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‘Defensa de los lobos contra los corderos’, de Hans M. Enzensberger (1929)

¿queréis que los buitres devoren nomeolvides?

¿del chacal qué cosa pretendéis,

Que se despoje de su piel, y del lobo:

debe arrancarse por sí mismo los colmillos?

¿qué os disgusta tanto

de comisarios y pontífices?

¿qué miráis boquiabiertos

en la mentirosa pantalla del televisor?

¿quién le cose al mariscal

la franja de sangre en los pantalones?

¿quién le trinca el capón al usurero?

¿quién se cuelga orgulloso del ombligo gruñón

esas cruces de lata? ¿quién

coge la propina, la moneda de plata,

el óbolo del silencio?

muchos son los robados, y pocos los ladrones.

pero ¿quién los aplaude? ¿quién

los condecora y distingue? ¿quién

está hambriento de mentiras?

contemplaos al espejo: cobardes

que os asusta la verdad fatigosa

y os repugna aprender

y encomendáis a los lobos la función de pensar.

un anillo en la nariz es vuestra joya predilecta.

para vosotros ningún engaño es lo bastante estúpido,

ningún consuelo demasiado barato,

ningún chantaje demasiado blando.

comparados a vosotros, corderos

que mutuamente enceguecéis

son fraternales las cornejas.

entre los lobos reina la hermandad:

siempre van en manadas.

alabados sean los ladrones: vosotros

invitándolos a la violación,

os echáis en las comas podridas

de la obediencia, y mentís

incluso gimoteando. lo que deseáis

es que os devoren. Vosotros

no cambiaréis el mundo.

Como muestra del desencanto sesentayochista hay que reconocer que, si no fuera porque fueron escritos en 1955 -seis años antes de la construcción del Muro de Berlín-, estos versos pasarían con nota la prueba del algodón. Su autor es Hans Magnus Enzensberger, más conocido aquí entre nosotros por sus heterodoxos ensayos políticos e históricos (como la biografía fragmentaria, entre lo oral y lo periodístico, de Buenaventura Durruti) que por su abundante obra poética.

Como anécdota que corre el peligro de convertirse en categoría, hay que añadir que de la traducción del poema al castellano se encargó el también poeta Heberto Padilla, revolucionario cubano primero, espíritu herético -de los que tanto gustan al propio Enzensberger- después.

NOTA: Se ha respetado el uso de las minúsculas tal y como aparecen en el original.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.