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‘Oh ligarquía’ de Roque Dalton (1935 – 1975)

Oh
ligarquía
ma
drasta
con marido asesino
vestida de piqué
como una buitra
acechaste en las ramas
del enredo de la Historia
ridícula como todo lo malo
hay que acabar contigo gorda
asna con garras
tigra de palo
cruel y más cruel y todavía odiando
te hacés cargo de la delicia del pollo
no de la horrible
retorcida de buche del traspatio
cenás con el abogado
pero solo dormís tranquila por el pobre cuilio
maje
chucha insepulta y emperifollada
Gran Arquitecta de las cárceles
y de la mayoría de enfermos que se quedan afuera del
Hospital
vieja matona de alma intestinal
una tacita de oro y de café y una pistola
un crucifijo de conchanácar y un garrote
oligarquía
bacinilla de plata del obispo y jefa del obispo
puñal de oro y veneno del Presidente
y mantenedora del Presidente
caja de gastos chichos de Mister Rockefeller
coyota del señor Embajador
rufiana de la patria
oligarquía hoy más que todo
náufraga que quiere hundir al barco
depósito recargado de mierda del avión
imperial
y amenaza tormenta.

Estos versos, premonitorios como siempre que se habla de un asesinado: «Y me llamarán el escrutador. El más apto para ser odiado». Su familia aún busca sus huesos. Pero Ian Gibson sólo hay uno. Cumpliría 75 este año si su «indisciplinada militancia comunista» hubiera sido un poco menos indisciplinada y un poco más militante; es decir, si hubiera sido un perfecto compañero de viaje, sin fisuras ni personalidad ni genio.

Pero pasó que a alguien se le atragantó su heterodoxia y sin querer queriendo dijo «CIA». Y ya. Bueno, A Roque Dalton le asesinaron los suyos (guerrilleros), en su país (El Salvador) y por eso el mito tiene aristas más cortantes. Como su poesía, que a este lado del Atlántico resuena con más fuerza que su muerte.

«Escribís en las tripas de la noche», le escribió Juan Gelman, desconozco si póstumamente. Y es verdad que hay rabia y asco en sus poemas. Pero con vísceras no se hace buena poesía. En su caso su desdén furibundo –al cabo, tan poco farabundo– tiene algo de fina self-deprecation, de la clarividencia del impertinente y de la magia del derrotado.

Yo sería un gran muerto.
Mis vicios entonces lucirían como joyas antiguas.

Nacho S. (@nemosegu)