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Edward Young: los pensamientos nocturnos de la juventud prerromántica

En ideas amargas, destructoras
De esa tranquilidad que deseamos
Por el postigo obscuro, puerta falsa
De los tiempos que atrás hemos dejado
Cautamente se entra, y prevalido
De la quietud nocturna, a lentos pasos,
Como asesino que a la luz se ofusca,
Domestico ladron intimidado,
Las estancias discurre que vacias
En busca de placeres que pasaron:
En busca de desdichas propiamente
El tiempo de la noche ha malgastado:
Y ¿qué encontró?… un desierto… un numeroso
Concurso de fantasmas que formaron
Pasadas alegrías… ¡Como lloro
esas grandezas de mi antiguo estado!
¡Como lamento el colmo de placeres
Que en mejor tiempo me lisonjearon!
Tiemblo de haber amado aquellas distracciones.

El diputado de la Convención Camille Desmoulins se aferra como un lenitivo a los Pensamientos nocturnos en la víspera de ser devorado por la virtud del terror revolucionario. La escena sucede en la prisión Conciergerie en 1794 -el año de Termidor-, y pertenece al soberbio drama de Georg Büchner La muerte de Danton (lo mío no son las recomendaciones teatrales, pero por si acaso os surge, para el mes de marzo se representará en el María Guerrero su otro gran clásico: Woyzeck).

Edward Young fue uno de esos poetas cementéricos ingleses que, como en siglos diferentes hicieran un Emilio Carrere (en España) o un Ugo Foscolo (en Italia), se afanaron en pulir versos que mostraran el «conmovedor culto a los muertos«.  Todo un subgénero. Menor. Delicioso.

El libro por el que ha pasado a la -tercamente fúnebre- posteridad fue definido por sus entusiastas admiradores como «una de aquellas obras melancólicas, que ni tuvieron modelo, ni encuentran ejemplar en las demás lenguas». Así lo dejó escrito Julián Viana Razola en el prólogo a la edición Española. Una edición, de 1821, que da fe -como lo hace también la cita en la obra de Büchner (apenas una década después)- de la fama de la que gozó Young entre la avanzadilla de la juventud prerromántica.

NOTA: El poema que he seleccionado pertenece a la mencionada traducción española de la segunda década de siglo XIX. De los más de cien que incluye el libro, me parece el más profundo y lírico y el menos barroco en la utilización de elementos fúnebres. El que tiene más de elegía que de retórica gótica. He respetado la grafía y la peculiar acentuación al transcribirlo. En este enlace al catálogo de Google Books tenéis el libro completo.

IMAGEN: Wikipedia

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