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‘Tengo ansias de espuma’ de Basil Bunting (1900-1985)

Tengo ansias de espuma. Tumultuosa, que venga
con torrencial dulzura hasta la playa amarga
aún sin enjuagar seca y entumecida
de su propia impaciencia. Si al cielo le abruma
ese incesante verbo de un azul siempre igual,
tan inarticulado, su intranquila quietud
envenena las almas, que acaba por caer
en una esterilidad angustiosa y precisa
hasta desvanecerse: cuánto aún el mar debe
perfeccionar entonces alterándose inquieto
este aislamiento nuestro con la hostilidad suya.
La camaradería amable de su amado
ahonda nuestra envidia, mientras su indiferencia
nos empuja al suicidio. Persistentes recuerdos
de días esparcidos extreman su impaciencia
hasta una pasajera rebelión y enfatizan
la azarosa impotencia que siempre padecemos.
Mas cuando, enloquecidas y adornadas de espuma,
se nos lancen las olas con la ira del amor,
gimiendo un nombre extraño, agitando al llegar
súplicas reiteradas, en la euforia vivaz
de un oscuro deseo, bien podremos entonces
olvidar ese triste esplendor y jugar
a gusto hasta el momento en que exijan los dioses
una nueva, forzosa, desesperada calma,
y la espuma se muera, y amainemos de nuevo
en nuestra catalepsia, soñando con espuma
mientras la arena seca aguarda otra marea.

Bajo un epígrafe que se llamara Poesía y nomadismo tendrían cabida un puñado de culos de mal asiento con biografías disparatadas y excesivas. Lord Byron, Richard Burton, Ugo Foscolo, François Villon. Tipos que viajaron sin pausa y casi siempre lejos, ya fuera por placer exótico o porque no les quedaba más remedio.

La vida de Basil Bunting cabe en ambas categorías. Trabajó como carpintero y comandante del Ejército de su Majestad (del que también llegó a ejercer de espía). A sus versos le dedicaba el tiempo exacto entre dos huídas. Residió en Tenerife, Rapallo o Teherán. En todos esos sitios no abandonó la poesía ni dejó de refundirla, lo que no es sino otra forma, escribió, de “atornillar los tablones del propio féretro”.

No es fácil leer a Bunting. Es un representante tardío del movimiento moderno, como lo definió el gran Cyril Connolly. Admirador de clásicos grecolatinos como Lucrecio y de clásicos contemporáneos como Ezra Pound, sus poesías evocan un esplendor efímero, una naturaleza hinchada, corrupta y fascinante. Aunque quizá todo esto sobre. En el prólogo/justificación a su poema biográfico dice: “Briggflats es un poema: no necesita explicación”. Pues eso.

NOTA: Los que leáis alguna vez el blog os habréis dado cuenta de algunos cambios. Llevaba mucho tiempo siendo 10 personalidades, como dice el bueno de Bec, y ya empezaba a acercarme peligrosamente a la locura. El caso es que, aunque nada nuevo ha empezado, sí que me gustaría aprovechar estas pequeñas modificaciones para pediros vuestra ayuda. Quiero abrir una sección que recoja vuestras preferencias, peticiones, autores, poemas o puntos de vista. Un día a la semana, a ser posible siempre el mismo, publicaría un post con ellas. Quién sabe, quizá salga un parnaso digital de todo esto :).

TRADUCCIÓN: Faustino Álvarez y Emiliano Fernández Prado.

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: Derek Smith

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