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‘Ícaro’, de Lauro de Bosis (1901 – 1931)

Hombres, escuchad su inspirada canción;
en cualquier lugar del mundo donde un corazón humano arda
de impaciencia y amor, armado contra el Destino,
por siempre oculto, Ícaro lo guarda.

CATULO (LXIII)

(…) Un lánguido torpor va sellando sus ojos
y en el blando reposo cede el furor del alma.
Mas apenas el áureo sol con ardientes rayos
alumbró el cielo, el duro suelo y el mar salvaje
y sus raudos corceles disiparon las sombras,
recobró los sentidos, se le fue yendo el sueño,
y le acogió en su seno la diosa Pasitea.
Al despertar del todo, y apagado el impulso,
cuanto Atis fue cobrando memoria de sus actos
y vio lo que perdiera, y dónde se encontraba,
con alma arrebatada regresó hasta la playa
en lágrimas deshecho, y desde ella, mirando
al mar, con dolorido acento habló a su patria:
“¡Oh, patria que me diste la vida, oh patria mía,
madre que abandoné como el siervo a sus dueños
enderezando el paso a los bosques de Ida:
¿Viviré entre las nieves? ¿Me ocultaré temblando
en las gélidas cuevas donde habitan las fieras? (…)

Escritores que dedican sus libros a poetas (asesinados). Todo un género por explotar. Albert Camus y sus Cartas a un amigo alemán (indispensables en estos tiempos de desilusión europeísta), consagradas a René Leynaud, poeta y partisano fusilado meses antes de la Liberación. La novela Los Idus de marzo, de Thornton Wilder, sobre los estertores de la dictadura de César, dedicada a la memoria del monárquico antifascista italiano Lauro de Bosis, muerto en acto de servicio (si no sabéis cómo, ahora os lo diré).

En La historia de mi muerte, un breve texto escrito un día antes de desaparecer para siempre con su avión en el Mar Tirreno (eso sucedió el 3 de octubre de 1931), Lauro de Bosis explica el qué, el cómo, el dónde y el porqué de la operación que está a punto de llevar a cabo. Después de exponer sus razones para detestar a Mussolini («El Fascismo sólo existe por sus excesos; sus excesos son su lógica»), relata cuál va a ser su acción de guerra: lanzar sobre el cielo de Roma panfletos exhortando al pueblo a despertar del ensueño totalitario. Acaba su testamento heroico con una justificación: «Tal y como uno arroja pan sobre un pueblo hambriento, sobre Roma debe arrojar libros de Historia».

Su único libro de poemas se titula justamente Ícaro, y fue publicado en la década de los Veinte en Europa. Sólo he podido encontrar una pequeña estrofa del mismo (en inglés), así que a continuación de ella os traigo un fragmento -muy al hilo- de Catulo, a quién tanto admiraba y con quien tanto en común tenía.

VIDEO: Un breve fragmento -en Italiano- de un documental sobre Lauro de Bosis.

NOTA: El poema de Catulo en la traducción de José María Alonso Gamo.

Nacho S. (@nemosegu)