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‘Hic est locus patriae’, de Yves Bonnefoy (1923)

Los árboles llenaban el lugar de tu sangre;

el cielo se rasgaba, demasiado cercano

para ti; otros ejércitos vinieron, oh Casandra,

y nada pudo ya resistir a su abrazo.

Aquel que regresaba se apoyó sonriendo

en la copa de mármol que adornaba el umbral.

Cae la luz en el sitio que llaman La Arboleda.

Era luz de palabra, fue noche de huracán.

ORIGINAL EN FRANCÉS

Le ciel trop bas pour toi se déchirait, les arbres

Envahissaient l´espace de ton sang.

Ainsi d´autres armées sont venues, ô Cassandre,

Et rien n´a pu survivre à leer embrassement.

Un vase décorait le senil. Contre son marbre

Celui qui revenait sourit en s´appuyant.

Ainsi le jour baissait sut le lieudit Aux Arbres.

C´était jour de parole et ce fut nuit de vent.

Por un lado, la crítica artística, la cota de malla teórica que envuelve el arte. Por otro, la poesía pura, esencial, destinada a dar cuenta con agonía de “la imperfecta ebriedad de vivir”. Sobre estos dos polos, en apariencia opuestos, bascula la obra de Ives Bonnefoy.

La raíz de la poesía de este crítico, historiador del arte y poeta francés es “aclarar el lugar de los muertos”. Algo así como una meditación, con vocación de ser compartida, sobre la existencia singular.

No es de extrañar, una vez en estas profundidades, que su obra esté influenciada por el psicoanálisis y el surrealismo. Su aproximación a la vida tanto como al arte es la de un humanista que trata de entablar diálogo con un tiempo que todavía es suyo (poesía) y otro que ya no lo será jamás (historia).

NOTA: Traducción a cargo de Enrique Moreno Castillo.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.