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‘Los ojos llenos de alegría’, de Ralph Waldo Emerson (1803 – 1882)

Los ojos llenos de alegría de ese muchacho caprichoso y salvaje

Dibujan su órbita como meteoros, bordeando la oscuridad

Con su rayo secreto. Saltan sobre la línea del horizonte

En pos del privilegio de Apolo: miran a través del hombre

Y de la mujer, del mar y de las estrellas: miran la danza

De la naturaleza y miran más allá, a través de las lenguas

Y de las razas y de los confines del tiempo. Esos ojos

Miran el orden musical y la armonía de los poetas

Que en el Olimpo cantaron a las divinas ideas.

Esos ojos nos hallarán siempre jóvenes;

Siempre nos mantendrán así.

ORIGINAL EN INGLÉS

A moody child and wildly wise

Pursued the game with joyful eyes,

Which chose, like meteors, their way,

And rived the dark with private ray:

They overleapt the horizon’s edge,

Searched with Apollo’s privilege;

Through man, and woman, and sea, and star,

Saw the dance of nature forward far;

Through worlds, and races, and terms, and times,

Saw musical order, and pairing rhymes.

Olympian bards who sung,

Divine ideas below,

Which always find us young,

And always keep us so.

Otra deuda poética, esta vez -u otra vez- con Shepora (¡para estar al día ya sólo me queda traer a Garcilaso!). Vaya por delante que nunca he sido un lector ávido ni demasiado constante de Emerson (lo advierto, excusatio non petita, por todas las superficialidades que desde ahora pudiera contener este post).

El mensaje cifrado de El poeta, el librito donde Ralph Waldo registra su ansia inefable de Belleza, evoca lo que para muchos todavía hoy sigue consistiendo la poesía: una profesión ascética, incorrupta, alejada del comercio con lo cotidiano, pero al mismo tiempo el único vínculo fiable entre la Naturaleza y la Verdad (siempre en mayúsculas).

El ‘Poeta’ para Emerson es poco menos que un sumo sacerdote de lo Sublime, perfección que en ningún caso uno alcanzará con atajos -drogas, alcohol- sino a través de la pureza del alma. ¿Ingenuidad? ¿Deslizamiento naïve por la ladera de lo recóndito y lo virgen? Bueno, un poquito de todo eso hay, claro.

Los jóvenes del siglo XX que se miraron en su espejo (y en el de Thoreau) se vieron primero encantados y luego confundidos. El mundo no conservaba ya ese territorio primigenio hacia el que dirigirse con mirada limpia. Territorio que en la Norteamérica del siglo XIX, la de Emerson, recibía -también en lo espiritual- el nombre evocador de La Frontera.

NOTA: He seleccionado precisamente el poema de Emerson que encabeza su librito teórico más conocido porque dice casi todo sobre el valor que otorga a la poesía: voluntad redentora más allá de lo que el resto de los mortales ven, y reveladora del secreto.

NOTA 2: Traducido por Jorge Rodríguez Padrón

Nacho S.