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‘Barcelona rinde homenaje a J. G. Ballard’, de Cristina Peri Rossi (1941)

Llueve. Hoy es sábado y por fin llueve

muy lentamente

casi no llueve

es un cielo estreñido. Sólo deja caer unas pocas gotas cada ocho o nueve meses

Ahora llevábamos trece meses sin llover

Ayer un contenedor con un líquido tóxico se rompió

en el puerto de Barcelona

y contaminó la ciudad

como en una novela de Ballard

las autopistas se colapsaron

(una p en el medio,

una palabra con atasco)

Una amiga me llamó

No salgas, me dijo,

no abras puertas ni ventanas

no sea cosa que pilles una alergia química

no encendí la radio ni el televisor

-nunca los enciendo-

yo sólo quería saber cómo se llamaba la sustancia

-como en una novela de Ballard-

Era dimetilamina

dime-til-amina

dimematilde

dimelamina

mialamina

nimialamina

una contaminación química

con nombre de mujer

Y hoy sábado

amaneció lloviendo

a oscuras

en la habitación

escuchaba resbalar los autos

no encendí la radio ni el televisor

para poder oír el agua

único sonido amable en la ciudad

el espacio de los sueños no tiene espacio

ni hora ni día

no tiene tiempo

es la eternidad del fluir

por lo menos

eso ocurre

en las novelas de Ballard

donde un contenedor se rompe

y contamina la ciudad.

Bueno, como yo no soy crítico, y ni ganas que tengo de serlo (y menos de poesía y menos todavía en España, por el cainismo congénito), no estoy en la obligación de decir nada rotundamente malo -o rotundamente bueno- sobre Cristina Peri Rossi y su premio, que ya no es el ultimo, Loewe.

O llego demasiado tarde a las cosas o soy demasiado blando con ellas. O será quizá que la piedad apasionada me impide separar el grano de la paja allí donde otros cargan sin reparo con el machete. Los que escribieron que Play Station es un libro «falsamente provocador» cargado de «confesionalismo trasnochado» sus razones tendrán. A mí, que cada vez me creo menos eso de que la industria cultural proscribe tales o cuales autores en beneficio de otros, confieso (¿?) que algunos de sus poemas –como este homenaje al por entonces todavía vivo James G. Ballard– me gustaron.

Por otro lado, sigo sin entender cuál fue el pecado que le dejó sin trabajo; a ella, admiradora confesa del provenzal.

VIDEO: La poetisa, recitándose.

Nacho S. (@nemosegu)