Toko-Waly tío mío, ¿te acuerdas de las noches de antaño
¿Cuando pesaba mi cabeza en tu paciente espalda?
¿O dándome la mano, tu mano me guiaba por tinieblas y signos?
Los campos son flores de gusanos relucientes; las estrellas se posan
En la hierba en los árboles.
El silencio alrededor
Sólo el runruneo del perfume de los matorrales, colmenas
De abeja que dominan la endeble vibración de los grillos.
El tam-tam velado, de la respiración a lo lejos de la noche.
Tú Toko-waly, tú escuchas lo inaudible
Y me explicas los signos de los antepasados en la serenidad marina
De las constelaciones
El Toro, el Escorpión, el Leopardo, el Elefante, los peces familiares
Y la pompa láctea de los Espíritus por el cerco celeste
Que nunca termina
Pero he ahí la inteligencia de la diosa Luna y
Los velos de las tinieblas caen.
Noche de África, mi noche negra, mística y clara, negra y brillante
Tú reposas con la tierra misma, tú eres la tierra y las colinas armoniosas.
¡Oh, belleza clásica que no es ángulo, sino línea elástica elegante esbelta!
¡Oh, rostro clásico desde la frente combada hasta el bosque de aromas
Y los grandes ojos oblicuos hasta la bahía graciosa del mentón
Y el impulso fogoso de las colinas gemelas!
¡Oh, curvas de dulzura, rostro melodioso!
¡Oh, mi Leona, mi Belleza negra, mi Noche negra, mi Negra, mi Desnuda!
¡Ah!, cuantas veces has hecho latir mi corazón como el
Leopardo indómito en su estrecha jaula
Noche que me libera de las razones, de los salones, de los sofismas,
De las piruetas, de los pretextos, de los odios calculados,
De las matanzas humanizada,
Noche que funde todas mis contradicciones, todas las contradicciones
En la unidad de la primera negritud.
Tras Aimé Césaire, el senegalés Leopold Sedar Senghor es el poeta de la negritud más recordado. Fundó junto con Césaire la influyente y efímera revista El estudiante negro en París y fue el editor de la Antología de la nueva poesía negra y malgache, prologada por el semidiós Sartre.
Senghor era un africano afrancesado, estudiante de élite de la Sorbona, culto, esteta y refinado. Pero Senghor también era un luchador por la causa del continente negro. Llegó a ser el primer presidente de Senegal pero sobre todo fue un escritor mestizo (clásico en la forma, revolucionario en el fondo), comprometido con la emancipación radical de la humanidad sometida al juicio racista.
La negritud, como la define Publio Mondéjar en un exquisito y raro librito publicado en los años setenta, se puede definir como la «crítica del racionalismo europeo, la necesidad de encontrar una personalidad original y el rechazo del capitalismo colonial».
Más de medio siglo después de aquellos pioneros, es fácil juzgar sus deficiencias, sobre todo en lo que atañe a la calidad de los poemas (fueron los mismos herederos de la negritud los que acusaron al movimiento de estereotipado), pero cada vez estoy más convencido de que las críticas severas de los orígenes explican menos del pasado que del presente.
Nacho S. (@nemosegu)