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‘A M. L. S.’, de Edgar Allan Poe (1809 – 1849)

De todos cuantos anhelan tu presencia como la mañana,

De todos cuantos padecen tu ausencia como una noche,

Como el destierro inapelable del sol sagrado

Allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante

Te bendicen por la esperanza, por la vida, ah, y sobre todo,

Por haberles devuelto la fe extraviada, enterrada,

En la verdad, en la virtud, en la raza del hombre…

De todos aquellos que, cuando agonizaban en el lecho impío

De la desesperanza, se han incorporado de pronto

Al oírte susurrar con dulzura: «¡Que haya luz!»,

Al oírte susurrar esas palabras acentuadas

Por el sereno brillo de tus ojos…

De todos tus numerosos deudores, cuya gratitud

Raya la veneración, recuerda, oh, no olvides nunca

A tu devoto más ferviente, al más incondicional,

Y piensa que estas líneas vacilantes las habrá escrito él,

Ese que ahora, al escribirlas, se emociona pensando

Que su espíritu comulga con el espíritu de un ángel.

To M. L. S.

Of all who hail thy presence as the morning-

Of all to whom thine absence is the night-

The blotting utterly from out high heaven

The sacred sun–of all who, weeping, bless thee

Hourly for hope–for life–ah! above all,

For the resurrection of deep-buried faith

In Truth–in Virtue–in Humanity-

Of all who, on Despair’s unhallowed bed

Lying down to die, have suddenly arisen

At thy soft-murmured words, «Let there be light!»

At the soft-murmured words that were fulfilled

In the seraphic glancing of thine eyes-

Of all who owe thee most–whose gratitude

Nearest resembles worship–oh, remember

The truest–the most fervently devoted,

And think that these weak lines are written by him-

By him who, as he pens them, thrills to think

His spirit is communing with an angel’s.

«Todo el mundo ha leído -aunque sea mal retraducidos de traducciones, mal escogidos y mal comprendidos- los cuentos de Poe. Pero casi nadie -por lo menos en Italia- conoce su vida». Así comienza Giovanni Papini el retrato del atormentado pero genial escritor estadounidense, de quien en este 2009 se ha celebrado el segundo centenario de su nacimiento.

A esta opinión, casi tan cierta entonces, principios del siglo XX, como ahora, se le puede añadir la escasa difusión -en comparación con los relatos- de su legado poético, a excepción quizá de su citadísimo El cuervo. A M. L. S. es uno de sus inflamados poemas de amor no correspondido (o correspondido, qué más da), como A… o A Elena.

NOTA: Traducción a cargo de Andrés Ehrenhaus y Edgardo Dobry.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.