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‘Cántico del sesentón’, de Carl Schmitt (1888-1985)

Tasqué el freno a montura del destino,
victorias y derrotas, revoluciones y restauraciones,
inflaciones y deflaciones, bombardeos,
denuncias, crisis, ruinas y milagros económicos,
hambres y fríos, campos de concentración
y automación:
todo lo atravesé. Todo me ha atravesado.
Conozco los muchos estilos del terror,
el de arriba, el de abajo,
el terrestre y el aéreo.
El legal y el sin ley,
el pardo, el rojo, el terror variopinto,
y, el peor, en que nadie se atrevería a hablar.
Sí. Todos los conozco y, de sus garras, sé.
Conozco los coros aullantes,
los altavoces falsarios,
las listas negras, con nombres y más nombres,
y los ficheros de los perseguidores.
¿Qué debo, pues, cantar? ¿El himno de Placebo?
¿Me dormiré en la paz de las plantas y animales?
¿Me elevaré pánicamente en el círculo de los paniscos?
¿Beato, con giróvago mosquito?
Tres veces, me he encontrado en el vientre del pez.
Tres veces, vi la muerte en ojos del verdugo.
Dos poetas sibilinos prestáronme custodia.
Y un santo abrió la puerta, un Santo del Levante.
Hombre, ungido por esta iniciación, no temas,
está atento y padece.

En Ex captivitate salus, el librito de memorias que contiene este el poema, Carl Schmitt se nos aparece como un semidiós jurista, como un clérigo de Benda trascendente y a la vez temeroso, un príncipe del espíritu que asiste solo al derrumbe de la razón en el mundo. Tiene algo de melancólica la defensa de sí mismo en términos religiosos en alguien tan inteligente.

La probada -como en Heidegger– relación de Carl Schmitt con la jerarquía del nacionalsocialismo y su brumosa personalidad a medio camino entre el genio iluminado y el villano inclemente no ha impedido que sus obras -en especial El concepto de lo político– sean ya clásicos de la filosofía política del siglo XX.

Pero no he leído tanto de Carl Schmitt como para escribir sin equivocarme (aunque sí lo justo para saber que algunos artículos que hablan de él, como éste de Manuel Rivas, son muy inexactos). Si os he traído aquí un -y creo que el único- poema suyo es porque, obsesionado como estoy con el testimonio del siglo XX, sus primeros versos me parecen una definición exacta y cruda –todo lo atravesé, todo me ha atravesado– de lo que dio de sí el terror de una era.

PD: Os recomiendo, si tenéis interés en cómo algunas de la tesis schmittianas fueron retomadas por estudiosos de izquierda, este artículo de la politóloga Chantal Mouffe, que es imprescindible. Asimismo, en este blog del profesor Gregorio Luri encontraréis unas notas muy exactas sobre su compleja figura y su disperso legado intelectual.

TRADUCCIÓN: Eugenio D`Ors (hay también otra traducción, que data de 1950, de Enrique Tierno Galván)

IMAGEN: www.carl-schmitt.de/

Nacho S. (Twitter: @nemosegu)