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‘La electricidad’, de Joan Benejam i Vives (1846 – 1922)

Muchas veces has oído

hablar de la electricidad.

¿Qué sabes tú de ese fluido

maravilloso, en verdad?

Es una fuerza esparcida

que vaga por el mundo incierta;

mansa, muy mansa dormida,

y aterradora despierta.

Es material muy sutil,

que se junta y enrarece,

produciendo efectos mil

cuando en un punto aparece.

Tal es la electricidad,

que por todas partes cunde,

la que con velocidad

más que la luz se difunde.

Contrarias fuerzas motiva,

según cómo se presenta;

positiva o negativa,

Ya apacible, ya violenta.

las fuerzas de un mismo nombre

a su encuentro se rechazan;

las contrarias, no te asombre,

estrechamente se abrazan.

Y de este abrazo resulta

misteriosa conmoción,

fuerza terrible , que oculta,

se desarrolla a su acción.

Mas este potente fluido

hoy lo maneja cualquiera,

pues el hombre ha conseguido

domesticar esta fiera.

Hoy se aplica…. A cualquier cosa,

madre, la electricidad;

los focos de luz copiosa

que iluminan la ciudad.

Trasmisión del pensamiento

y de la palabra humana…

¡Quién sabe el feliz portento

que le ha de caber mañana!

Se aplica a la locomoción,

y a tantas cosas se aplica,

que su provechosa acción

el progreso vivifica.

mas en fiera libertad

en la atmósfera, es de ver

aquel terrible poder

que tiene la electricidad.

Mi amigo Jesús, duro arqueólogo postprocesual él, nos suele repetir con gracia y con frecuencia aquello de «¡pero qué neokantianos que sois!». No voy a negar, no, que por mis venas corren cada vez más gotas de sangre positivista. Y por lo que compruebo día a día, la enfermedad está infectándome hasta los gustos más terriblemente subjetivos, como la poesía.

Hubo un tiempo, que tuvo su inspiración en la racionalidad de la Ilustración y que fue poco a poco declinando con los primeros brotes de paranoia anticientífica, en que los poetas escribían con mucho gusto odas a la penicilina, sonetos didácticos al ferrocarril, extensos poemas épicos de espíritu y letra lucrecianos y hasta ecuaciones de segundo grado que rimaban en consonante. Todas, magníficas expresiones de optimismo en la capacidad casi ilimitada del ser humano y al mismo tiempo de crítica a los misticismos varios que acechaban el feliz avance del progreso.

No negaré que mucho de ese optimismo acrítico del positivismo decimonónico era ingenuo y un pelín exagerado. Pero estos días, leyendo una divertidísima antología de poesía científica española del siglo XIX (publicada por Nivola en 2008), me he convencido de que haríamos muy bien en recuperar aquel honesto y recto espíritu de época. ¡Me haría tanta ilusión una oda a la doble hélice o un romance del hipertexto!

NOTA: Como complemento a La electricidad, aquí va un poema humorístico-científico, escrito alrededor de la segunda mitad del XIX por Joaquín María Bartrina, y titulado Madrigal futuro:

Juan, cabeza sin fósforo, con Juana

paseaba una mañana

(24 Reamur, Viento NE.,

cielo con cirrus) por un campo agreste.

Iban los dos mamíferos hablando,

cuando Juan se inclinó, con el deseo

de ofrecer a su amada, suspirando,

un ‘Dyanthus Cariophyllus’ de Linneo.

La hembra aceptó, y a su emoción nerviosa

en su cardias la diástole y la sístole

se hizo más presurosa,

los vasos capilares de las facies

también se dilataron

y al punto las membranas de su cutis

sonrosado color transparentaron.

NOTA 2: La percha de este post le debe bastante a la semana de la ciencia 2009, que empezó el lunes y durará hasta el día 22 de noviembre.

Seleccionados y comentados por Nacho Segurado.