Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido
de mi vida, pactando con terribles mujeres
que alimentan su miedo y los cubren de hijos
para tenerlos cerca, controlados e inermes.
Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron
al país de la muerte, sin viaje de vuelta,
sólo porque buscaron el placer en los cuerpos
y el olvido en las drogas que alivian la tristeza.
Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo
del mar de la memoria, me ofrecieron un día
la extraña sensación de no sentirme solo
y la complicidad de una franca sonrisa…
SOBRE UNA CARTA DE JOHN KEATS
Un dios por quien jurar. El buen tiempo (supongo).
La salud. Muchos libros. Un paisaje de Friedrich.
La mente en paz. Tu cuerpo desnudo en la terraza.
Un macizo de lilas donde rezar a Flora.
Dos o tres enemigos y dos o tres amigos.
Todo eso junto es la felicidad.
Escribir sobre un autor predilecto puede llegar a convertirse, a poco que no se tenga cuidado, en un ridículo o una injusticia. Depende de cómo se seleccionen los adjetivos. Luis Alberto de Cuenca es el poeta español, consagrado y vivo, que con más frecuencia y agrado he releído. ¿Azar biográfico? ¿Afinidad intelectual? ¿Oportunismo sentimental? No hay nada más estéril y aburrido, para otros y para uno mismo, que tratar de argumentar la devoción poética.
Al contrario de lo que suele asegurarse, en cuestión de gustos hay mucho escrito, quizá demasiado. Dicho esto, me justifico indirectamente seleccionando dos de sus poemas, uno de Por fuertes y fronteras y otro de El hacha y la rosa, ambos extraídos de la edición de 2007 de Los mundos y los días, su poesía reunida.
PD: Loquillo le puso música a Cuando pienso en los viejos amigos.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.