, no sabía resignarse a la idea de que la juventud dura un instante, y que el futuro resulta a menudo mediocre«.

Maiakovski, como otros escritores de mucho menor talento que el suyo, puso su arte al servicio de los bolcheviques, pero manteniendo una voz propia (hasta cuando firmaba anónimamente) que le llevó a decir a Trotsky: «Maiakovski habla a cada paso de sí mismo, unas veces en primera y otras en tercera persona». Su obra teatral La Chinche, una sátira de la burocracia de cuño burgués surgida de Octubre fue, al decir de Martin Amis, «discretamente marginada» por sediciosa.

Seis años después de su fallecimiento, la acusación de que su poesía era una afrenta al proletariado por su tono elevado y su dificultad había remitido lo suficiente para que Stalin lo premiara con la distinción de mejor poeta de la era soviética. Rehabilitación oficial y propagandísitca que llevó al gran Boris Pasternak a decir que, tras su suicidio «su obra empezó a introducirse a la fuerza», lo que consitituyó su «segunda muerte».

NOTA: Traducción del ruso a cargo de José Fernández Sánchez para Visor.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.