Los desastres dimanados de esta fuente
fluyeron hasta la patria y el pueblo:
la muchacha precoz gusta de aprender danzas jónicas
y, ya desde ahora, se acicala con artificio
y piensa desde su infancia, en impúdicos amores;
luego, busca amantes más jóvenes
durante los convites del marido,
y, marchitos ya sus encantos, no elige
a quien, a escondidas, pueda otorgar prohibidos placeres,
sino que, obediente, a la vista de todos, se levanta
no sin que el marido lo sepa,
ya le llame un mercader,
ya el capitán de una nao española
comprador a buen precio de su deshonra.
Una juventud no nacida de estos padres
colmó el mar de sangre púnica
y destrozó a Pirro y al gran Antíoco y al feroz Aníbal;
era la viril descendencia de rústicos soldados
experta en trabajar la tierra con azadas sabinas
y en trasportar maderos,
cortados a gusto de sus rígidas madres,
cuando el sol desplaza las sombras de los montes;
y quitaban el yugo a los cansados bueyes,
pasando sus ratos libres en su viajero carro.
¿Qué no deteriora el funesto paso del tiempo?
La edad de nuestros padres, peor que la de nuestros abuelos,
nos trajo a nosotros, todavía peores,
que luego engendraremos
unos hijos aún más corrompidos.
Esta semana tuve la deliciosa fortuna de que a mi lado en la redacción se sentara @elbecario, un hombre y joven de los que ya casi no quedan. En un descanso de nuestras labores, bec me preguntó -demasiado confiado en que iba a darle una respuesta convincente- sobre el comentario que una lectora hizo en el blog a su desenfadada reflexión sobre los chavales de ahora (que no son como los de antes). Ariana, así se llama la lectora, recordaba la impresión que le produjo en la infancia la lectura de un texto de época romana que lamentaba la falta de valores de los jóvenes.
“¿Existe algo como lo que ella menciona pero en poesía?”. Balbuceé alguna respuesta rápida, que sí la degeneración de la juventud es un topos literario tan antiguo como la civilización, que si los arquetipos del puer senex o el puer aeternus ayudan bastante, que si Juvenal, que si Catulo… ¿que si Marcial? Le prometí que un día de estos lo consultaría.
Aquí está el resultado de la promesa: Horacio, la oda VI del libro III, una de sus composiciones de tono moralista más vigorosas, donde carga contra una juventud que ni sabe hacer la guerra ni trabajar la tierra (y que, para colmo, es licenciosa en amores y no respeta a los dioses). Por su extensión y para no cansar, la publico decapitada, sólo su segunda mitad. Aunque, claro, este detalle los jóvenes no lo sabrán apreciar, la-juventud-de-hoy-ya-no-lee-por-nada-del-mundo-a-los-clásicos… ¿O sí? 🙂
NOTA: Por cierto, un adulto responsable que no se confunde con la juventud pero que cree en ella, escribe en su -ay- último libro, sobre el compromiso juvenil: “If Young people today are at a loss, it is not por want of targets. Any conversation with students will produce a startling checklist of axieties. Indeed, the rising generation is acutely worried about the world it is to inherit”.
TRADUCCIÓN: Alfonso Cuatrecasas
Nacho S. (@nemosegu)