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‘Soy un mundo en pequeño…’, de John Donne (1572 – 1631)

Soy un mundo en pequeño hábilmente tejido

de materia y de espíritu que es de origen angélico,

pero el negro pecado hunde en la noche eterna

de mi mundo ambas partes, y ambas deben morir.

Los que habéis encontrado más allá de altos cielos

nuevos orbes, pudiendo describir nuevas tierras,

derramad nuevos mares en mis ojos, y así

que se ahogue mi mundo con mi llanto, o lo lave

si no está destinado a sufrir un naufragio.

¡Pero no, que ha de arder! Hasta ahora las llamas

de lujuria y de envidia lo han quemado y lo han hecho

aún más ruin. Haz, Señor, que este fuego se apague,

y que yo arda por Ti y tu casa con celo

encendido que sana y consume a la vez.

ORIGINAL EN INGLÉS

I am a little world made cunningly

Of elements and an angelic sprite,

But black sin hath betray’d to endless night

My world’s both parts, and oh both parts must die.

You which beyond that heaven which was most high

Have found new spheres, and of new lands can write,

Pour new seas in mine eyes, that so I might

Drown my world with my weeping earnestly,

Or wash it, if it must be drown’d no more.

But oh it must be burnt; alas the fire

Of lust and envy have burnt it heretofore,

And made it fouler; let their flames retire,

And burn me O Lord, with a fiery zeal

Of thee and thy house, which doth in eating heal.

Su verso más justamente citado, «No man is an island«, es una divisa vital muy parecida a aquel «Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño», con que Unamuno –tan metafísicamente parecido a John Donne, aunque más circunspecto- comenzó El sentimiento trágico de la vida. En el mismo poema, el inglés también decía: «Each man’s death diminishes me». Y por eso, aunque no sólo por eso, la obra de Donne ha sido un espejo constante para algunos de los mejores escritores del siglo XX, como W. H. Auden o Robert Lowell.

Una definición canónica de la imaginativa poesía de John Donne bien puede ser ésta que ofrece la Academy of American Poets: «Los Poetas Metafísicos son conocidos por su habilidad para sobrecoger al lector y suscitar en él nuevas dimensiones a través de imágenes paradójicas, argumentos sutiles, sintaxis original y fórmulas deudoras del arte, la filosofía y la religión». El poema que traigo hoy apela a ese sobrecogimiento exhibiendo el esfuerzo flagelante por escapar de la corrupción de la carne para hacerse digno el espíritu de ser acogido por Dios.

Donne se convirtió al anglicanismo allá por 1602. La primera mitad de su vida había girado en torno al catolicismo y la aventura. El tono de los poemas de aquellos primeros años es vivaz y punzante. En la madurez, donde el conflicto religioso consigo mismo y las obligaciones para con los demás (familia e instituciones) tuvieron un papel muy importante, su poesía se vuelve más grave y patética, pero sin dejar de ser nunca ingeniosa y paradójica.

NOTA: Traducido del inglés por Carlos Pujol.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado*.

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