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‘Pues le conviene duelo al corazón’, de Guido de Cavalcanti (1260 – 1300)

Pues le conviene duelo al corazón

Y siento del placer rusiente foco

Que de virtú de abajárame a tan poco,

Diré cuál se fue entero mi valor.

Digo que mis arrestos muertos son

Y tal bregar la vida deja en poco;

Y si no fuese que el morir invoco,

De compasión llora el propio amor.

Pero ante el fortunal en que me encuentro,

Mi firme convicción mudar prefiero

Por mejor asidero,

Y así mostrar no quiero cuánto daño

Recibí en el engaño,

Pues de mi corazón ha hecho ganancia

Y se me lleva entera la arrogancia.

El recorrido por la lírica arcaica comenzó el otro día con el gran Guillermo de Aquitania y continúa hoy con el no menos grande Guido de Calvalcanti. Este florentino refinado, güelfo y golfo -que se casó con la hija, pecado, de un gibelino- fue eso que hoy está tan devaluado y que suena a conclusión de salón ferial: un innovador.

Su poesía carnosa, terrenal, delicada y formalmente pura, con aromas de la tradición provenzal y de la filosofía de Averroes, sentó los cimientos de lo que se conoce como Dolce Stil Novo, sublimación del amor cortés y la idealización de la mujer como figura literaria.

Dante, a quien unió una amistad de montaña rusa, le dedicó su Vita Nuova. Y siete siglos después, el muy moderno Ezra Pound lo tradujo y reivindicó con ilusión. Precisamente es esta cancioncilla que traigo una de las preferidas del autor de la Divina Comedia, que la consideraba uno de los ejemplos más ilustres del floreciente estilo nuevo.

NOTA: Traducido por Juan Ramón Masoliver para la editorial Siruela.

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)