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‘Pues me han entrado ganas de cantar’, Guillermo de Aquitania (1071 – 1127)

Pues me han entrado ganas de cantar,

Haré un poema que me entristezca:

Nunca más prestaré servicio

En Poitou ni en Lemosín.

Partiré ahora hacia el destierro;

En gran temor, en gran peligro

Y en guerra abandono a mi hijo;

Mal le tratarán sus vecinos.

¡Qué cruel se me hace partir

Del señoría de Poitou!

Dejo al cuidado de Folcón de Anjou

Toda la tierra de su primo.

Si Folcón de Anjou no le ayuda,

Ni el rey de quien tengo mi feudo,

Mal le tratarán todos ellos,

Los felones gascones y angevinos.

Si no se muestra sabio y valiente

Cuando me haya partido de vosotros,

Pronto le harán morder el polvo

Al verle joven y desvalido.

Por piedad ruego a mi compañero:

Si le hiciera agravio que me lo perdone,

Y que rece a Jesús, rey del cielo,

En romance y en su latín.

Pertenecí a Valor y Gozo,

Pero ahora de ambos me separo,

Y me dirigiré hacia Aquel,

En quien todo pecador halla reposo.

Muy jovial y alegre he sido,

Pero Nuestro Señor ya no lo permite:

Ahora no puedo soportar la carga,

Tan próximo estoy al final.

He renunciado a cuanto amor solía:

Caballerías y vanidades;

Y, pues a Dios le place, todo lo acepto

Y le ruego que me tenga con él.

A mis amigos ruego que, a mi muerte,

Vengan todos y me honren mucho,

Pues he mantenido gozo y placer

Lejos, cerca y en mis dominios.

Así, renuncio a gozo y placer,

Y a los veros, y al gris, y a la marta.

Ah, soldados de fortuna, cruzados, embriagados de flores y espadas y vino. «Compañeros -escribía el duque de Aquitania– haré un poema como es debido; habrá en él más locura que buen juicio, y será todo él una mezcla de amor, de gozo y de juventud».

Fueron los trovadores provenzales, de los que nuestro Guillermo fue conspicuo primer representante, los reyes del mambo del mediodía galo. Burlones y mujeriegos. ¡Guillermo hasta llego a ser excomulgado por sus devaneos siempre ociosos (y políticos)!

Luis Alberto de Cuenca, traductor al castellano de sus once canciones, nos advierte que el trovador no es un juglar. Es decir, que tiene nombre propio y sus composiciones llevan el sello original de un tipo cuanto menos meritorio.

He seleccionado para traeros hoy la última de las composiciones del duque, que los tonos melancólicos y la presencia de la muerte convierten en un exquisito ejemplo de «poema de renuncia».

NOTA: Traducción de Luis Alberto de Cuenca

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)